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pacientes que iban a requerir
tratamiento quirúrgico para de-
terminadas modalidades de epi-
lepsia, encontraron que cuando,
por ejemplo, se estimulaba una
región motora y, por consiguien-
te, se producía la contracción de
algún grupo muscular, éstos ten-
dían (a veces tras una reacción
de sorpresa inicial) a atribuir su
movimiento involuntario y sin
propósito a algún tipo de mo-
tivación presentable (Peneld,
1954).
Y de la cita anteriormente mencio-
nada, Rodríguez, J., se percató que en
sus estudios de cerebros humanos im-
plantados con electrodos, halló:
En uno de nuestros pacientes, la
estimulación eléctrica de la par-
te anterior de la cápsula inter-
na producía torsión de la cabe-
za con un desplazamiento lento
del cuerpo hacia un lado en una
secuencia de apariencia normal
y con un sensorio intacto, como
si el paciente estuviese buscan-
do algo…”. Lo interesante de la
experiencia es que el paciente
consideraba espontánea esta
actividad provocada y siempre
la justicaba con una explica-
ción razonable. Así, cuando se le
preguntaba qué estaba hacien-
do, sus respuestas eran, ‘estaba
buscando mis zapatillas’, ‘escu-
ché un ruido’ (Rodríguez, 1969).
La moraleja que se deduce de las
citas mencionadas es que las explica-
ciones y deducciones causales, activi-
dad que compete al hemisferio izquier-
do, pueden ser incorrectas, a pesar
que el individuo tenga certeza de su
veracidad. Esto es una característica
de autoengaño del psiquismo humano
que debemos manejar para no caer en
el círculo vicioso.
Respecto a los fenómenos del pro-
ceso sensoperceptivo existen recepto-
res de los sentidos (gusto, oído, olfato,
visión, tacto, presión temperaturas)
que son de Percepción inconsciente
(Montero, 2016). Ahora en el siglo XXI
existen muchas investigaciones en
neurociencias moleculares cognitivas–
afectivas y otras con convergencia de
redes que conrman el inconsciente
luego de un tiempo incuanticable de
desinterés e incredulidad en su exis-
tencia y en su rol que implica la per-
cepción y la memoria. Al respecto, Si-
dis (1898) dice: “Hace más de un siglo
que tenemos constancia experimental
de la existencia de la percepción in-
consciente”. Posteriormente, en 1960,
Pötzl, O., reere “en una famosa serie
de experimentos halló que un grupo
de voluntarios expuestos a unos di-
bujos complejos durante una fracción
de tiempo que hacía imposible su re-
conocimiento consciente (una décima
de segundo), recuperaba en sus aso-
ciaciones y en sus sueños fragmentos
de dichos dibujos”. Ahora, menciona-
ré otra investigación experimental que
hace énfasis en la base física del in-
consciente.
En 1993, un neurosiólogo, Libet,
B., se percató que:
Describió cómo bastaba un im-
pulso eléctrico de 10-20 milise-
gundos aplicado a la piel para