Fabiola Alvino
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PAIDEIA XXI
del siglo XXI”, donde se presentó gran
cantidad de trabajos y se concluyó con
la “Declaración de Quito”, en la que
se aboga por un desarrollo sostenible
de las ciudades que incorpore a la
agricultura urbana en la agenda
política y en la planicación urbana.
Actualmente, la AU se ha
constituido en una alternativa
para enfrentar los problemas que
se derivan del proceso creciente de
urbanización que viven las ciudades
y de los problemas de pobreza,
inseguridad alimentaria y bajos
niveles de calidad de vida que del
anterior se derivan. Por este motivo,
la literatura y las investigaciones
realizadas respecto a este tema es
bastante extensa, sobre todo, por
la multiplicidad de experiencias de
AU en el mundo, cada una de ellas
con particularidades especícas
(fundamentalmente porque depende
del contexto en el que se desarrollan
las estrategias). En suma, según
el PNUD y la FAO, “se estima que
alrededor del mundo 800 millones de
personas se dedican a la Agricultura
Urbana y desempeñan un papel
importante en la alimentación de las
ciudades de todo el mundo”.
En esta medida, la AU, al integrarse
en el proceso de la construcción de
una ciudad sustentable, posibilita
los componentes de este proceso –
lo cual no quiere decir, de ninguna
forma, que la adopción de estrategias
que promueven la AU no implique
limitaciones y dicultades.
En primer lugar, la AU contribuye,
en cierta forma, a mejorar la calidad
del medio ambiente, aunque por
sí sola no es la solución a los
problemas medioambientales que
presentan las ciudades: en muchas
experiencias, las personas que hacen
AU utilizan desechos orgánicos para
la elaboración de abonos orgánicos
para los cultivos, riegan los cultivos
con aguas residuales, y reutilizan
desechos para la construcción de
espacios para cultivar (como el caso de
las botellas de plástico). La AU también
ha surgido como un instrumento para
“mitigar el proceso de pérdida de
biodiversidad, incluyendo el cultivo de
plantas, cría de ganado o acuacultura
en los asentamientos humanos”
(Santandreu, Perazzoli, Dubbeling,
2002: 10).
Asimismo, la AU, dado el hecho
que surge (por lo general) como una
iniciativa individual, familiar y/o
comunitaria, al institucionalizarse
por medio de proyectos, programas, y
políticas, posibilita el establecimiento
de espacios de participación para la
discusión y la concertación respecto a
la diversidad de experiencias de AU, y a
los alcances de ésta. Se considera que
es necesario, al momento de formular
las intervenciones gubernamentales,
abrir los espacios de participación
para que los agricultores urbanos
tengan la posibilidad de dar a conocer
sus experiencias y sus perspectivas
respecto a la AU. Sólo así se garantiza
la inclusión participativa de los
actores involucrados –que fortalecen,
por consiguiente, sus compromisos
con el desarrollo del proceso–,
la concertación de los diferentes