Capital virtual y trabajo intelectual-social

manuel CasTillo oChoa

Universidad Ricardo Palma, Lima, Perú

mcastochoa@gmail.com


RESUMEN

El presente artículo, teniendo en cuenta la presencia masiva que ha logrado lo virtual en la educación universitaria, exigido por las características planetarias de la pandemia, indaga y analiza la relación que se establece entre la misma y la docencia universitaria, en especial la que se imparte en las humanidades y las disciplinas sociales. Observando las particularidades específicas, problemáticas, y la forma de abordamien- to propias del análisis social, analiza como la misma, de acuerdo con su tradición y a las maneras de su difusión, puede distorsionarse sino se encuentra un punto de equilibrio entre la destreza de lo virtual y la analítica de lo social. Señala que podría producirse una nueva escisión entre la modernización virtual como tecnificación de lo social y la modernidad como formación de criterio hacia lo social. Propone un punto de equilibrio entre las técnicas de docencia de lo virtual, y sus ventajas, y la necesaria libertad y autonomía de la enseñanza de lo social que muchas veces escapan a la esfera netamente tecno-científica tradicionalmente entendida. Para ello retoma la obra de Harry Braverman como referente teórico de la separación entre concepción tecno administrativa y operacionalización del trabajo.


Palabras clave: Modernidad, concepción tecno científica, docencia social, especificidad de lo social, virtualidad, cátedra humanista


Virtual capital and intellectual-social work

ABSTRACT

This paper investigates and analyzes the relationship established between the virtual and university tea- ching, in particular that taught in the humanities and social disciplines, taking into account the massive presence that the virtual aspect has achieved within university education, driven by the pandemic situation around the world. By observing the specific characteristics, problems, and the ways of approaching inhe- rent to social analysis, it analyzes how it, in accordance with its tradition and dissemination methods, can be distorted unless a point of equilibrium is found between the expertise of the virtual and the analytics of the social. It points out that a new schism may occur between virtual modernization as the technification of the social, and modernity as criteria formation towards the social. It proposes a point of balance between the techniques for virtual teaching and their advantages, and the necessary freedom and autonomy for the teaching of the social, which often escape the purely technical-scientific sphere traditionally understood. For this purpose, it takes up the work of Harry Braverman as a theoretical reference for the separation between the techno-administrative conception and the operationalization of work.


Keywords: Modernity, techno-scientific conception, social teaching, specificity of the social, virtuality, humanist professorship



YUYAYKUSUN 113

10 (2020) 113-123 URP, Lima, Perú ISSN 2073-6150 DOI: 10.31381/yu.v1i10.3558

[Recibido 19/06/2020 - Aprobado 26/08/2020]

E

Re-observando una antigua «fisura» social


s conocido el hecho de que Lima y el Perú en general sufre trasformaciones impactantes e incesantes. En especial después de la experiencia política de los años noventa y hasta la actualidad, Lima se ha venido convirtiendo rápida- mente en una urbe con una vasta población que pronto alcanzará los trece

millones de personas. Avenidas, complejos comerciales, sistemas productivos, sistemas financieros, nuevas rutinas de entretenimiento, nuevos barrios poblacionales, renova- ción del parque automotriz, uso masivo de celulares, etc. son parte del nuevo andamiaje urbano que se nos presenta. Podemos llamar a este proceso, tomando como referen- cia uno de los conceptos clásicos de las ciencias sociales, proceso de modernización. Podemos, incluso, aplicarle al mismo varios objetivos para dramatizar y llamar aún más intensamente tal proceso. Modernización rápida, modernización bajo shock globali- zador, modernización múltiple, pero también viendo que no supera pese a todo viejos problemas estructurales -pobreza, desigualdad, inseguridad, heterogeneidad cultural, informalización etc.- modernización trunca, espúrea, bizarra, etc.

Pero aun cuando al término modernización le agreguemos varios calificativos más, ese será, el centro de su atención. Ubicándola como modernización -aun con todas las diversidades heterogéneas semánticas que encierra- es como mejor se la puede apre- ciar y ese término se convierte en el central de nuestras apreciaciones sobre la misma. Modernización, aún con todos los adjetivos, dramáticos, ampliatorios, adicionales, po- sitivos o negativos, que le podamos asignar. El mismo, quedara como el termino centro referencial de lo que estamos tratando cuando de observar a la nueva lima se trata. Sin embargo, es justamente ahí, donde pueden originarse una serie de problemas.

Hace un tiempo atrás los estudiosos de las nuevas características que iba adqui- riendo Lima terminaron separando el termino de modernización del de modernidad

¿Por qué hacían esto? Para poder deslindar lo que es un análisis empírico de los nuevos procesos y lo que es el proceso de subjetividad que envuelve a los miembros que se insertan en esos procesos. En pocas palabras, mientras el término de «modernización» implicaba una objetivación empírica que se podía constatar visualmente -calles, aveni- das, centros comerciales, poblados, nuevas rutas de comercio, centros de esparcimiento y entretenimiento masivo, etcetc. - el término «modernidad» pretendía designar que pasaba con la subjetividad, con la mentalidad de los participantes encubiertos por ese proceso de modernización.

La modernidad iba, de esa forma, por el lado de la indagación de las percepcio- nes, de las representaciones de sus miembros, de los sucesos que iban ocurriendo en su mundo interior, mientras que la Modernización se refiere mayormente a los cambios urbanos, tecnológicos, etc. Tomando un texto ahora clásico de Habermas (1975) en el cual él separa en las sociedades mundo exterior y mundo interior, se podría decir que el mundo exterior se nos presenta como modernización con sus diferentes adje- tivos, mientras que el mundo interior es el de la subjetividad colectiva, imaginaria,

etc.- Más aún que la modernidad implica, pulsionado pero no determinado por la modernización, una emancipación del saber de cosmogonías mágicas y tradicionales hacia concepciones racionales y críticas. El saber abstracto desplaza al saber particular, anclado sobre el sí mismo y como decía Toulmin (1990), se abre hacia un saber teoréti- co cosmopolita. El para sí de Hegel.

De esa forma se pudo recoger una serie de planteamientos e indagaciones sobre la modernización y la modernidad en Lima. Se puede ahora, después de un tiempo y cuando estas indagaciones, si bien no se han agotado e incluso pueden volver a renovar- se como centro de observaciones sociales, que dos fueron las apreciaciones obtenidas.

Por un lado, aquellas que enfatizaban en que la modernización empujaba a un cam- bio radical de la subjetividad, aunque no plena ni total, pero si, de fuerte incidencia so- cial. A esta primera forma de apreciación sistematizada la podemos denominar «estruc- tural matizada» dada la carga peyorativa que ese término ha adquirido bajo el avance de escuelas deconstruccionistas, post estructurales, etc. ya que la base de su apreciación es que un fuerte proceso de modernización tarde o temprano conlleva a un cambio radical de las percepciones y las representaciones, nuevamente en el mundo de la sociedad. La estructura, entendida en este caso como una fuerte proceso pulsional y tendencial, lleva a influencias entre las personas que, más allá de sus designios particulares, termi- nan encuadrando su visión del mundo y la acumulación de sus percepciones, al flujo estructural que lo termina designando. Lo estructural, en este caso, debe tomarse como la fuente de sus primeras formas de elucubración original. Es decir, como tendencias de influencia soterradas, de profundidad, de subsuelo que empuja, más allá de la plena conciencia de las personas, a asumir conductas que se compatibilizan y se armonizan, con las tendencias de la estructura. Es una entrada y apreciación determinista bajo la metáfora de que la base económica explica la totalidad social.

Bajo esta apreciación, que termina compatibilizando, estructura con conciencia

social, o modernización con modernidad, se puede señalar que la modernización «tec- nológica» de la nueva lima lleva a sus pobladores a una modernidad, quiéranlo o no, subjetiva. La racionalidad, estructura sistematizada de la subjetividad, del costo y be- neficio, se hace así presente sobre otras formas anteriores de racionalidad premodernas, tradicionales. Y la racionalidad instrumental, termina siendo la modernidad subjetiva de sus pobladores, que armoniza con la modernización, al final de cuentas mercado céntrica, que los miembros de la sociedad, llevan en sus rutinas diarias.

La otra apreciación que se pudo obtener, ya como apreciación sistematizada entre modernización y modernidad, o entre estructura y subjetividad, es la de la desarmonía o la des-sincronía entre ambas. Es decir, la modernización no necesariamente conduce a sus socios partícipes, a los miles o millones de ciudadanos que están insertos en ella, a un cambio de sus patrones de referencia, al cambio de sus patrones de representación y comportamiento, y, al contrario, se produce una asimetría. Asimetría en cuanto la modernización puede ir por un lado, y la mentalidad puede quedarse enclavada, en

otros patrones de referencia. Pautas de cognitividad, no necesariamente compatibles ni armoniosas con el subsuelo de modernización, o estructura, que la sociedad le presenta. Así, si bien la modernización se presenta como un cambio de apreciación visible y que se constata como una superficie de escenario social, una nueva geografía-ecológica objetiva en un sin número de detalles empíricos y objetivos, incluso medibles y con- mensurables, la modernidad, la subjetividad de sus miembros, puede hallarse en con- traposición e incluso en un estado de permanente incompatibilidad en la mentalidad

de sus pobladores.

¿Cómo salir de este dilema? ¿Dónde poder encontrar algunos rasgos de veracidad sobre la incompatibilidad o no de estas apreciaciones?

Cuando se dio esta discusión, al inicio de los noventas, no se había avanzado tan- to, en varios aspectos que posteriormente, despuntarían desmarcando en mucho estas dos posiciones. En esos momentos el avance estructural de la nueva lima, no era tan arrollador, ni el estilo de vida de sus numerosos habitantes había cambiado tanto como para poder ofrecer indicios y datos que pudieran observarse con mayor detenimiento. Al inicio de los años noventa, por ejemplo, la industria del entretenimiento o como se le conoce en la actualidad, las industrias culturales y con ello los estilos de vida globa- lizados, no se habían todavía, convertido en una rutina y en un hábito de consumo de fin de semana practicado por millones de personas como es en la actualidad. En esos momentos una estrella o pop star de ese mundo del entretenimiento no pasaba de ganar ingresos menores, y no como ahora qué en ese subsistema, si así se la puede nominar, alcanza, en su dinámica interna ingresos bastante altos, o altísimos, para el promedio nacional.

Además, el propio campo de observación, se ha ensanchado con numerosos traba-

jos que tratan de dar testimonio o veracidad a nuevos planteamientos. Aunque muchos de estos trabajos ya no retoman la polémica de la modernización y la modernidad, y sus indagaciones se encuentran dados por otras preocupaciones –la mercadotecnía de la nueva lima, las inversiones en los centros populares, los tipos de consumidores, demo- cratización o autoritarismo, integración o segregación, república sin ciudadanos, etc.- ahora, quizás, se puede apreciar con mayor nitidez, basándose en los aportes recientes sobre el tema, datos que la propia realidad cotidiana nos alcanza de cómo se puede apreciar ese dilema. Sin embargo, hay siempre que salvaguardarse, si se quiere retomar el tema con cierta verosimilitud, de las apreciaciones sumamente especulativas y hasta periodísticas sobre el caso y colocar datos que vayan más allá de lo cotidiano.

Para ello no queda más que retomar el tema desde otra posición. Vamos por lo mis- mo, a apelar al canón clásico de las observaciones sobre cultura, y apoyándonos en las viejas técnicas etnográficas de la antropologia Levi Straussianas haremos una indagación mayormente empírica. Vamos a retomar tres casos, antropológicos, como indagaciones de campo, para ver si la modernización conduce a la modernidad, o si la modernización y la modernidad se apartan.

Para resumir entendemos por «modernización» los cambios urbanos tecnológicos y por «modernidad» los cambios de mentalidad. Obviamente hay que tener en cuenta que vamos a visualizar nuestras indagaciones sobre el corto y mediano plazo, sobre lo ocurrido recientemente en lima, y cuando decimos recientemente, hacemos referencia a cinco, diez años, pues es conocido qué a largo plazo, cincuenta o más años, toda estructura termina desestructurando los códigos y las representaciones que, se supone, van de acuerdo a la influencia de pautas que la nueva estructura de la sociedad presenta.

Un primer caso de incongruencia que demuestra la compatibilidad entre tradición y modernidad vigente, es el que se puede dar entre la religión tradicional y la cien- cia. Conocido es que la ciencia desafía las viejas especulaciones tradicionales religiosas. La ciencia médica por ejemplo, teniendo como objetivo la curación del cuerpo desa- fía los designios del destino que los creadores metafísicos (Dioses) imponen sobre los Hombres. La propia medicina moderna, desde sus inicios en el renacimiento, pretende salvar la vida de las garras de la muerte y sólo se resigna, en casos extremos a la fatali- dad de lo mortal. Por eso Hyusemans, el reconocido creador de la medicina moderna con sus trabajos de vivisección de cadáveres, o lo que ahora se conoce como autopsia forense, fue declarado en su momento como un consumado hereje e incluso perseguido por sus prácticas mortuorias. Pero las nuevas tendencias curativas y el desarrollo de la industria medicinal, van en contra de esa resignación y avanza en la prolongación de la vida. De esa forma ciencia y religión tradicional terminan encontrados. Lo moderno se enfrenta a lo tradicional.

Sin embargo, eso no pareciera suceder en el Perú. Tomemos un primer ejemplo. De

las cuadrillas que cargan al Señor de Los Milagros en Lima, una de las más numerosas es la de los médicos. Pero es qué, entonces, los médicos creen en los milagros antes que en el poder de su propia ciencia. Salvar las vidas y realizar curaciones con intervenciones divinas, sobrenaturales, como en las curaciones tradicionales. No se han hecho estudios detenidos sobre este caso, pero probablemente los médicos acudan a las cuadrillas de cargadores del Señor de los Milagros más por tradición que por espíritu moderno. Pero entonces aquí la tradición y la modernidad -dos formas de concebir y de pensar- no se excluyen sino se imbrican, mezclan y fusionan.

Un segundo caso podría ser el de los feminicidios. Las estadísticas al respecto nos señalan que en Suramérica la nación con la más alta tasa de feminicidios es el Perú (2017) y que en Latinoamérica está en el segundo lugar después de Guatemala. Y esa tasa se ha producido, justamente, en los últimos ocho a cinco años. Es decir, precisa- mente, en el periodo de mayor crecimiento económico peruano (2002-2012) y tam- bién en el momento que según el INEI se reducía la desigualdad económica en el Perú desde índices que iban desde el 45.0 % al 35% como coeficiente Gini. Es decir, en el periodo en qué por el empuje económico y la democratización de la vida social, las mu- jeres más se inclinan a participar de diversas formas en la vida pública, en ese momento aflora con más fuerza el Machismo y el Patriarcalismo, concepciones sumamente tradi- cionales de convivencia social entre sexos opuestos, hasta llegar a violencias extremas.

Como si en la vida social la mentalidad del hombre peruano no pudiera tolerar, no todos por supuesto, los avances de las mujeres en la esfera pública más allá de la intimi- dad del hogar. Nuevamente la tradición se enfrenta a la modernidad. ¿Modernización sin modernidad?

Un tercer caso podría ser lo que sucede en los estudios universitarios. Conocido es que en las naciones desarrolladas y aun las que se encuentran en vías de desarrollo como la peruana, los índices de lectura de libros en las universidades deberían ser elevados. En Chile es de cinco a seis libros por semana, en Argentina se supera ese nivel y en los paí- ses desarrollados de ocho a diez libros semanales. En el Perú los índices de lectura han bajado notablemente pero no sólo en el mundo popular sino incluso en el universitario. Los libros, no en todos los casos y con debidas excepciones, han sido superados en la mayoría de universidades por el PPT y los estudiantes han bajado seriamente sus niveles de lectura. Sólo con revisar algunas bibliotecas de universidades se puede dar cuenta que muchas de las nuevas universidades o no las tienen o son de bajísima cantidad de textos. Pero esto sólo demuestra que, incluso en las universidades nos hemos quedado congelados en la tradicionalidad, es decir, en el mundo oral, pues lo propio de la mo- dernidad fue la creación de la imprenta y del libro, es decir de la lectura. Es como si en el Perú hubiéramos pasado de los tradicional-oral a la globalización-audio visual sin pasar por lo escritural-lectura. Nuevamente entonces ¿Modernización sin modernidad? Se podrán poner muchos ejemplos más -el tránsito de Lima donde choferes con máquinas muy modernas conducen como si estuvieran en zonas rurales sin reglas ni semáforos- o sea modernización automotriz con conductores con mentalidad campesi- na (en el periodo etéreo de la juventud en el Perú, la causa de mortalidad más alta son accidentes de tránsito) o la acumulación de la basura en las zonas populares urbanas

como si estuviéramos en siglos pasados.

Entre la tradicionalidad vigente y la modernización sin modernidad en la cual po- dría encontrarse la mentalidad mayoritaria nacional, una salida óptima podría ser la convivencia fructífera y no desarmonizada entre ambas tal como hemos visto, pero esa

«salida» hasta el momento no se ha podido ver como desarrollo cultural social en el caso nacional. Más bien, lo que se ha visto es que el desarrollo y la modernidad mental que la acompaña, desplaza a lo tradicional y sus ancestrales formas de mentalidad pero no la reemplaza como un acoplamiento fructífero con la modernización. Más bien esas nue- vas formas de «modernidad mental» pareciera que se asientan más sobre lo cotidiano, amorfo, privatistas, rechazando reglas de generalización social, tanto así que el tema de la anomía ronda a muchos estudiosos del tema. El problema de la modernización sin modernidad sigue vigente y retándonos sobre su solución e incluso adquiere una alta relevancia cuando se la mira a la luz de la relación forma-informal donde la segunda crece y la primera se minimiza. Pero eso se produce en periodos de largo plazo, genera- cionales, y toma un tiempo de reeducación prolongado.

En el caso nacional ese desplazamiento de la tradicionalidad por la modernidad po- dría ser muy doloroso dada la persistencia y densidad histórica de la peruanidad. Quizás

debiéramos tomar en cuenta mayormente el caso Mexicano aún con los problemas graves que presenta. En ese sentido en México la modernidad y la tradicionalidad rede- finida de sus aspectos más negativos conviven fructíferamente y producen una simbiosis entre cultura y sociedad muy rica y sugerente, obviamente en los espacios geográficos donde ello ha podido producirse. Pero ese acoplamiento fructífero mexicano que se da en el ciclo cultural que se impone desde Obregon y Lazaro Cardenas hasta los fines de los setentas parece ahora haberse agotado empujado por la «instrumentalidad» desboca- da de carteles y formas de organización social extremadamente violentas. Sin embargo, esa tarea es urgente en el caso nacional e involucra decididamente a las políticas públicas en su conjunto. Es decir, en lugar de ir por el camino de Modernización sin moder- nidad, como pareciera ser el caso peruano, que la modernización se acompañe de una modernidad ciudadana renovada y plena.


La nueva virtualidad como historia repetida


Pero, aun sin haber logrado superar esta conflictividad entre modernización y moder- nidad, que tal como decíamos fue bastante debatida y ha pasado un largo tiempo de reflexiones sociales y cognitivas desde que fuera enunciada, pero que, al final de cuentas todavía puede servirnos como un referente de explicación social cuando vemos las con- ductas de las nuevas mayorías nacionales, en las actuales circunstancias del siglo xxi se han agregado otras, que sin eliminar esa referencia anterior, incide como una sumatoria que complica aún más el debatido tema de la modernización sin modernidad.

Con el avance en el siglo xxi de las nuevas tecnologías de la comunicación traídas de la mano de la expansión de la globalización a nivel planetario, han ingresado con inusitada rapidez en el entramado social las tecnologías virtuales de la comunicación. Su presencia inicial fue tratar de superar la antiguas y tradicionales formas de comuni- cación a las cuales estábamos acostumbrados como telefonía alámbrica para pasar a la inalámbrica, al wi fi, pero pronto devino en un conjunto disperso y complejo que se expresaba en variadas formas de comunicación virtual. Desde el chat, el faceboock, el whatsaap, el instagran, el twiter, las redes, etc., hasta otras formas que van pasando des- de maneras de comunicación más serias hasta puramente de divertimento, nos hemos visto invadidos e irremisiblemente empujadas a ellos.

Pero es con lo sucedido repentinamente y de forma dramática en el año 2020 (Manrique, 2020) que prácticamente el mundo globalizado ha entrado de manera rá- pida, inusitada, presionada a la comunicación virtual en la educación masiva. Tanto en la educación escolar, universitaria, como la que permite acceder a títulos y grados superiores en los post grados, la misma se ha enseñoreado como una útil herramienta para ese tipo de educación. Dada las dramáticas condiciones que se ha impuesto en el mundo con la pandemia y sus secuelas en la vida social y, obviamente, con la prohibi- ción de la educación presencial, física y directa, por los conocidos contagios, la intro-

ducción de forma masiva de la virtualidad en la educación ha logrado presencia masiva a nivel mundial. Se la ha encontrado como una útil herramienta que podría suplir lo presencial y se ha festejado su presencia nueva y su utilización en estos tiempos. Sin embargo, detrás de sus obvias ventajas podrían encontrarse también desubicaciones y desventajas que hay que tenerlas en cuenta. ¿Cómo se relaciona eses reciente proceso virtual con la modernización/modernidad y el conjunto de implicaciones sociales que desde ahí se pueden deducir? Ahí es donde queremos apuntar incluyendo el conjunto de implicaciones e inferencia sociales que ella contiene, y eso lo veremos más adelante. Antes es necesario ubicar algunos conceptos que precisen con mayor claridad el objeto que estamos tratando.

Hace ya un buen tiempo atrás Harry Braverman (1974), un crítico de la cultura norteamericana, escribió un libro en el que señalaba, observando y analizando el espa- cio social de las relaciones fabriles que, bajo la expansión de los capitales monopólicos de los años sesenta y setenta, surgía una notable división -una fisura, una brecha- en- tre la concepción del proceso de trabajo y la operacionalización del mismo. Apelando y reanalizando a las tradicionales formas de la implantación en la administración de empresas que pioneramente había dado a conocer Henry Fayol y que se traducía en la introducción de la línea de montaje superando de esa forma el manejo clásico del tra- bajo artesanal por el trabajo masivo para la producción en serie, Braverman obtenía una conclusión sobre esa introducción en la administración empresarial fabril viendo como el capital monopolista la exacerbaba al máximo.

Esa exacerbación intensificada al máximo, Braverman la identificaba como una brecha, una fisura, insalvable que se abría entre la concepción y organización del trabajo y la operatividad y ejecución del mismo. Por un lado, los controladores de la empresa diseñaban, conceptualizaban y organizaban el trabajo de los operarios con una visión sofisticadamente técnica y llevado y conducido cada vez más por equipos de diseño sumamente reducidos y, por otro lado, los ejecutantes y operacionalizadores sentían que al final su trabajo se reducía a formas de aplicación mecánica en que a lo mucho sólo se podía destacar más por la destreza que por el pensamiento creativo. Si en la ar- tesanía, la etapa pre-manufacturera anterior a la producción en serie, la superación del aprendiz al maestro se daba por medio del aprendizaje creativo y novedoso -justamente novedosos en creatividad que al final se expresaba en el producto a obtener- ahora esa creatividad quedaba anulada y descartaba en la manufactura en serie y más aún cuando ella ingresaba a etapas de monopolización de la producción. Tal como se expresa en las creaciones artísticas el aprendiz supera al maestro por la creatividad y ella se convierte en el centro referencial que puede llevar a que lo novedoso, la búsqueda de lo nuevo sea fundamental en producción de obras de arte. Una escuela, un estilo, producto de la creación individual o grupal supera, a otra escuela y así la innovación creativa está en todo momento presente. Eso justamente quedaba de lado en la producción manu- facturera en serie monopólica. Algo de eso había sido analizado anteriormente bajo el membrete de «trabajo alienado» que se produce en el obrero al inicio de la producción

en serie fabril que se dio en Inglaterra, pero no se había explorado con tanto deteni- miento como lo logra hacer Braverman en los años setentas y setentas del siglo xx. Probablemente las nuevas circunstancias sociales coadyuvaron en ello.

Incluso Braverman era sumamente incisivo en la forma brutal en que se produce tal separación entre creatividad y operatividad pues señala que el trabajo se degrada al máximo cuando esa brecha se ensancha crudamente. Ciertamente el tema ha sido ob- servado de numerosas formas. Charlie Chaplin la expresa irónicamente y se burla de ella en su película «Tiempos modernos» donde, precisamente, se puede observar cómo los trabajadores sufren el impacto de la serialización repetitiva en el trabajo. En las ciencias sociales variadas escuelas han tratado el tema imprimiéndoles sus propias observaciones. La escuela de Adorno y Horkheimer la expresaban como la irredimible distancia que se abre entre la omnipotente presencia que la racionalidad instrumental impone sobre el conjunto de la sociedad y en especial sobre la racionalidad histórica sustantiva, pro- duciendo una colonización sobre las demás instancias de la vida social. El iluminismo produce así su propia dialéctica auto destructora como lo expresan ambos autores en su conocido texto «Dialéctica del iluminismo» (1998). Y más cercanamente a nosotros, en los años ochenta, Lyotard (1987) en su reconocido libro sobre «La condición Post moderna», vuelve a destacarla cuando señala que la alianza entre la ciencia y el capital produce una coalición de poder epistémico que reconduce a la ciencia a que su promesa de liberación se vuelva ahora una acción de opresión. Pero lo que en el fondo todos estos textos nos están diciendo es que hay un desfase, la brecha no se cierra, entre la modernización como promesa de modernidad que no se cumple y que la modernidad como saber emancipatorio no llega a las grandes masas. Lo que Bravereman veía como una brecha abierta entre los concepcionadores de la producción en serie y los operacio- nalizadores de la misma, condenados a la repetición sin creatividad, se sigue, hasta la actualidad, reproduciendo socialmente. Y en el caso nacional, y teorizado de maneras más práctica y sin la acuciosa carga teórica de filosofía social europea, se sigue reprodu- ciendo, teorizado desde Latinoamérica (Lechner, 1990), como una modernización sin modernidad.

Pero ahora el caso se dramatiza aún más con la difusión que han adquirido las

técnicas informáticas de la enseñanza virtual. Y probablemente donde eso se nota con más inusitada evidencia es en el trabajo de la docencia universitaria sin por eso quitar su influencia hacia otros tipos de docencia como es la escolar. La virtualidad en la do- cencia universitaria ha entrado, por las condiciones sanitarias por todos conocidos, con rápida efervescencia y uso mayoritario en las aulas universitarias. Se habla y se repite cotidianamente de sus bondades y es innegable que las posee. Mayor difusión, alcance masivo, superación de las distancias, enlaces globales internacionales, comunicación que supera obstáculos temporales, mayor llegada a los estudiantes, etc. Lo virtual deja de lado a lo presencial, pero al hacer eso ¿No estamos nuevamente en el dilema, en al campo universitario, lo que denunciaba Braverman en su momento? No estaremos hiriendo seriamente a la creatividad del trabajo de la docencia universitario y esa lejana

pero vibrante promesa de la reforma de estudiantil de Córdova del año 1918 la estamos dejando de lado echando al agua sucia y al niño con la bañera junto. Después de todo el lema la de autonomía de catedra que se condenso en el grito de Córdova, no era sólo la autonomía en sí misma. En esa única palabra «autonomía» se expresaba todo un estilo de innovación, creatividad, imaginación, inteligencia, modalidades de enseñanza docente. La enseñanza docente propia y única que cada docente posee y que es irrepe- tible porque cada docente es irrepetible en sí mismo. El grito de Córdova encierra no una sola solitaria palabra sino todo un estilo de quehacer y reflexión social intelectual universitario que ha dado las grandes luces de pensamiento universitario latinoamerica- no. Pero ahora llega la virtualidad y encuadra, enmarca, tecnifica, programa al docente universitario y a sus diversos quehaceres que cada docente creativamente, y en su propio estilo, ofrecía a los discentes. Y por eso mismo cada catedra era única e integraba todo un universo teórico y sugerente en si mismo. ¿Podrían en las actuales circunstancias virtuales florecer pensamientos nacionales como los de Porras, Riva Agüero, Basadre, Valcárcel, Salazar Bondy, Matos Mar, Quijano, Cotler, etc. para mencionar sólo a los de la especialidad social y con más impacto social, pero que igualmente se dan en otras disciplinas del saber universitario?

La respuesta, y hay que señalarla, es probablemente no. Esos catedráticos creaban

e innovaban mundos teóricos propios y dentro de su riqueza argumental y relacionán- dolas con el manejo de los datos sustentandores producían generalizaciones que hasta ahora son patrimonio de la esfera intelectual y opinión pública nacional. Pero para producir eso no podrían haberlo hecho programados y sistematizados, procesados y homogeneizados, standarizados y nivelados bajo pautas de programación y técnicas virtuales previamente diseñadas y difundidas desde el exterior de sus propias cátedras. En lo virtual la tecnificación aplana y neutraliza el fondo y la forma y la creatividad tiene que ceñirse a las pautas previamente diseñadas. Nueva y reiteradamente: la mo- dernización virtual no lleva a la modernidad como creatividad sino a la uniformidad difuminada masivamente.

Pero eso no significa que haya que desterrar lo virtual como tampoco glorificarla. Si el planeta en su conjunto se ve constreñido a lo virtual, si el capital, ahora en su forma virtual, es, tal como se puede observar, un instrumento de irradiación mundial y que alcanza, sobre todo en las disciplinas técnicas altos índices de rendimiento, probable- mente no produce lo mismo en las disciplinas sociales. Al contrario ahí, a esas discipli- nas, puede reducirlas en su creatividad, su autonomía y en especial en la búsqueda y análisis lógico-social del sentido social crítico que ellas llevan en sí mismas y, tal como decía Braverman, degradarlas.

Es por eso necesario encontrar, en esas disciplinas sociales en las cuales la investi- gación y las reflexiones analíticas de las lógicas del sentido de lo social son su centro de indagación -léase historia, antropología, arte, comunicación social, economía política, sociología, politología, psicología social, estudios culturales, estudios post coloniales, etcetc.- un punto de equilibrio entre las nuevas técnicas de lo virtual en la educación

universitaria y la necesaria e indispensable libertad y autonomía para la creatividad e innovación analítica. Pero pareciera que ese punto de equilibrio fundamental fuera en las actuales circunstancias arrollado sin más por la utilización masiva de lo virtual y la

«fascinación» que ella ejerce en el ejercicio de la catedra y docencia universitaria, em- pujado además, por las mercadotecnias más pedestres que mayormente se afianzan en la búsqueda de utilidades crematísticas antes que enseñanzas de calidad más allá de la lógica mercantil.

Esa ahora conocida frase que se escucha casi a diario en los claustros universitarios

«lo virtual ha venido para quedarse» que nos puede conducir a un futuro tecnocientífico que descarta sin mas lo social y lo humanístico, también nos puede conducir a caminos erráticos que desde ahora hay que preveerlos, preservando lo bueno de la tradición en la docencia universitaria. Y lo bueno no ha caminado, precisamente, por la standarización de lo virtual en la docencia universitaria. Parafraseando a Braverman, podríamos estar entrando a una degradación del trabajo intelectual social esta vez comandado por el ca- pital virtual transnacional. Y, tal como decíamos, y que es bueno tenerlo en cuenta y re- iterarlo, no podemos así mismo descartar los avances de la virtualidad en la educación, pero sin perder la importancia de la creatividad, innovación y análisis en especial en el área de lo social. La búsqueda de un punto de equilibrio entre virtualidad educativa y creatividad y autonomía intelectual debe ser un objetivo importante a tener en cuenta.


Referencias


Adorno, T. y Horkheimer, M. (1944) Dialéctica del Iluminismo. Buenos Aires: Ediciones Trotta. Braverman, H. (1974). Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX.

México D. F: Editorial Nuestro Tiempo.

Habermas, J. (1975). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Buenos Aires: Ediciones Amorrortu.

Lechner, N. (1990). Los patios interiores de la democracia: subjetividad y política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Lyotard, J. F. (1987). La condición postmoderna. Madrid: Ediciones Cátedra.

Manrique, A. (2020). El Corona Virus y su impacto en la sociedad actual y futura. Lima: Colegio de Sociólogos del Perú. https://colegiodesociologosperu.org.pe/wp-content/uploads/El- Coronavirus-y-su-impacto-en-la-sociedad-actual-y-futura-mayo-2020.pdf

Toulmin, S. (1990). Cosmopolis. El trasfondo de la modernidad. Barcelona: Ediciones Península.

En internet véase: El Montonero (2020). Entrevista a Miklos Luckacs. «Estados Unidos y el gran reinicio». Serie programas virtuales.