Significados arquetípicos del retorno a la tierra como giro epistemológico en América Ladina, tierra de pueblos mundos
Una exploración desde una ex/céntrica sociología de arquetipos en la visión de la teoría dramática de la sociedad
Gabriel Restrepo Forero Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia garestre@gmail.com
El ensayo aborda los procesos de configuración profunda de la cultura de América Ladina1 d esde la perspectiva de una sociología de mitos y arquetipos, tres de los cuales se cotejan con el hilo conductor del significado de retorno a la tierra, problemática examinada a través del tópico más que milenario del desplazamiento: Mariátegui quien guía la indagación con una célebre frase de sus Siete Ensayos («Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.»); el Inca Garcilaso de la Vega con su gesta de apropiar en una primera fase de su vida el mundo del padre español y en la segunda develar el mundo de la madre incaica; y Orlando Fals Borda en su épica por trasladar un saber universal en beneficio de una comprensión de los mundos de la vida locales. Ellos resuelven la esquizofrenia de un Bolívar atrapado en el arquetipo de Viracocha disonante de un Simón Rodríguez apegado a la Pachamama como encarnación del arquetipo de Tunupa, el Dios sufriente de los caminos.
Archetypic meanings of «the return to the earth" as an epistemological tour in Ladina America, land of worlwide people An exploration from an ex-centric sociology of archetypes
in the vision of the dramatic theory of society
The essay addresses the processes of deep configuration of the «Ladina» American culture from the perspective of a sociology of myths and archetypes. Three of which are collated through a / leitmotiv of the meaning return to the land, a problem examined through the rather than millenary topic of displacement. José Carlos Mariátegui who guides the inquiry with a famous phrase from his «Seven Essays»: «Through the
1 He insistido en sustituir el calificativo de latina de nuestra América por el de ladina como más apropiado por provenir nuestra tradición más del mundo ibérico que del romano y en particular por situarse allí la matriz de la multiculturalidad en el milagro efímero pero de mucho impacto de la confluencia de las tres culturas – sefaradí, castellana, arábiga- en el albor de la lengua romance en la Toledo del siglo xiii, misma que prefiguró la exuberancia intercultural y lingüística propia de nuestro ser colonial y republicano. El nombre de América Latina fue difun- dido en la mitad del siglo xix por un colombiano radicado en París y como parte del proyecto de Napoleón iii de intervención en América, como ensayaría con Maximiliano en México.
PLURIVERSIDAD / 15
4(2019) 15-35 | ISSN 2617-6254 | DOI: https://doi.org/10.31381/pluriversidad.v4i4.2769 | URP, Lima, Perú [Recibido 04/12/2019 - Aprobado 27/12/2019]
universal, ecumenical paths, which are so much reproached, we are getting closer and closer to ourselves;» that of the Inca Garcilaso de la Vega with his deed of appropriating in a first phase of his life the world of his Spanish father and in the second part unveiling the world of his Inca mother and finally, Orlando Fals Borda in his epic for transferring a Universal knowledge for the benefit of an understanding of the local worlds of life. They solve the schizophrenia of a Bolívar trapped in the dissonant Viracocha archetype of a Simón Rodríguez attached to the Pachamama as an incarnation of the archetype of «Tunupa», the suffering God of the roads.
Comienzo por proponer un acertijo mediante una frase cuyo autor no cito por ahora como parte del albur, pero cuyo sentido se ofrece como enigma apropiado para la in- terpretación del giro epistemológico y axiológico al que asistimos en América Ladina, como la denomino, y no solo en las ciencias sociales, sino en el pensamiento y en el sentir en general de nuestra amada región.
Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acer- cando cada vez más a nosotros mismos.
¿Qué son «los caminos universales, ecuménicos»? Y, ¿qué significa esta expresión: «nos vamos acercando a nosotros mismos»? Alejarse, acercarse. Irse, volver. Partir, retornar.
¿Se trata de un «revenue», de un ingreso? ¿Del ingreso o del reingreso producido en un regreso? ¿De ese revenue, lo producido, el producido? ¿Del capital golondrina que retorna a la capital? ¿Es acaso el revenant, lo que vuelve a venir, como se designa en francés al fantasma después de haberse alejado o de haber sido desalojado del hogar?
¿Es el Ghost, el otro fantasma, que regresa a casa como Gast, como huésped? ¿Qué es lo que retorna como fantasma, como revenant, quizás para dejar de ser fantasma, acaso para alguna anagnórisis o reconocimiento como el de Odiseo? ¿Qué se ha ganado como ingreso extraordinario en el reingreso al haber adoptado durante un intervalo que se supone largo la perspectiva de «los de afuera», frente a «los de adentro Merton (1973), quienes son tal vez aquellos que «tanto reprochan» los «caminos ecuménicos»?
La frase deja traslucir un cierto dolor, y no solo en ese ser reprochado expresado en ese inciso que acusa la mordacidad de otros quizás encaminada a provocar remordimiento:
«tanto se nos reprochan» («los caminos universales»). Un dolor en el regreso. Es decir: la nostalgia según la etimología. De quien se ha ido y ha tardado en volver. ¿A dónde?
¿De dónde?
¿Cuál es la raíz de este arquetipo? ¿Se parece por supuesto a la aventura de la ex/ centricidad de Odiseo: distanciarse de Ítaca, errar, penar, retornar? ¿Se parece? Sí se
parece, empero no es lo mismo. Más bien es otro asunto. Es semejante, pero por lo mismo es desemejante. Se parece solo para diferenciarse. Entonces, ¿es la Odisea al revés, es decir, la Eneida? ¿Se parte de la ciudad que el otro, el griego, Odiseo, destruyó para encontrar un nuevo hogar en otra tierra, Italia? ¿La imposible redención de la nostalgia del pasado se proyecta como nostalgia de algún otro lugar, de ningún lugar, es decir, de la Utopía?
Pero como es obvio que quien escribe lo hizo desde algún lugar de América Ladina y que el pensamiento encerrado en la frase ha sido enunciado por un pensador de esta región, cabe preguntar: ¿qué le diría entonces la Eneida? Si se identifica con los desterrados de Troya, ¿alabará entonces la búsqueda de una nueva estancia? Pero, ¿no concluye la inacabada épica cuando Eneas el troyano clava la lanza en el pecho de un Teucro vencido y arrodillado y urgido de clemencia, el guerrero que luchó por su tierra contra el invasor Eneas, pese a que este le propusiera una paz que de seguro el otro interpretó como «romana», es decir, armada, aun si Roma no se había erigido como realización de la utopía de los invasores? Menudo problema de lectura para un lector o lectora «mestizo o mestiza» el saber si se identifica con los desterrados o con quienes destierran, con los vencedores o con los vencidos, con los desalojados africanos o con los transterrados indígenas o con esos otros desplazados, los desperaos españoles, vencedores en la conquista.
Además, si admitimos con Dante que Odiseo, en Italia llamado Ulises, regresó por cierto a Ítaca, pero volvió luego a partir y abandonó a su anciano padre, a Penélope y al desgarrado Telémaco para llevar la guerra a otros lugares del mediterráneo, el astuto y endiosado héroe no ha de ser el modelo encerrado en la frase de entrada y quizás Vasconcelos erró al denominar sus formidables memorias como el Ulises Criollo. Se trata entonces de otro retorno que no es producto de la explotación, de una vuelta que luce definitiva por la contundencia de la expresión. ¿No es quizás más bien la de Telémaco que, cansado de seguir al padre, vuelve por fin a casa? Pero acaso Telémaco, que somos todos, aún no puede reposar porque la aldea y el globo contienden como la tradición matriarcal y la patriarcal. Todavía se vislumbra lejana la gracia entre la casa local y la casa global.
¿O es el dolido regreso a casa en esa negativo burlesco de la Odisea, la aparición del antihéroe, encerrada en el pobre hidalgo extemporáneo, Don Quijote, que a diferencia del paradigma griego no sale al mundo movido por la crematística, es decir, esa aventura de explotación de los otros y de las otras y de búsqueda de riquezas semejante a la del Rey Midas, sino con armas oxidadas de una anacrónica caballería y de una desusada caridad?
¿En suma, se retorna al hogar, Ítaca o cualquiera sea su equivalente luego de las alucinaciones de la crematística con tantas guerras y fantasmagorías y tanta pobreza dejada aquí y allá proporcional a la riqueza que se ha saqueado? ¿Se encuentra un nuevo
hogar, Italia o cualquiera sea, luego de las penas y del errar tras el destierro definitivo de la Troya perdida? ¿O se vuelve al lugar de partida, la casa de los padres, su aldea, la de la Mancha o cualquier lugar del orbe, tras los delirios producidos por tantos fantasmas apropiados de un cuerpo con alma demente para morir al menos cuerdo y en paz como Don Quijote?
Sé que se podría ir más atrás aún, al pueblo hebreo desterrado en Egipto o en Babilonia. Al periplo de Abrahám de Mesopotamia a Egipto y a Canaán. Al rondar en el desierto y atravesar el mar Rojo para alcanzar la tierra prometida y con ella sellar el fin temporal de la esclavitud. Algo hay, sí, de todas estas sagas y mutaciones, y de muchas más: la de los mongoles hacia China; la de pueblos que atraviesan el estrecho de Behring; la de los hunos, álanos y vándalos; la de los fenicios; la de los polinesios en la aventura marina; la de la primera prodigiosa y lenta diáspora africana.
Pero es mejor que me sitúe en esta región y camine en redondo en torno a un arquetipo y prototipo que me aproxima mucho más al autor de la frase expuesta como oráculo. A la luz de la extraordinaria biografía del Inca Garcilaso de la Vega escrita por Max Hernández (1991), el genial bastardo, hijo de una dama de la nobleza cusqueña y de un teniente español, realizó más que un periplo por dos continentes y por dos países: de su matria el Perú al suelo patrio, España, emprendió más bien una lenta y profunda inmersión en su psique de la superficie y huella de su padre, desde la infancia hasta la mitad del camino de su vida, y de ahí inició hasta su muerte y entierro en la iglesia de las ánimas un retorno hasta el tuétano de su madre y casi, como si al regresar en ese «viaje a la semilla», (empleo el nombre de un célebre cuento de Carpentier), en ese progreso hacia el regreso, concluyera en esa suerte de beso a su «Garcilaso’s indian mouther», ese fenomenal neologismo de James Joyce citado en la biografía y que significa la madre, la boca, el alimento, casi el útero y la lengua. Retorno a la madre, el punto de inflexión fue según Max Hernández la traducción del toscano al español del libro del sefardita neoplatónico León Hebreo Diálogos de Amor. A la inversa del español que emprendía el camino al Potosí, ese indiano que migraba de la península ibérica para «hacer las américas», en el Inca el punto de partida y el de retorno, éste imaginario, el Pirú, son opuestos puesto que parten de la periferia. Y es el mismo periplo de quien escribió nuestra sentencia: se hace el camino del mundo, los «caminos ecuménicos» para volver enriquecido a la aldea, a la penumbra de donde se ha iniciado un largo extravío por el supuesto centro de los imperios.
Pero, ¿enriquecido de qué? No de esa piedra que es el oro, que simula el sol, ni de esa
plata, que figura la luna, que más bien se sacan y sonsacan de estas tierras por los ardides de los nuevos Odiseos y de las nuevas crematísticas. Se trata de otro oro y de otro orto, otra aurora, para expresarlo en un palíndromo: el del saber destilado del mundo en tanto sabiduría universal, esa otra piedra filosofal que distingue a Melquíades en Cien
Años de Soledad tan distinta al fetichismo de los pescaditos de oro de los Aurelianos Buendía. Es la riqueza elaborada a través de otros múltiples «diálogos de amor».
Porque el Inca Garcilaso, como el neoplatónico León Hebreo apoyado en el sabio Maimónides, como el Melquíades figurado por Gabo, como el escritor de nuestra frase leen, en tanto encarnan a los pueblos mundos, como en la grama o en el gramado de la cruz. Ante todo, desde esa lectura polisémica encarnada en el pensar ecléctico, si se advierte que ecléctico deriva de ek legein, leer desde afuera, o sea desde los márgenes, en el mirador ex/orbitado de las periferias, como quien dice desde la niña de los ojos y por tanto con esa mirada estereoscópica de la coquetería. Como leía el Inca a partir de la traducción de León Hebreo, aún no solo desde el margen, sino desde los umbrales, desde abajo, desde el pie de página. Porque además traducir implica trasladar y prodigar la imaginación para comparar el aquí y el allá, lo dicho y lo no dicho, lo expresado y lo que se podría expresar, lo que nace entre líneas o como glosa en el margen. Los ojos saltan en miradas panópticas, telescópicas, diagonales, transversales, verticales, con lentes de larga y de corta vista, con telescopios, microscopios y lupas, viajan entre las líneas, se fugan entre los márgenes, escriben escolios, glosan, apuntan, subrayan, multiplican signos de admiración y de interrogación, tachan, entretejen textos y contextos de distintos mundos, dudan de lo leído, sospechan de sí mismos, se abaten, se exaltan. Es una lectura casi que en pentagrama, en claves musicales, en heterofonía y casi que en polifonía.
Lectura compleja entonces, mucho antes del advenimiento del paradigma de la
complejidad. Caos fecundo y creador de nuevos cosmos, así sean intuidos, casi soñados, entre el delirio placiente y la pesadilla. Allí, aquí, donde todos nos desplazamos, nos descentramos, nos enredamos en la con-fusión entre lo real y lo virtual; allí, aquí donde el lacaniano nudo de Borromeo que distingue nítidos sus entrelazados anillos de lo simbólico, lo real y lo imaginario se deshace como borrado por las tempestades y vendavales de la historia, porque lo imaginario, lo putativo, lo ficticio devienen más real que lo real, y lo cierto y tangible viene a demostrarse como humo y soplo; allí, aquí donde la imaginación fecunda es la mejor carta de navegación y donde no vale ninguna razón dura y terca sino ese amor al saber por el saber del amor, ese senti-pensamiento; aquí donde por estas incertidumbres ha punzado nuestro pathos, el inmenso dolor de los pueblos mundos, así también por esos poros y aún por las cicatrices no cerradas destila una razón amante y amable.
Pero he apresurado los pasos. Hay otro registro más próximo y benevolente de ese prototipo y arquetipo que fuera nuestro primer mestizo sabio, el Inca. Y no por azar es otro bastardo, de nacimiento nada engolado, «vil» se diría entonces, ilegítimo, «ruin», vulgar, como si esa nada del origen con el rotundo cero de la humildad certificara que alcanzar la dignidad es gesta, gestión y gesto y no herencia o legado de cualquier nobleza.
Hay lugares donde el pensador sospechoso puede ser escéptico frente a figuras encumbradas, por ejemplo frente a un Simón, el Bolívar. Lima es buena plaza, a diferencia de Caracas donde solo cabría la hagiografía y de Pasto donde pasaría muy bien el denuesto. Pero, ¿por qué no volver a los arquetipos, a nuestros arquetipos, y pensar que el buen, y pese a todo muy admirado, Simón Bolívar es un tanto Viracocha, en tanto que el otro Simón, su maestro, el maestro de maestros, Simón Rodríguez es más bien Tunupa, la deidad de a pie, como Elegguá un dios de los caminos, una deidad que sufre para sostener el caos siempre precario del Tawantisuyo, cuya cruz portaba, una deidad de los vencidos integrada al panteón inca y maestro como Amauta y como chasqui? ¿Qué fue lo que tanto le dolió a Bolívar del gran poema de J.J. Olmedo Canto a Junín? ¿Acaso todo el fondo de ese verso: «Oh padre sol, no abandones jamás estos lugares»?
Nunca en cambio abandonó estos lugares el andariego, don Simón Rodríguez, aquel pensador en clave de carnaval que decía: «maestro es el que sabe aprender», «aquí se han erigido repúblicas sin ciudadanos», «más nos vale entender a un quichua que traducir a Ovidio», «O inventamos o erramos». Es verdad que se alejó, hizo mundo, de Francia a Rusia y de Rusia a Inglaterra, pero regresó a donde nunca se había ido en pensamiento: a su América Ladina.
Una vez más narro un cuento que urdí para una conferencia con indígenas del macizo colombiano, cuando yo era todavía un teórico muy enjuto, y si sabía qué decir, no sabía empero cómo decirlo: es la historia de los tres huerfanitos y de los cuatro simones. El huerfanito mayor educó al menor según el libro de otro huerfanito. Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Jean Jacques Rousseau: tres sin patria que crearon cinco patrias. Abreviado el asunto de los huerfanitos, resta el de los cuatro simones, mejor dicho, de los otros dos distintos al maestro y al discípulo. Y para redondear, es necesaria una basta paráfrasis de un dicho popular: así como se dice que madre solo hay una, en cambio padre puede ser cualquier hijue´puta, así por extensión es válido decir que nación, o matria, solo hay una, en cambio Estado o patria puede ser cualquier hijo´eputa, y me excusan la expresión y además el decir que cuando me ocurren ciertas fiebres anarquistas digo que da casi igual si es de derecha, de centro o de izquierda, porque el poder es lo más igualito al poder y a mi ver es una enfermedad casi terminal de la especie.
Ya en serio, la nación fue entre nosotros primero que el advenedizo Estado, y fue obra de la mujer en una gesta que he denominado sexo-eros-tele-teológica porque la redención como blanqueamiento solo podía realizarse por una suerte de «alquimia del semen»: mujeres «bajas» copulaban con varones «altos» para redimir la descendencia de modo que una hija de «cuarterona», por ejemplo, podría ascender a «tercerona» o evitar el «tente en el aire» o el «salto atrás» .
Y, para resumir, ese bastardo y advenedizo que ha sido el Estado respecto a la primacía de la nación, deriva de la degeneración de los simones: el primer Simón, Simón Rodríguez, el nuevo Tunupa, encarnó el poder del saber; el segundo Simón, Simón Bolívar, el nuevo Viracocha, representó el saber del poder: y como nunca en la historia republicana terminaron por encontrarse el poder del saber con el saber del poder porque falta fundirlos en el amor al saber con el saber del amor, de ahí se procrearon los otros dos simones: Simón el Bobito, las guerras fratricidas, las violencias fieras; y Simón Simonía, la corrupción de lo sagrado, el tráfico privado de lo público.
Regresar, si se ha salido por voluntad, o por exilio forzado, o no pocas veces por exilio interior, el retorno del hijo pródigo a la tierra de la madre y a la madre de la tierra, henchido del saber de Pigmalión —aquel que da vida a lo inanimado mediante el amor al arte y el arte del amor— y no lastrado ni gangrenado como Rimbaud por el peso del oro del Rey Midas luego de su exilio como traficante de armas y de esclavos en África, es seguir la parábola de los pueblos mundos: es parecernos a nosotros mismos. Entregados casi en hipnosis al poder del amo cualquiera sea, en ese advenimiento del trabajo o de la obra para otros, encontramos ahora la obra del advenimiento.
No fue el sistema mundo el que parió a los pueblos mundos, sino fue el re/ nacimiento de los pueblos mundos en el dolor del exilio universal el que engendró al sistema mundo. Y la gesta que ha realizado en sus cinco veces Cien Años de Soledad esa multitud de pueblos mundos de la América Ladina ha sido aprender a aprender y aún más: aprender a desaprender con resiliencia en el parto de la construcción de la obra negra de la Casa Universal de Salomón, según el oriente de la Nueva Atlántida de Bacon, y habitar esa ínsula Barataria de la Utopía en su paciencia para destilar del pathos del desplazamiento continuo, del descentramiento y de la con-fusión entre lo virtual y lo real que ahora son atributos no ya propios sino del mundo entero, las cifras de un nuevo pensamiento para el retorno a casa, a la casa global, de una especie manipulada como rebaño desde hace 6.500 millones de años, cuando luego de dos milenios de fundación del neolítico de comunidades asentadas en la ley de la madre en mundos matriarcales regidos por deidades femeninas de la fertilidad, irrumpieran los reyes, los ejércitos, los domesticadores no domesticados y con ellos la esclavitud y las guerras.
En esta estancia, ya podré decir que la frase enunciada al inicio como acertijo se encuentra al final del libro clásico de Mariátegui, ese amauta, ese chasqui, ese urdidor de sincretismo genuino, allí sí cabe la expresión, entre mundo y aldea, entre cielo y tierra, entre Viracocha y Tunupa, entre lo solar y lo lunar, entre el mundo patriarcal y el matriarcal. Mariátegui reposa, pero nuestro camino hacia nosotros mismos es tan largo y empero tan pródigo como nuestro Pathos. Paciente es quien sabe sufrir y quien sabe que ese escultor, como el padre de Sócrates, que obra quitando lo que sobra para aligerar el alma de tantos lastres, es el mismo maestro llamado dolor, y sabe que en nuestra travesía como pueblos-mundos constituidos como indicaba Simón Bolívar en algún
pasaje como la cloaca universal, el vertedero de toda la Historia Universal de la Infamia, encierra, como toda destinación y envío un mensaje y una misión universales que no pueden ser distintos a la obra del amor en el trance y tránsito del Retorno a la tierra.
Domar al domador, amaestrar al amo, guerra a la muerte es la exigencia de este pensamiento indignado pero sereno y amante de la vida que retorna a casa, a la casa de América Ladina, a la casa global, a la ecúmene.
Y si he mencionado tantas veces el Retorno a la Tierra, es porque con ese nombre cumplo también un tributo de reconocimiento a otro maestro de maestros en este ca- mino común y para el común que estamos siguiendo: Orlando Fals Borda.
De modo preciso, parte de este camino es el que he seguido para elaborar una teoría dramática de la sociedad resumida en el primer cuadro conceptual adjunto. En breve, dicha teoría es dramática porque retoma la asociación entre teoría y teatro derivada del común verbo originario, theorein, que es contemplar a fondo o mirar a distancia, como se ha intentado aquí; pero también lo es porque postula que las pasiones y no la racionalidad son el sustrato de la acción social: así, por ejemplo, la llamada racionalidad instrumental o tecnológica puede ser una pasión desapasionada si la mirada se recorta de modo miope para enfocar una relación de medio a fin específico, pero una pasión destructiva si su uso no se somete a principios éticos de preservación de la vida, porque en el perfecto alcance de un fin se destruyen los medios y los fines de otros, por ejemplo la naturaleza donante.
Cinco mundos componen la teoría que sigue las dimensiones de la puesta en escena del teatro clásico, aunque también la teoría aspira a servir como matriz de performances sociales: mundo desconocidos que permean todo el afuera y el adentro del universo; mundos de naturaleza que limitan como sustrato nutricio a los mundos de la vida: estos son infinitos cronotopos que son nacederos de nación y de mundo e integrados por sujetos, familias y comunidades. Empero, los mundos de la vida son subordinados al mundo del sistema social globalizado en el cual los sujetos desaparecen como tales para fungir como actores escalados en función de la producción, distribución y apropiación de cuatro poderes fundamentales: político, que regula a los demás con el Estado, económico, mediático y académico. Allí se engendran los enredos y dramas más intensos y por tanto afloran pasiones sociales como la envidia, ira, orgullo, avaricia y demás. Los mundos de la vida son antípodas del mundo del sistema social globalizado y ambos son regulados por los mundos de la cultura, integrados por cuatro dimensiones analíticas, todas concebidas como significaciones. La primera: significaciones científicas, tecnológicas y técnicas; la segunda: significaciones expresivas y estéticas; la tercera: significaciones éticas: ética, moral, ideología, códigos de costumbres; la cuarta: significaciones profundas: mitos, magia, religión, imaginarios, filosofía y sapiencia. Una taxonomía fina elaborada por mí se puede ver en el anexo tercero, que ha servido para la orientación del Grupo de Trabajo número 29 del próximo congreso de ALAS.
Hay dos relaciones de causalidad: la clásica de todos los determinismos naturalistas, positivistas o economicistas, procede de la naturaleza a la cultura: pero a su vez la teoría concede extraordinaria importancia a la que proviene de la cultura: esta es causa causada pero causante, nada menos que en la ideación de la llamada realidad, siempre construida.
La teoría sirve para entrelazar mundo, nación y sujeto. Dinámica crucial de la teoría y una que anuda los distintos mundos se concentra en el proceso de socialización con- cebido de modo amplio y como un continuo (socialización primaria familiar o radical: educación informal, no formal y formal), y además como un proceso semiótico/somá- tico ya que el centro de interés es la in/corporación de la cultura (sema) en el cuerpo (soma) de los sujetos. La teoría permite concentrarse o alejarse en las cadenas de inte- racción como en un acordeón, piano, abanico o como en las escalas de Google Earth.
Una introspección muy fuerte condensada en medio siglo de llevar diarios, a tiempo con una pasión por la historia, el psicoanálisis en muy distintas vertientes y la filosofía, ha abierto la vía para relacionar la ontogénesis de un sujeto, partiendo de mí mismo, con la filogénesis de la especie, y remontarse, como se ha sugerido aquí, a etapas tan lejanas como el inicio del neolítico, hace 8.500 años o al comienzo de los imperios, visión decisiva para comprender el problema de la subordinación y del goce y transformaciones del amo y para saber que el asunto que tienen entre manos los movimientos alternativos no es sólo la liquidación de aquello que se inició con el denominado sistema mundo, sino nada menos que los rocosos sustratos provenientes de una duración geológica iniciada como he dicho hace 6.500 años, algo que forma corteza terca para el cambio.
En la última etapa de maduración de la teoría, esta se ha inclinado más por los mundos de la vida que por el mundo del sistema social globalizado y aún más, examina sus inmensas diferencias (ver cuadro número dos) para atisbar de qué modo aquel puede ser inclinado e incluso humillado en el mejor sentido: esto es, obligar al estado a situarse a ras del humus, a ras de la tierra, para poder servir a los nacederos de la nación y del mundo. Y este ha sido de modo preciso el compás de esta intervención. Con lo cual podemos retornar al principio de la misma:
Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acer- cando cada vez más a nosotros mismos.
Y todo ello, dioses nuestros mediante, derivará en una performance personal que reencarnará, aspiro, la sucesión de arquetipos que he mencionado. Para seguir los vestigios y andar y andar los caminos hacia nosotros mismos.
Pero, ¿cuál es al fin y al cabo el significado del re/torno, del revenue , del re/venant, del regreso, del ingreso o del reingreso a sí, de la vuelta de la vuelta de esta caldera del demos de la región, de esta multiplicidad producto de la deriva creada por el Gheis, la
violencia de los imperios, de estos pueblos mundos encontrados en la orfandad y en el exilio en una nueva tierra y lanzados por los huracanes y fuegos de la crematística, esto es de la codicia, la especulación y la guerra a un devenir signado por el extrañamiento, la alienación, el ser para otros, la sub/ordinación, la ex/centricidad, la ex/orbitancia en sus cinco veces Cien años de soledad2? En otros términos, ¿cuál es el rendimiento del eclecticismo, del pensar desde los márgenes y los umbrales? ¿Cuáles son el retorno y el destilado de la paciencia, cuál el rédito de ese Beguin the beguin, nuestra tonada, comenzar a comenzar en medio del pathos, con resiliencia y con esa aventura de aprender a aprender? ¿Cuál es el beneficio de esa alquimia de medio milenio en la cual la multitud regional ha laborado, primero como nación, luego como estado, con la aparente escoria del caos en busca de algún destello de cosmos?
El pensamiento pródigo y ecléctico en aluvión de generaciones ha llegado por fin al momento áureo de la recolección luego de tanta siembra. Recolección es una palabra preciosa. Proviene de volver a leer en conjunto (re/cum/legere), aunque algunos lo derivan de volver a ligar en conjunto (re/cum/ligare): pero la polisemia del término conviene en los dos sentidos: volver a releer, como Melquíades el manuscrito del destino de Macondo, o volver a religar lo disyunto y disperso: labor cercana a la religión como releer o religar (re/legere o re/ligere), aquello que se colige (co/legere, co/ligare) del caos, es esta razón expandida, esta nueva episteme obtenida por el oficio de la paciencia y de la persistencia en el haberse extraviado en el denominado sistema-mundo.
Anagnórisis, reconocimiento de sí mismo, estos pueblos mundos alcanzan en el pensamiento que despunta en este atardecer del orbe la razón de la sinrazón, la dignidad de pensar por cuenta propia para erigir su propio destino luego de su exilio como siervos de un globo narcotizado por el embeleso del Rey Midas. No se trata de borrar de un plumazo la dimensión solar del mundo, ni de anular el deslumbramiento del oro, sino de inclinar la luz y el tesoro de modo que reverencien a la Pachamama y alumbren a la multitud en este trance del mundo por la noche oscura de su alma.
El ave y el cóndor extienden sus alas y aguzan la visión en esta bendita nuestra tierra. Y como si fueran campanas tocan las imaginarias a rebato para anunciar que ha llegado la hora del homing, del regreso al recogimiento de aquellos, nosotros, los homeless que por vivir en el cuarto del servicio del inquilinato del mundo, estando y existiendo aquí nos hemos desdoblado para habitar ficticios en otro ser y en otras salas como criados. Y en tanto decoramos la estancia, entonemos los versos de J.J. Olmedo en su poema La Victoria de Junín:
2 Agradezco al colega Juan Herrera por insinuarme que este ensayo debía derivar en una conclusión más proteica, como ensayo con este y en los dos siguientes párrafos.
El sol suspenso en la mitad del cielo/ aplaudirá esta pompa - ¡Oh sol¡ ¡Oh padre!/ tu luz rompa y disipe/ las sombras del antiguo cautiverio,/ tu luz nos dé el imperio,/ tu luz la libertad nos restituya/tuya es la tierra y la victoria es tuya./
De Olmedo, J. (2010). La victoria de Junín. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Biblioteca del Bicentenario.
Fals Borda, Orlando (1986). Retorno a la Tierra. Historia doble de la Costa. Tomo IV. Bogotá: Carlos Valencia Editores.
Hernández, Max. (1991). Memoria del Bien Perdido. Conflicto, identidad y nostalgia del Inca Garcilaso de la Vega. Madrid: Siruela. Hay otra edición del Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1993.
Mariátegui. J. C. (1978). 7 ensayos sobre la realidad peruana. Caracas: Ayacucho: 232. Merton, R. (1973). Las perspectivas de ‘los de adentro’ y ‘los de afuera’; en La Sociología de la
Ciencia. Investigaciones teóricas y empíricas. Madrid: Alianza, 1973. Tomo I: 194-197.
Cuadro conceptual de la teoría dramática de la sociedad
Oposiciones típico ideales entre el mundo del sistema social globalizado y los mundos de la vida
CARACTERÍSTICAS | MUNDO DEL SISTEMA SOCIAL | MUNDOS DE LA VIDA |
Configuración | Sociedad | Comunidad |
Interacciones sociales | Impersonales y anónimas | Personales o cara a cara |
Interacciones «económicas» | Crematística, cuyo eje dominante es la especulación con el dinero sentido regulación del mundo clásico: distribución de bienes en el hogar | Oikos nomos, economía en el sentido etimológico |
Estilos de pensamiento | Abstracto | Contextual o ecológico |
Valoración de actividades | Pensamiento | Experiencia |
Modo de ordenamiento | Estructura | Communitas |
Tipo de expresión | Argumentativa impersonal abstracta | Narrativa y deíctica |
Modos de expresión | Escritura | Oralidad y visualidad primarias |
Naturaleza de los vínculos | Mecánica, compulsiva, jerárquica. | Orgánica |
Facultades humanas desplegadas | Inteligencia y razón instrumental, control del afecto | Sensibilidad y razón, senti-pensamiento, sabiduría |
Formas lingüísticas dominantes | Imperativo, orden. | Pregunta, admiración, sorpresa, coloquial, horizontal |
Modos de existencia | Ser | Estar, vivir, convivir, existir |
Tipos de saberes | Científico-tecnológicos-instrumentales | Saberes condensados como sapiencia y sabiduría |
Motivos predominantes | Interés | Afecto |
Modos de organización | Piramidal, molar, arborescente, subordinación en redes | Horizontal, molecular, rizomático, tramas |
Tipos de ética | Ética y justicia abstractas e impersonales | Ética del cuidado y de la Benevolencia |
Edad predominante | Centrada en el adulto | Centrada en todas las edades |
Orientación astronómica | solar | lunar |
Género dominante | Hombre con mujeres subordinadas | Mujer como centro y equilibrio relativo de género |
Modalidad del ser-vivir | Homo Faber | Homo-femina ludens |
Tiempos y ritmos | Lineal, estandarizados | Circular (p.e. fiestas), sorpresivo |
Tonalidad de la vida | Seria, trágica | Leve, cómica, sapiente |
Predominio de relaciones | Competitivas, individualistas | Cooperativas, solidarias |
Actuación del individuo | Actor | Sujeto |
Producción dominante | Poder, riqueza, imagen, saber tecno- científico | Vida |
Representación del cuerpo | Corporación abstracta, pero personificada | Cuerpos tangibles |
Libido típica | Libido dominandi (afán de dominar), libido possidendi (afán de atesorar), libido figurandi (obsesión por la proyección pública de la imagen y del propio discurso), libido sciendi (pasión por el saber) | Libido amandi, pasión por el amor y por la sabiduría de la vida. |
Rituales de congregación | Elitelore, por ejemplo, Bayreuth como centro mítico – Ritual wagneriano, Gesamtkustwerkspiele, juego de puesta en escena de todas las artes en el teatro | Folclore, fiesta, carnaval, Performance de todas las artes y Letras en la escena de la calles. |
Estilos de vida | Uniformados, reglamentados, controlados | Cohabitación, comensalidad, sexualidad, convivencia |
Metáforas del hilado | Urdimbre | Trama |
Dimensión dramática | Tragedia | Comedia, Carnaval3 |
Arquetipos | Quijote, Ayax, Edipo, Creonte | Sancho Panza |
Pasión | Envidia como juego de suma cero y tragedia de los comunes | Envidia localizada pero controlada por benevolencia |
Mito de Mitos | Midas convierte lo humano en cosa | Pigmalión convierte la naturaleza inanimada en naturaleza viva y en humanidad |
Resolución frecuente de la pasión | tanatos | Eros |
Tipo de reacción que provoca el poder | resistencia | Disidencia |
Tipos de intercambio económico | Intercambio desigual | Don, pagamento, devolución |
Dimensión del individuo | Actor, vida pública | Persona y sujeto |
Tipo de sexualidad | Falo-céntrica | Coquetería femenina, el contorno, Tal como se muestra en la filmografía de Tinto Brass |
División por género | Androcentrada | Centrada en la mujer |
Expresión fílmica | Pornografía | Erotismo |
Posición extrema de las parejas en la cópula Representación de la industria del sexo | Mujer arrodillada ante el falo | Hombre doblegado ante la coquetería de la mujer |
Como la elite padece la tragedia de modo excepcional, por ello su género dramático preferido es la tragedia. Como
el pueblo vive en tragedia casi durante todo tiempo, por ello mismo prefiere la comedia
Taxonomía de la teoría dramática de la sociedad
0 Mundos desconocidos
Mundo de la Naturaleza:
inorgánica,
orgánica,
«humanizada»
Mundos de la vida,
sujetos
soma: sexo, género, fisonomía
Infancia
Pubertad, adolescencia, primera juventud
Madurez
Plenitud
Lo masculino.
Lo femenino.
Lo alternativo o lo distinto
sema.
Vida secreta
Vida privada: mundos de la vida
2.2.2.3. Vida pública: mundo del sistema social globalizado: rol set
familias
amistad, amor.
comunidades
Mundo de los sistemas sociales globalizados:
poder económico
político,
mediático,
académico,
Mundos de la cultura
Significaciones científico, tecnológicas, técnicas
ciencia
tecnología
técnica
Significaciones expresivas, estéticas, eróticas y rituales
Significaciones expresivas
Significaciones expresivas lingüísticas
Habla, sintaxis, léxico, fonética
Oralidad
Retóricas, tropos
Significaciones expresivas semánticas
Estilos de vida personales
gestualidad
moda
4.2.1.2.3. belleza
Significaciones estéticas
letras
prosa: novela, cuento, relatos.
poesía.
artes o artificios escénicas o espaciales
Propias del habitar en lo externo: arquitectura, urbanis mo, escultura, vitrinas, avisos.
Propias del habitar en lo interno, Muebles, decoración, feng shui, cocina.
Teatro, performance, mimos.
Danza.
Ópera, zarzuelas.
Musicales
Audiovisuales
Fotografía
Cine
4.2,2.4.3. Televisión, melodramas, entretenimiento.
plásticas
Dibujo, pintura.
Comics, historietas gráficas.
Grafitis
caricatura
Artes totales del folclore:
fiestas y festividades
carnaval
Significaciones sexo-eróticas
Erotismo en todas sus dimensiones, cortejos, metáforas, etcétera. 4..2.3.2. Pornografía.
Recreación, pasatiempos, deportes
Rituales.
Significaciones integrativas o desintegradoras
Moral
Ética
Derecho
Ideología.
Códigos de costumbres, urbanidades.
Modos de crianza.
Significaciones profundas
Mitos.
Mistagogía
Magia.
Religión.
Imaginarios
Sapiencia
Filosofía
Anexo 4
Homeopatía de las pasiones
NEGATIVIDAD | MEDIACIÓN | CREATIVIDAD |
Sensibilidad | Entendimiento | Razón |
Pathos dolor | Pathos estético expresivo | Pathos amor al saber por el saber del amor |
El dolor es el trabajo del escultor, per via de levare, quitar y tallar. | Inteligencia como intus Legere, leer adentro. | El amor como el trabajo de la artista pintora, per via de porre, añadir y acrecer |
Tanatos, cuando el dolor consuma el obraje del restar | Crisis y enfermedad como aviso y oportunidad | Vida enriquecida por el eros. |
Pasiones tristes o violentas | Com/pasión | Pasiones alegres o calmas |
Daimon | Musa y duende | Ángel |
Gheis, fuegos violentos | Economía de la violencia | Geist, fuegos votivos |
Gift veneno | Proporción dorada, aura mediocritas | Gift regalo o remedio |
Envidia de la mala | Envidia de la buena, representación | Visión |
Hostilidad | Tolerancia | Hospitalidad |
Midas, en tanto reduce animado en metal. | Justicia distributiva. Epiqueía: justicia de la benevolencia | Pigmalión, quien da vida a lo inanimado o más vida a lo animado. |
Pharmacon negativo | La obra de la dosis, medida, sophrosine | pharmacon positivo |
Pandemia negativa4 | Purga, comprensión | pandemia positiva |
Epidemia negativa o disolvente | Catarsis, re/conocimiento como sanación | epidemia positiva |
Nigredo | Rubedo | Albedo |
Insisto en llamar la atención sobre el hecho de que tanto pandemia (pan demos, lo que afecta a todo el pueblo) como epidemia (lo que recae sobre el demos) no son en su etimología negativos como por la elipsis occidental se re- corta. Así una pandemia y una epidemia positivas pueden encarnar en la paz o en los aumentos sustanciales de la creatividad cultural.
Una breve nota sobre el camino de construcción de la teoría dramática de la sociedad y su pertinencia y relevancia
La intuición del camino hacia la teoría dramática de la sociedad cuenta ya con más de cincuenta años (julio de 1963, enero de 2019) y ocurrió en lo que he denominado momento de auto- destinación que el sujeto enuncia hacia los 17 años, cuando más allá de la pre-destinación de las generaciones de padres, madres, abuelos/as, y más allá de la destinación ordenada por padres y maestros en la crianza y en la infancia, uno se concibe a sí mismo como un proyecto de vida. Entonces escribí unas columnas con el título de CULTURA en el periódico del Seminario Menor donde estudiaba grado 10º con un sentido intuitivo aproximado a lo que luego desarrollaré paso a paso con el acento ya puesto en la causalidad de la misma en tanto constitutiva de la «realidad». Al mismo tiempo, inicié diarios que han servido de laboratorio y que he continuado con mucha regularidad en medio siglo.
Dos maestros de sociología plantearon en los años de formación retos inmensos. Darío Mesa invitaba a los estudiantes a apropiar la teoría universal de las ciencias sociales con fundamentación filosófica e histórica para recrearla en Colombia. Me ocupé durante muchos años en la tarea de centrar el foco de atención en el análisis crítico de la teoría de Talcott Parsons, pero ello ha sido complementado con un estudio de otras vertientes de las ciencias sociales, clásicas y contemporáneas, de la filosofía, del psicoanálisis, de la antropología y de la historia, actividades paralelas a una vocación literaria y artística (poesía, novela, teatro, cine, artes y ahora música en calidad de aficionado al piano) que ha sido decisiva para modular temas que por lo general orbitan fuera de las ciencias sociales, en particular los relativos al amor, a las pasiones, a la vida cotidiana.
Dicha orientación más bien teórica y en la visión del mismo maestro encauzada en lo fundamental a comprender el estado, en el que también actué en puestos de mucha responsabilidad técnica (planeación social, reincorporación de excombatientes, políticas públicas de ciencia, educación, cultura, infancia) fue compulsada por la influencia del otro maestro, Orlando Fals Borda, esta vez encaminada a la comprensión de los mundos de la vida, lo que denomino nacederos de la nación, de donde deriva la inspiración para la idea de un retorno a la tierra.
La cartografía de la teoría dramática de la sociedad fue trazada en algunos de sus principales contornos en 1981, en un ensayo «Elementos teóricos para una historia social de la ciencia en Colombia», publicada en la revista de COLCIENCIAS, Ciencia, Tecnología y Desarrollo, Bogotá, 1981 (3) 265-299 y republicada en el primer tomo de los 10 que componen la Historia Social de la Ciencia en Colombia, editado por Emilio Quevedo y publicado por COLCIENCIAS en 1993. Allí planteaba tres ideas con anticipación a lo que ocurriría luego en el mundo: primera, que la sociología de la ciencia debería inscribirse en los estudios de la cultura en su conjunto, como lo hará luego por ejemplo Bruno Latour; segundo, que la cultura constituye la realidad y
que por tanto es una dimensión causada pero causante, como lo hará luego Marshall Bergman; tercero: que valía la pena reexaminar de arriba abajo toda la sociedad desde una apuesta por la comprensión a fondo del papel constituyente o configurador de la cultura, algo que se situaría con mucha anticipación en la dirección del programa la sociología fuerte de Jeffrey Alexander.
Aunque entonces no entrelazaba la teoría con el tema del drama y de las pasiones, traducciones de teatro realizadas entonces para puestas en escena de Ricardo Tercero de Shakespeare y de Arturo Ui de Brecht con una importante compañía de teatro colombiana, el TPB, lo mismo que mis diarios y luego el estudio del psicoanálisis y el examen de la violencia me irían orientando a establecer vínculos más estrechos entre teoría y teatro, reforzados por otras experiencias con grupos teatrales.
El estudio de los arquetipos, mitos e imaginarios lo inicié en firme en los inicios de los años noventas con ensayos en torno al ladino, a la Urbanidad, a la pirámide de castas, el carnaval, las fiestas, el fútbol y la recreación, la ética, los arquetipos andinos subyacentes en Simón Bolívar y Simón Rodríguez, la publicidad, el cine, el teatro y de modo decisivo en un libro de 500 páginas que ahora publicará la Universidad Pedagógica de Tunja en torno al tema de la pentecostés y la justicia social, un libro de carácter teórico en torno a mitos y arquetipos: Fiesta, Caridad y Ahorro. Excurso sobre la idea de pentecostés en vísperas de los bis-centenarios de independencia. Estos trabajos se beneficiaron de una apropiación enriquecida de la idea de palimpsesto, originaria del formidable escritor inglés Thomas de Quincey.
La experiencia en un proyecto denominado Entresures, 2006, de triangulación de escritores jóvenes y figuras prototípicas en seis ciudades de América Latina, del cual fui uno de los dos coordinadores con la mejicana Jeannine Diego y además oficié como una suerte de etnógrafo en la visita a las seis ciudades para pulsar la atmósfera cultural de América Latina, me brindó un excelente ángulo para explorar los nexos entre literatura, sociología, imaginarios, mitos.
El tema de las pasiones, propio del teatro, lo mismo que su vínculo indisoluble entre cuerpo y mente, soma y sema, ha sido suscitado por un interés muy amplio en la socialización y consti- tución y transformación de los sujetos, por supuesto con uno de sus elementos canónicos como es la educación formal, pero en mi caso bien anclado en la socialización familiar o crianza y en sus entramados con la educación informal, próxima o telemática.
La creación de teoría apropiada y pertinente, pero a la vez relevante, no ha sido tarea fácil. Exige sortear muchas tensiones: pensamiento convergente y pensamiento divergente; introspección y extrospección; dispersión y concentración; argumentación y narración, entre muchas otras. Además, es un camino que se ha construido a contrapelo de las instituciones, no sólo sin financiación alguna, sino además con muchos obstáculos e incomprensiones, casi siempre en los márgenes de los márgenes y en la órbita de una multitudinaria soledad abisal.
El ensayo presentado corresponde a lo que podría denominarse una sociología de los mitos y arquetipos recurrentes y subyacentes en el palimpsesto de las mentalidades de América Ladina, como yo la denomino.