Revista Biotempo: ISSN Versión Impresa: 1992-2159; ISSN Versión electrónica: 2519-5697 Ceino et al.,
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INTRODUCTION
La piel de un animal es el órgano más grande del
organismo y, según la especie y la edad, puede representar
el 12-24% del peso corporal. La piel tiene varias
funciones, entre ellas actuar como barrera envolvente
y proporcionar protección frente al medio ambiente,
regular la temperatura, producir pigmentos y vitamina D,
y realizar la percepción sensorial (Merck, 1993, 2007).
Además, es vulnerable a las agresiones externas físico-
químicas y microbiológicas, reacciona con las estructuras
subyacentes y otros sistemas del organismo y maniesta
estados siológicos generales por lo cual se comporta
como un indicador de muchas afecciones sistémicas
tales como las infecciones, endocrinopatías y deciencias
nutricionales (Manzuc, 2009). Por lo tanto, la reacción
que ocurre en la dermatitis es una inamación a la piel que
puede ser producida por diversos agentes que incluyen a
irritantes externos, quemaduras, alérgenos, traumatismos,
infecciones bacterianas, virales, parasitarias o micóticas
(Aiello, 1998). El signo más común es el prurito seguido
de las lesiones cutáneas como mácula, pápula, nódulo,
pústula, vesícula, escara, escoriación, hiperpigmentación,
sura, hiperqueratosis, ulcera y otras que en muchos
casos terminan en alopecia (Scott et al., 1997).
En un trabajo realizado en el distrito de Santiago de Surco,
Lima, Perú en el año 2003, la raza canina predominante
fue la raza Pitbull y la más afectada por dermatitis fueron
los cruzados o mestizos (Mercado, 1993; Ceino, 2003).
En el distrito de San Borja, Lima, Perú, se encontró que la
raza Boxer fue la que presentó niveles altos de dermatitis,
tanto infecciosas como no infecciosas (Marcelo, 2005).
Las infecciones parasitarias de la piel suponen la mayor
parte de las enfermedades cutáneas de los perros. Por
ejemplo, la demodicosis localizada y algún caso de
queilietielosis pueden ser no pruriginosos. El diagnóstico
de una infección parasitaria puede basarse en el análisis de
la historia clínica del animal, en particular en el caso de la
sarna sarcóptica (Jubb, 1985). La dermatitis alérgica por
picadura de pulgas es la causa más frecuente de dermatitis
en perros. Las pulgas causales son principalmente
Ctenocephalides felis (Bouché, 1835) y Ctenocephalides
canis (Curtis, 1826) (Fenner, 1997; Morgan, 1999).
Se ha propuesto que todos los signos dermatológicos
asociados con la presencia de pulgas son manifestaciones
de hipersensibilidad. Las reacciones de tipo I y IV pueden
estar implicadas en la patogenia de los signos clínicos del
perro (Jubb, 1985; Merck et al., 1993; Fenner, 1997;
Morgan, 1999; Beteta, 2016).
La infección bacteriana de la piel (dermatitis bacteriana)
suele denominarse pioderma, y se clasica en primaria o
secundaria, y en supercial o profunda. Las piodermas
primarias se producen en la piel normal, no tienen una
causa subyacente aparente. Las piodermas secundarias
ocurren en la piel enferma, y habitualmente son causadas
por más de una especie bacteriana (Fenner, 1997;
Wilkinson & Harvey, 1998).
Las infecciones fúngicas se clasican según su
profundidad de forma similar a las piodermas. Así, las
infecciones se denominan superciales, subcutáneas e
intermedias o sistémicas. A diferencia de los organismos
causantes de piodermas, algunos organismos fúngicos
tienen la capacidad de comportarse como patógenos
primarios y pueden infectar el pelo y la piel normal. La
especie del patógeno también es importante en aquellas
infecciones por hongos, pero adaptados al huésped como
por ejemplo Microsporum gypseum (E. Bodin) Guiart &
Grigoraki (1928) (Mercado, 1993), que al ser geofílico
suele ser mucho más inamatorio que las infecciones por
otras especies relativamente bien adaptadas al huésped
como Microsporum canis Bodin, 1902 (Mercado, 1993).
Los desequilibrios hormonales alteran la periodicidad
normal y el inicio de la sustitución espontánea del pelo.
La naturaleza exacta de cada desequilibrio hormonal
determina que los folículos pasen a ser activos o no. La
alopecia que se observa en la mayoría de las dermatosis
endocrinas se debe a un fallo en el inicio del desarrollo
del folículo piloso a nivel de la dermis y en forma
sincronizada para un gran número de folículos pilosos.
Se pueden encontrar alteraciones como hiperqueratosis,
queratosis folicular, atroa folicular, dilatación y oclusión
del folículo, folículos pilosos desprovistos de pelo (Fenner,
1997).
La dermatitis inmunológica representa un gran porcentaje
de las enfermedades cutáneas de los animales. La dermatitis
por contacto y el Péngo foliaceo constituyen importantes
entidades cutáneas en los perros y gatos (Jubb, 1985). En
un estudio realizado por Hillier & Grin (2001) en San
Diego, California señalan una prevalencia de hasta 30%
para la dermatitis atópica. De igual forma, otro estudio
realizando en Hungria por Tarpataki et al. (2006) entre
los años 1999 al 2003 señalan una prevalencia del 66,6%
en caninos comprendidos entre los 4 meses y 3 años de
edad.
La dermatitis atópica es una dermatitis pruriginosa,
determinada genéticamente, que se asocia a