Linking the community to the knowledge of the mangosta Herpestes Auropunctatus
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comienzo del siglo XVII se han extinguido más de 600
especies (Ćirović et al., 2011; Morley & Winder, 2013;
Ćirović & Toholj, 2015). Lógicamente esto no constituye
un cuadro completo, pues muchas especies se han
extinguido sin que la humanidad tenga conocimiento de
ello. Sin embargo, cerca de las tres cuartas partes de estas
extinciones conocidas han ocurrido en islas (González,
2007; Mc Murtrie et al., 2008; Barun et al., 2013), como
consecuencia de la ocupación por colonos; las causas han
sido la sobreexplotación, la destrucción de hábitats y el
impacto causado por la introducción de especies exóticas,
que posteriormente se convierten en invasoras (Ćirović et
al., 2011; Morley & Winder, 2013).
Las invasiones biológicas son consideradas a nivel global
como el segundo motivo de extinción de especies, después
de la pérdida de hábitat (Berovides, 2009; Ćirović et al.,
2011; Morley & Winder, 2013). Estas pueden causar
graves daños a los ecosistemas, como alteraciones en
la composición de especies y en la estructura tróca, el
desplazamiento de las especies nativas y la transmisión de
enfermedades (Mc Neely, 2001). Las EEI se encuentran
ampliamente distribuidas en el mundo y están
representadas en todos los grupos de organismos vivos
y todos los ecosistemas. Los alcances y costos generados
por el impacto negativo de estas especies son enormes,
por lo que existen iniciativas globales y nacionales para
prevenirlos y atenuarlos (Watari et al., 2008; Regalado et
al., 2012; Barun et al., 2013; Morley & Winder, 2013).
Se concuerda con Armiñana et al. (2017), que muchos
animales exóticos se han convertido en mascotas y han
pasado luego, bien al escaparse o ser liberados por sus
propietarios, a ambientes naturales (Morley & Winder,
2013; Ćirović & Toholj, 2015).
El Programa Mundial sobre Especies Invasoras (PMEI)
considera al cambio climático y las EEI, como unas de
las mayores amenazas a la diversidad biológica, y ambos,
actuando de conjunto, podrían producir resultados
extremos. Por ello, «se ha identicado a las islas como
un caso especial, garantizando iniciativas de cooperación»
(CITMA, 2015). Sin embargo, esta última es una temática
sobre la que existe poco conocimiento en la población.
La Estrategia Nacional para Prevenir, Controlar y
Manejar las EEI en la República de Cuba 2012–2020,
cita innumerable evidencias que ejemplican su efecto
negativo. Por ejemplo, los especialistas consideran
que especies de mamíferos como el perro Canis lupus
familiaris Linnaeus, 1758, el gato Felis silvestris catus
Schreber, 1775 y el cerdo Sus scrofa Linnaeus, 1758 han
provocado la extinción de especies nativas y alteraciones
en las cadenas trócas en numerosos lugares (Berovides,
2009; Armiñana et al., 2017).
Según Armiñana et al. (2017), la EEI más documentada
en las Antillas es la mangosta Herpestes auropunctatus
Hodgson, 1836, introducida en Cuba antes de 1882
procedente de Jamaica, constituyendo una de las
26 especies a trabajar por el Proyecto GEFPNUD
«MejorandolaprevenciónycontroldeespeciesExóticas
Invasoras en ecosistemas vulnerables cubanos».
El 13 de febrero de 1872, se introdujeron nueve
mangostas (cuatro machos y cinco hembras) en Spring
Garden Estate, Jamaica, directamente de Calcuta, India,
por W. B. Espeut (Espeut, 1882). El éxito inicial en la
supresión de poblaciones de ratas en Jamaica dio como
resultado la exportación de mangostas a otras islas del
Caribe, incluidas Cuba y Puerto Rico (Espeut, 1882).
Para Barun et al. (2013), se han introducido mangostas en
más de 64 islas en todo el mundo, y Horts et al. (2001),
aseveran que se ha establecido en al menos 29 islas en
todo el Caribe, y la mayoría de las introducciones se han
producido antes de 1900.
Veron et al. (2007) aseveran que la mangosta es un
oportunista diurno omnívoro nativo de partes de Medio
Oriente, India y Asia. Sin embargo, Borroto (2011), es
más preciso al plantear que este animal es originario del
norte de Arabia Saudita, Irak, Irán, Pakistán, Afganistán,
desde el norte de la India hasta el extremo sur de China,
Nepal, Bangladesh, Burma, Tailandia, penínsulas de
Indochina y Malaya, las islas de Hainai y Java.
Numerosos autores han dedicado su esfuerzo al estudio de
la biología y ecología de la mangosta (Mulligan & Nellis,
1974; Nellis & Mc Manus, 1974; Gorman, 1975; Ebisu
& Whittow, 1976; Nellis & Everard, 1983; Csurhes &
Fisher, 2010; Borroto, 2011; Armiñana et al., 2017).
En los estudios realizados del contenido estomacal de
la mangosta se ha detectado la presencia de restos de
lagartos del género Anolis, odios, moluscos, insectos,
arácnidos, ranas, plumas y cáscaras de huevos de aves;
además ratas, ratones, caña de azúcar y frutas (López et
al., 2012, Hernández et al., 2017).
La mangosta se encuentra invadiendo todo el
archipiélago cubano, siendo más abundante en la zona
central y occidental del país y en diferentes ecosistemas.
Actualmente se localiza en algunos ecosistemas de