Revista Biotempo: ISSN Versión Impresa: 1992-2159; ISSN Versión electrónica: 2519-5697 Arce-Rojas
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no lo son tanto pues es posible apreciar en los animales
manifestaciones de cultura, de conciencia, de inteligencia,
de interés de orecimiento, especialmente observables en
animales de categorías taxonómicas “superiores”. En una
perspectiva radical para el pensamiento moderno se arma
que los bosques piensan (Kohn, 2013; Rivera, 2016).
Basado en el reconocimiento de la sintiencia animal se
está promoviendo el reconocimiento de los derechos de la
naturaleza, movimiento que nació en el Ecuador pero que
ya está ganando la adscripción de varios países del orbe.
La separación entre naturaleza y cultura da cuenta de
una ontología occidental que oscurece más que aclara la
comprensión de los procesos vitales (Miller, 1998; Latour,
2005; Ingold, 2012; Descola, 2012, 2014; Kohn 2013,
citados por Skewes & Guerra, 2016, p.64). La ontología
dualista-cartesiana, separa al objeto del sujeto (Castro,
2005; Castro & Grosfoguel, 2007, citados por Almanza,
2015, p.103). Al respecto Rodríguez-Zoya (2011, p.15)
menciona que la ciencia clásica se erige sobre un postulado
ontológico de simplicidad en el que la naturaleza está
cosicada y es independiente del sujeto cognoscente. En
contraste el concepto de socioecosistema permite superar
operativamente estériles dicotomías naturaleza-cultura
(Escalera & Ruiz, 2011, p.131).
No todos comparten la posibilidad de un estudio de los
bosques como socioecosistemas. Por ejemplo, Posada
(2014, p. 79) menciona que las ciencias sociales y
las ciencias naturales son inconmensurables en tanto
los objetos de estudio de las ciencias sociales son
ontológicamente subjetivos mientras que los objetos de
estudios de las ciencias naturales son ontológicamente
objetivos, es decir su modo de existencia es independiente
de los sujetos.
Como mencionan Ruiz & Serna (2016) la realidad no
puede existir de manera independiente de los seres que la
componen; tampoco es una mera construcción social. Por
su parte Machado (2016, p.205) arma que “la naturaleza
al mismo tiempo que es real, es política e histórica
discursiva, perspectiva que se aleja de las concepciones
antropocéntricas que anidan en las ontologías planas del
positivismo y del constructivismo posestructuralista”.
A partir de las discusiones sobre las relaciones entre
naturaleza y cultura se tienen las siguientes posiciones: i)
somos naturaleza, ii) somos naturaleza y cultura al mismo
tiempo (no existe naturaleza), iii) a veces somos más
naturaleza y a veces somos más cultura.
En este estudio de la ontología de los bosques no puede
faltar la ontología relacional de los pueblos indígenas sobre
los bosques. Para los pueblos indígenas existe una relación
de continuidad entre las personas y los bosques (Ingold,
2012; Valqui et al., 2014). Es así que las personas pueden
establecer comunicación con plantas, animales o incluso
con lo que desde la perspectiva occidental son entidades
inanimadas como las montañas o las lagunas llamadas
por Marisol de la Cadena como seres tierra (Rozzi, 2004;
Ingold, 2012; Skewes & Guerra, 2016; Tola, 2016).
También es posible que las personas puedan convertirse
en plantas y animales y éstos en personas (Arce, 2019c).
Para los pueblos indígenas los bosques pueden ser la
parentela y pueden reconocer a los espíritus o dueños de
los bosques (Gasché & Vela, 2011a,b). Por ello para poder
aprovechar sus dones se debe pedir permiso y reciprocar.
En esta relación de respeto solo se extrae lo estrictamente
necesario para la satisfacción de las necesidades de la
familia, no más allá. Para los pueblos indígenas el bosque
es la vida misma. Es interesante reconocer que este tipo
de pensamiento no solo es para los pueblos indígenas de
América sino que también lo encontramos en la historia
europea en la que los árboles eran vistos como símbolos,
como morada y como signicados (Hageneder, 2009,
p.21). El pensamiento mítico de los pueblos indígenas
no debe ser subestimado como prelógico en tanto
constituyen formas en las que las comunidades organizan
su mundo. Además es importante reconocer que la
ciencia no está libre de mitos, de metáforas y losofías
(Del Campo, 2017; Viguri, 2019).
No obstante, hay que reconocer que diversos
procesos históricos, económicos y sociopolíticos están
inuenciando en el sentido de debilitar la ontología
relacional de los pueblos indígenas y los condiciona
a adoptar en mayor o menor medida la ontología
disyuntiva (Huertas & Chanchari, 2011; Valqui et al.,
2014). En otros casos simplemente la relación estrecha
entre bosques y pueblos indígenas ha desaparecido y se
mantiene más en el discurso que en la práctica.
Para las comunidades andinas los bosques pueden ser
espacios salvajes, oscuros y tenebrosos o pueden ser
espacios para la obtención de recursos para la vida
humana (Van Dam, 1986). Cuando los andinos se
trasladan a la Amazonia en busca de tierras mantienen
esta concepción de andinización de los bosques, lo que
implica transformar los bosques en paisajes agropecuarios.
Ahora bien, estas intervenciones no solo responden a
necesidades personales o familiares sino que están sujetas
a consideras geopolíticas y económicas de carácter más
global.
En líneas generales se puede armar que aunque se
mantienen las ontologías relacionales de los pueblos