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Revista Biotempo: ISSN Versión Impresa: 1992-2159; ISSN Versión electrónica: 2519-5697 Traviezo-Valles
En zonas humildes, rurales e indígenas de Venezuela,
donde viven los grupos más vulnerables, ante la crisis
económica y la dicultad al acceso a medicamentos, se
ha “popularizado”, desde hace varios años, la ingestión de
la Creolina (cuatreo gotas en medio vaso de agua) como
tratamiento contra la amebiasis intestinal y el combate
de otros microorganismos productores de diarreas en
humanos (Luizetti et al., 2012; Diéguez, 2018).
Aunque esta concentración y dosis, es muy baja (≤ 1%)
hay que recordar que la Creolina es catalogada por los
fabricantes como un “desinfectante de uso veterinario,
peligroso para la salud humana” ya que su ingestión
(vía oral) puede llegar a producir destrucción de
tejido conjuntivo, irritación del tracto gastrointestinal
(quemaduras), náuseas, vómitos, dolor abdominal,
diarrea, malestar, depresión del sistema nervioso central,
colapso cardiovascular, cianosis, convulsiones, coma y
la muerte (Luizetti et al., 2012; Silva-Lima et al., 2013;
Linares & Peñaloza, 2014; Muñoz et al., 2016; Alcendra,
2017; Diéguez, 2018; Antonino-Carvalho et al., 2019).
Igualmente, su ingestión ha sido relacionada
con el desarrollo de cáncer, daño hepatorenal,
ictericia, leucopenia, trombocitopenia, alteraciones
en la reproducción e incluso, se ha demostrado,
experimentalmente, que su ingestión en ratones induce
alteraciones en su ADN (Luizetti et al., 2012; Silva et al.,
2013; Alcendra, 2017).
Es por esto que el uso indiscriminado de la Creolina ha
sido prohibido en varios países del mundo, entre ellos
Paraguay, debido a los daños a la salud humana y daños
al medio ambiente (Linares & Peñaloza, 2014; Alcendra,
2017; Diéguez, 2018).
La usanza de la Creolina también ha sido aplicada
“empíricamente” en Brasil, para contrarrestar los efectos
del veneno de serpientes (antiofídico) en bovinos y
pequeños animales, lo cual, en estudios en ratas, ha
demostrado que resulta inútil contra el veneno de
Bothrops jararaca (Wied-Neuwed, 1824) ya que por sí
solo no tiene ningún efecto (Antonino-Carvalho et al.,
2019).
De la misma manera, se ha reportado, el uso empírico
de Creolina, en el tratamiento de la tungiasis, Tunga
penetrans (Linnaeus, 1758) y de la pediculosis, Pediculus
humanus (Linnaeus, 1758), el cual podría ser efectivo por
la acción insecticida de la misma, pero donde no se toma
en cuenta la absorción de los compuestos químicos por
la piel, lo cual podría desencadenar consecuencias tóxicas
sobre los humanos tratados. En México la Creolina es el
tercer producto (no medicado) más usado popularmente
para el tratamiento de la pediculosis cápitis (Linares &
Peñaloza, 2014; Muñoz et al., 2016; Diéguez, 2018).
Este uso “popular” de la Creolina, sin prescripción
facultativa o supervisión médica, produce un aumento
de intoxicaciones, tal como lo reportado en Colombia
donde los efectos tóxicos por ingestión de Creolina, se
ubicaron como el octavo motivo de consulta entre los
años 2008 al 2012 en individuos de todas las edades
(Linares & Peñaloza, 2014).
En conclusión, la Creolina no es un “medicamento”
de uso humano y aunque su acción germicida pudiera,
rápidamente, solventar un grave problema de diarrea
(amibiasis o salmonelosis), su acción tóxica sobre el
organismo (efectos inmediatos o secundarios) podría
traer graves problemas de salud en pacientes de estas
comunidades desasistidas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Diéguez, M. 2018. Usan creolina y kerosene para
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