Varroosis in beehives of Apis mellifera
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INTRODUCCIÓN
Alrededor del mundo, el interés del hombre por las
abejas comenzó con la caza y el robo de las colonias
de abejas silvestres, que se encontraban en huecos de
troncos o en hendiduras de las piedras (Alaux et al.,
2010). La miel tenía valor no solo como producto
comestible, sino por sus usos en la medicina popular
(Berkelaar et al., 2001; Mitzman, 2012; Pritchard,
2016; Cheruiyot et al., 2018). Se ha observado y
estudiado la abeja con el n de aumentar la producción
de la miel y facilitar la cosecha (Medina-Flores et al.,
2014a; Kurze et al., 2016; Beaurepaire et al., 2017;
Eliash & Mikheyev, 2020).
El desarrollo de esta actividad ha alcanzado niveles
importantes y ha avanzado a pasos agigantados
(Prandin et al., 2001; Anido et al., 2012; Noel et
al., 2020). La producción apícola es una actividad
que produce importantes benecios en el desarrollo
agrícola y forestal mediante la acción polinizadora de
las abejas, contribuyendo a aumentar la productividad
del sistema de explotación y acrecentando la diversidad
biológica (Adjlane et al., 2013; Abdelkader et al., 2014;
Hamiduzzaman et al., 2017; Mondet et al., 2019).
El estado sanitario de las colmenas es tanto más
satisfactorio cuando mejor se adapten a los factores
ecológicos (Sanabria et al., 2015; Kirrane et al., 2018;
Ali & Ghramh, 2021). La adaptación incompleta se
maniesta por la disminución del rendimiento y por
la predisposición a las enfermedades. Los factores
ambientales adversos que inuyen de una manera
determinante sobre la resistencia de las colonias
están cimentados en las condiciones climáticas y
meteorológicas (Neumann & Carreck, 2010; Allam
et al., 2021), así como en las medidas que toma el
apicultor y en la forma de adaptación que manieste
el insecto.
Las enfermedades de las abejas causan, anualmente,
serias pérdidas en la producción apícola y en muchos
casos ocasionan hasta la muerte de las colonias (Murilhas,
2002; Tamura et al., 2013; Eliash & Mikheyev, 2020;
Allam et al., 2021). Uno de los problemas más serios
que atraviesa el sector apícola es Varroa destructor
Delnado & Baker, 1974 (Acari: Varroidae), un ácaro
capaz de deprimir nueve funciones principales para
el buen funcionamiento de las abejas (Ramsey, 2018;
Allam et al., 2021; Ali & Ghramh, 2021). Este ácaro se
alimenta, principalmente, del tejido corporal graso de
Apis mellifera Linnaeus, 1758 (Hymenoptera: Apidae),
también conocida como abeja europea o melífera, un
órgano en los insectos que cumple una función similar
al hígado humano, haciéndolas más susceptibles a la
aparición de infecciones secundarias (Uchida, 2011;
Arechavaleta-Velasco et al., 2012; Kiprotich et al.,
2020).
El ácaro V. destructor causa anualmente serias pérdidas
en la producción apícola, y está considerada la principal
amenaza para la apicultura mundial (Harris & Harbo,
2001; Dahmane, 2020; Eliash & Mikheyev, 2020). Su
gran importancia estriba en las numerosas pérdidas de
colonias que provocan anualmente (Potts et al., 2010;
Uchida, 2011; Dahmane, 2020; Noël et al., 2020;
Allam et al., 2021) y por afectar la producción de
miel (Medina-Flores et al., 2014a). Por ello debe ser
controlada regularmente para evitar dichas pérdidas
(Harris & Harbo, 2001; Abdelkader et al., 2014;
Kirrane et al., 2018).
Este ácaro fue descubierto en la Isla de Java en colonias
de Apis cerana Fabricius, 1793 en el año 1904 por
Edward Jacobson, posteriormente fue detectado en
Rusia y Japón (1958), en China (1960), en Europa y
Norte de África en el año 1967 y 1982, respectivamente
(Dahmane, 2020; Roth et al., 2020).
En Cuba, desde el reporte de ácaro V. destructor
en 1996, la varroasis tuvo un comportamiento en
extremo agresivo (Martínez, 2007; Guzmán-Novoa
et al., 2010a), con una elevadísima mortalidad de
colmenas y serias afectaciones de las sobrevivientes en
las provincias de Mayabeque, Artemisa, La Habana y
Matanzas (Paz et al., 2008; Bande et al., 2009).
En el período 1995-1996 las producciones de miel
en La Habana y Matanzas se redujeron drásticamente
(BAP, 1996). Un año después, en Villa Clara ocurrió
algo similar (BAP, 1997), sin embargo, en la provincia
Granma, el ácaro Varroa Oudemans, 1904, detectado
a nales del 1999, no produjo el gran impacto
y agresividad, como se observó en las provincias
occidentales y centrales del país (BAP, 2000).
Su control exclusivo con sustancias químicas trae
consigo diversos inconvenientes y, aunque en Cuba
existe un sistema de lucha integrada, en el último
trienio se han importado 156,000 tratamientos por
valor aproximado de 462,000 € (Valle et al., 2010;
Dobrynin et al., 2013).
Si tenemos en cuenta, que el ácaro V. destructor se ha
convertido en la plaga más grave de las colonias de
abejas en todo el mundo (Floris et al., 2020; Kiprotich