Revista Biotempo: ISSN Versión Impresa: 1992-2159; ISSN Versión electrónica: 2519-5697 George Argota-Pérez
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La ciudad de Wuhan (China) fue escenario en diciembre
de 2019 del coronavirus (COVID-19) y ocialmente, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró, el 11
de marzo de 2020, emergencia de salud pública con pro-
pagación pandémica. Sin embargo, un mes antes, más de
100 millones de personas a nivel global, ya estaban in-
fectadas y alrededor del 20% habían muerto. Muy pron-
to, la pandemia se trasladó a Europa y luego, América
(WHO, 2020), donde la enfermedad respiratoria que se
desarrolla, causó la muerte a numerosas personas de la
tercera edad y que padecían de comorbilidades (Chen et
al., 2020). Ante la tasa exponencial de contagios e índices
de letalidad que a diario se observaban, entonces diversas
medidas de control biosanitarias se dictaminaron en casi
todos los países (Gössling et al., 2020; Atsız, 2021).
Meses después, los casos seguían aumentando y en julio
de 2021, la Universidad Johns Hopkins (UJH) (2021),
noticó más de 180 millones de casos de la COVID-19.
Ante la situación de angustia solo la esperanza de vida
al parecer, era la obtención de vacunas y hasta un año
atrás, más de 100 tipos de vacunas contra la COVID-19
se desarrollaban, pero ninguna hasta su fecha fue aproba-
da (Koirala et al., 2020). Aunque, existían autorizaciones
como inmunógenos de emergencia, empezó a generali-
zarse sus administraciones; no obstante, la distribución
no era equitativa. Por ejemplo, una estadística indicó, que
alrededor del 23,4% de la población mundial se había in-
yectado al menos una dosis y solo el 0,9% correspondían
a los países de ingreso bajo (OWDC, 2020).
Con el transcurso del tiempo y dada la fase de meseta en
la curva de propagación del síndrome respiratorio agudo
severo (SARS-CoV-2), ciertas medidas de bioseguridad
se exibilizaron y empezó a ser, una opción para la mayo-
ría de las personas pensar, a convivir con la COVID-19
(Bradbury & Isham, 2020). Los resultados nefastos de
la COVID-19 continuaban en las sociedades, economías
locales, regionales y nacionales, así como en la propia sa-
lud pública donde la vida seguía "asediada" y pudo en-
tenderse, que tal situación signicó una gran evolución al
desastre humanitario (Burki, 2020; Lancet, 2020). Países
de América Latina enfrentan la COVID-19 desde polí-
ticas de emergencia (Millán et al., 2020), pero la tasa de
infección y mortalidad cada vez aumentan (Chakraborty
et al., 2021).
Para enfrentar, tan compleja situación de salud, diversos
inmunógenos biotecnológicos se producían entre univer-
sidades y empresas farmacéuticas, así como por centros
e institutos de investigación donde las vacunas ARNm
BNT1162b2 (desarrollada por Pzer, BioNTech, Fsun
Pharma, EE.UU), ARNm-1273 (desarrollada por Mo-
derna, EE.UU), AZD1222 (desarrollada entre la Uni-
versidad de Oxford y la Empresa farmacéutica británico-
sueca AstraZeneca, Reino Unido y Suecia), Sputnik V
(desarrollado por e Gamaleya National Center, Rusia),
COVIV (desarrollado por Sinopharm y el Instituto de
Productos Biológicos de Wuhan, China), CoronaVac
(desarrollado por Sinovac Biotech, China), Abdala (desa-
rrollado por Centro de Ingeniería Genética y Biotecnolo-
gía, Cuba – primera vacuna de Latinoamérica) se encon-
traban a la vanguardia, según los reportes de porcentajes
de efectividad inmunológica; pero la paradoja era que las
pruebas de descarte del virus, y que probablemente se
realizan en todo el mundo su coste de aplicación variará
de modo considerable de un lugar a otro (Trudeau et al.,
2021).
Por otra parte, en el Perú vía llamada telefónica celular
se contactó a 22 personas que resultaron vacunadas con
una segunda dosis y el 100% indicó, ausencia de pruebas
moleculares y/o antígeno para corroborar su estado
inmunológico, independientemente del tipo de vacuna
que recibió, pero una observación causó interés, pues
los "inmunizados" con la vacuna COVIV (con imagen
conceptual por Sinopharm) esperaban "mejor suerte"
de inmunizarse con la vacuna ARNm BNT1162b2
(con imagen conceptual por Pzer). Al mostrarse tal
observación, dos razones pueden surgir:
Primero
Si se analiza el porcentaje de efectividad para dos de
cualquiera de las vacunas (ej.: A y B) se esperaría lo
siguiente:
- Caso 1: porcentaje de efectividad de A > B
- Caso 2: porcentaje de efectividad de A = B
- Caso 3: porcentaje de efectividad de A < B
Puede pensarse, que la vacuna A presentó 2 de 3
probabilidades a seleccionarse en comparación con
la vacuna B; sin embargo, el análisis no estaría en este
balance, pues la vacuna A al igual que la B, quizás tendría
la misma probabilidad de elección durante la pandemia
y, por tanto, tal comparación no sería entre ellas, sino
en valorar, que la vacunación es la mejor opción para
inmunizarse.
Segundo
Desde el punto de vista metodológico una de las hipótesis
de investigación sería: