Methodological stereotypes in scientic writing
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INTRODUCCIÓN
Durante siglos, inmerso en su actividad intelectual e
investigativa, y motivado por la necesidad de conocer
el mundo en su integridad, el hombre de ciencia ha
ido obteniendo un conocimiento exacto y razonado –
cientíco– que le ha permitido, incluso, poder denir la
propia ciencia: “forma de la conciencia social; constituye
un sistema históricamente formado, de conocimientos
ordenados cuya veracidad se comprueba y puntualiza
constantemente en el curso de la práctica social […], con la
teoría del conocimiento, con el método de investigación”
(Rosental & Iudin, 1965). Dígase que, “investigar es
indagar para descubrir algo […] es realizar actividades
intelectuales y experimentales de modo sistemático con
el propósito de aumentar los conocimientos sobre una
determinada materia” (DRAE, 2015).
Ahora bien, “la ciencia se ramica en lo que se conoce
como distintos campos o áreas de conocimiento,
donde los distintos especialistas llevan a cabo estudios y
observaciones, haciendo uso de los métodos cientícos,
para alcanzar nuevos conocimientos” (Enciclopedia de
Conceptos, 2017); entonces, ese macrosistema de la
ciencia está integrado, a su vez, por diferentes ciencias
que han denido su objeto de estudio de manera concreta
y particular, sin perder, por supuesto, su relación con el
gran sistema. Véase:
“Las Ciencias Naturales pertenecen a las ciencias fácticas
–reales, ciertas–, porque se basan en los hechos, en lo
experimental y material, por tanto, son aquellas que en
su investigación actúan sobre la realidad. Dichas ciencias
se preocupan por la naturaleza, física, química, biología,
geología…” (Jaramillo, 2019).
Por otro lado, “el subgrupo al que las ciencias humanas
pertenecen es al de las ciencias fácticas: la separación se
produce por la naturaleza del estudio, que en este caso
no es sobre elementos ideales sino por elementos que se
pueden observar, y de los que habitualmente no pueden
realizarse leyes generales derivadas de la deducción sino
razonamientos ligados a la inducción, a partir de la
observación de hechos o casos particulares, se inere sobre
la generalidad […]” (Enciclopedia de Ejemplos, 2019).
En cuanto a las ciencias sociales, su objeto de estudio
está vinculado a las acciones y el comportamiento de
las personas en sociedad. Ahora bien, aunque existan
matices para diferenciar las ciencias sociales de las ciencias
humanas y sus límites no estén tan exactamente denidos,
los autores opinan que ambas se identican por su esencia
(Gándara, 2017). Ello puede apreciarse en las deniciones
que ofrecen los autores acerca de la “lingüística” –ciencia
incluida tanto en las humanas como en las sociales–:
“La lingüística es una ciencia social compleja, con un
objeto de estudio muy rico: el lenguaje, que ha transitado
por una evolución del análisis de este desde diferentes
posiciones y ángulos de apreciación” (León et al., 2017).
Otros consideran que “la lingüística se mueve en el terreno
de las humanidades de manera obvia, dado su objeto de
estudio, y sus problemas guardan relación con la losofía,
la psicología, la pedagogía, la sociología y con la historia;
sus métodos, por otra parte, son anes en bastantes
dimensiones a los de las llamadas ciencias naturales.
Entonces, la lingüística, como cualquier ciencia, se centra
en estudiar y explicar las leyes que mandan en el lenguaje”
(Martín-Butragueño, 2014). Así, “la lingüística ha de
ser una ciencia humana que, como toda ciencia, adopte
su metodología al objeto de estudio y no al revés […]”
(López, 2019).
Por su parte, los autores arman que “el lenguaje es la
gran creación humana, el instrumento esencial de la
comunicación y base del desarrollo social; pues es,
precisamente, el lenguaje, el medio de expresión de la
ciencia y el arte; sobrada causa para su estudio y cuidado”
(López et al., 2019a).
Partiendo de esas premisas, se puede apreciar la relación
investigación-ciencia-lenguaje, aspecto fundamental en
el que se basa este trabajo. Puede decirse, entonces, que
muchas son las preguntas que se hacen los investigadores
en la búsqueda de los conocimientos cientícos: una
de ellas es “¿por qué?”; interrogante muy vinculada a la
necesidad, interés y curiosidad del ser humano desde
sus primeros años de vida, pues posibilita establecer las
relaciones de causa y efecto. Es por ello que los “porqués”
acompañan siempre al hombre en su quehacer cotidiano
(familiar, laboral, profesional...).
Sin duda, las repuestas al “porqué” y al “cómo lograrlo”
deben basarse en la interrelación de la ciencia lingüística
con la metodología de la investigación, pues ello
permite conocer cientícamente la razón de dichos
procedimientos, así como los principios y recursos
lingüísticos pertinentes en cada caso. De esa manera,
se ensancha el espectro cognitivo del profesional de la
ciencia, lo que favorece su labor al continuar incorporando
esos patrones, pero ahora de manera consciente (Biber &
Gray, 2010; Ansarifar et al., 2018). De ahí que el hombre
de ciencia necesite de una cultura cientíca integral para
su quehacer investigativo: