Se hizo una revisión bibliográca de la literatura publicada sobre los aspec-
tos socioculturales de la menstruación en la edad media. Para ello, se analizó
diversas publicaciones y se resumió los aspectos más relevantes. La iglesia jugó
un papel determinante en la edad media, al tratar de dar explicación a este fe-
nómeno siológico en la mujer. Esta explicación relacionaba la menstruación
con lo sobrenatural y, por lo tanto, se consideraba a la mujer una intermediaria
del diablo. Además, la mujer debía obedecer a lo que dijera la Iglesia sobre este
tema, de lo contrario, sería considerada una bruja y estaría viviendo en pecado.
Palabras clave: menstruación, edad media, edad moderna.
A literature review of the published literature on the socio-cultural aspects
of menstruation in the middle ages. For this, various publications are analyzed
and the most relevant aspects are summarized. The church played a key role in
the middle ages, to try to give an explanation for this physiological phenomenon
in women. This explanation linked menstruation with the supernatural, and
therefore, the woman was considered an intermediary devil. In addition, the
woman had to obey what the Church say about this, otherwise it would be con-
sidered a witch and would be living in sin.
Keywords: menstruation, middle age.
PAIDEIA XXI
Vol. 4, Nº 5, Lima, agosto 2014, pp. 213-224
Resumen
Abstract
ASPECTOS SOCIOCULTURALES DE LA
MENSTRUACIÓN EN LA EDAD MEDIA
Gunther Balarezo López
Gunther Balarezo López
214
PAIDEIA XXI
La Edad Media, es el período de la
historia europea que transcurre desde
la desintegración del Imperio Romano
en el siglo V (aproximadamente 476)
hasta el siglo XV (aproximadamente
1492). En él, a pesar de que el modelo
galénico de la medicina sobrevive, es
la Iglesia la que juega un papel cen-
tral, al considerar los trastornos de la
salud, sobre todo en la mujer, como
producto de la voluntad sobrenatural
del diablo. El pecado se constituye en
la raíz de todo mal y la confesión es
el procedimiento terapéutico para evi-
tarlo. En ese contexto general, predo-
minan dos tendencias sobre el peca-
do y su resolución: por un lado, está
la postura inquisitorial, que anima
a identicar y capturar los herejes y
brujas para su tratamiento, la cual
puede llegar a la tortura y quema; por
otro lado, están los que animan a ale-
jarse del pecado de un modo más per-
sonal y humanitario.
En tal sentido, con respecto a la mens-
truación, en la Edad Media se tiene las
siguientes creencias:1-17
Se calica la menstruación como
un residuo peligroso, que un cuer-
po sano tiene que evacuar porque
su retención puede producir enfer-
medades.
Las autoridades médicas creen que
los demonios se producen a partir
de la sangre menstrual y hacen re-
ferencia a la inuencia que ejerce
la luna sobre los ciclos menstrua-
les.
Si el hombre realiza el coito con
una mujer menstruante puede en-
fermar, sobre todo si realiza dicho
coito en la posición contraria a la
marcada por la naturaleza: la de la
mujer arriba.
La mujer es más vulnerable y débil
que el hombre ante las enfermeda-
des, debido a que no es capaz de di-
gerir completamente los alimentos,
siendo los restos de esta digestión
incompleta lo que se evacua con la
menstruación.
Se cree que si las mujeres mens-
truantes tocan la carne o la man-
tequilla, esta ya no es comesti-
ble. También se asocia a la mujer
menstruante con el basilisco (ani-
mal al cual se atribuye la propie-
dad de matar con la vista).
El hijo que es engendrado duran-
te la menstruación, nacería con el
pelo rojo, con todas las connotacio-
nes peyorativas que se vinculan a
ese color.
La mujer, en el período menstrual,
puede transmitir veneno a través
de la mirada; para ello, el aire tie-
ne la función de intermediario y de
conducto entre los ojos y el ser u
objeto.
En ciertas obras y comedias, se
utiliza la sangre menstrual como
excusa para mostrar el vicio de
la lujuria en las mujeres, quienes
aducen dicha astucia para apartar
a sus maridos y así quedarse algún
tiempo más con sus amantes.
Teólogos escolásticos (movimien-
to teológico y losóco que inten-
ta utilizar la losofía grecolatina
clásica para comprender la reve-
lación religiosa del cristianismo),
mencionan que “No se permite a las
Aspectos socioculturales de la menstruación en la edad media
215
PAIDEIA XXI
mujeres visitar una iglesia duran-
te su período menstrual o después
del nacimiento de un niño. Esto es
porque la mujer es un animal que
menstrua”. Además, las mujeres no
deben llevar la comunión a los en-
fermos y deben permanecer fuera
de la iglesia luego de que dejan de
menstruar. Finalmente, dicen que
las mujeres no pueden tocar los va-
sos sagrados.
La mujer es vista como un va-
rón imperfecto, que a causa de su
frialdad no puede cocer la materia
primera procedente del alimento
ingerido, corrompiéndose y dando
lugar a vapores infectos o humores
corrompidos, que al no eliminar-
se a su debido tiempo producen el
envenenamiento de todo el cuerpo.
Este proceso se ve aumentado en
las mujeres al poder acumular ade-
más un nuevo elemento destructivo
e impuro: la menstruación, cuando
no se ve regulada por las expulsio-
nes periódicas. La mujer se con-
vierte en un ser acostumbrado a
vivir con su propio veneno, que ex-
pulsa regularmente, contribuyendo
así a su purgación y cura.
Se considera a la menstruación ve-
nenosa, de allí que el cuerpo nece-
sariamente requiera purgarla cada
mes.
Los libros sobre la historia de la
naturaleza dan unos poderes des-
tructivos a la sangre menstrual. Si
dicha sangre menstrual es reteni-
da en la matriz, produce una serie
de vapores venenosos que ascien-
den hacia el diafragma, el corazón
y nalmente la cabeza, siendo la
causa de muchas de las enferme-
dades casi especícas de la mujer:
la histeria y la epilepsia, junto con
los síncopes.
La menstruación es un residuo,
que tiene analogías con el semen
de los hombres. Por tanto, produ-
ce un debilitamiento como en los
hombres, si cabe mayor, puesto
que expulsan el esperma mensual-
mente, con lo que no pueden crecer
tanto y son mucho más débiles. El
hecho que se produzcan menstrua-
ciones implica que no puede tener
esperma.
Hay diferencias físicas debido a
que la menstruación de la mujer
para los hombres, es un signo de
debilitamiento que conrma que no
tiene esperma y, por lo tanto, eso
las caracteriza de una impotencia.
En casos de ausencia de menstrua-
ción en la menopausia, genera el
nacimiento de pelos en la barba de
las mujeres, y el mito de la mujer
barbuda. La barba caracteriza al
hombre, que es cálido y seco, frente
a la mujer que es fría y húmeda.
Según tratados médicos, cuando
las mujeres llegan a la menopau-
sia no dejan de producir sangre
menstrual, sino que simplemente
pierden la capacidad de expulsarla.
Esa sangre menstrual se acumula
en sus vientres y de ella nacen unos
vapores venenosos invisibles e ino-
doros que van ascendiendo por los
canales del cuerpo hasta los ojos,
por donde nalmente se expulsan.
Por eso, no debe permitirse que las
Gunther Balarezo López
216
PAIDEIA XXI
ancianas miren a los niños peque-
ños, porque pueden infectarlos con
esos vapores venenosos y causarles
la muerte.
Se cree que la menstruación es una
inferioridad y pecaminosidad de la
mujer, por lo que en otras cosas,
durante el período, tienen prohibi-
do asistir a ceremonias religiosas.
La sangre menstrual no solo re-
sulta peligrosa para quienes están
en contacto con las mujeres, sino
también para ellas mismas, porque
la acumulación de esta sustancia
en la matriz provoca enfermedades,
tales como la suffocatio matricis
(sofocación de la matriz), así como
infecciones oculares infecciosas.
Con la Santa Inquisición, la mujer
es perseguida porque se relacio-
na a la doncella menstrual con el
diablo. En tal sentido, a los hom-
bres se les tiene prohibido tocar a
la menstruante. Se considera a la
menstruación como un síntoma de
una enfermedad desconocida; por
ello, a la mujer se le considera en
esos días como “enferma o mala”.
Entre los mayas (siglos III al XV),
se creeque para que las semillas
crezcan y dén buenos frutos, el
sembrador necesita estar comple-
tamente desnudo y debe eyacular
sobre las semillas; más tarde, si la
planta no da frutos, es regada con
sangre menstrual. Esto se debe a
que como la mujer procrea hijos,
con la menstruación la planta pue-
de fructicar. Además, según el ca-
lendario lunar, los mayas relacio-
nan la menstruación con la luna.
Cesáreo de Arles (470-543), en su
sermón XLIV, retoma las posicio-
nes de San Jerónimo: “Si alguno
conoce a su mujer cuando está en
sus reglas, o no se contiene el día
dominical o en otras solemnidades,
entonces los niños concebidos nace-
rán leprosos, epilépticos o quizá de-
moníacos”.
El Papa Gelasio I (494), menciona
que las mujeres menstruantes no
pueden servir en el altar.
El Concilio de Epaon (517) decreta
que no se ordenen mujeres diáco-
nos en esa región. La razón es el te-
mor de que las mujeres que mens-
trúan profanen el altar.
San Isidoro de Sevilla (560-636),
en su Etimologías, menciona: “… Al
contacto con esta sangre los frutos
no germinan; se agrian los mostos;
se marchitan las hierbas; los árbo-
les pierden su fruta; el hierro se ve
corroído por el moho; los bronces se
vuelven negros. Si los perros comen
algo que ha estado en contacto con
ello, se vuelven rabiosos. Y el betún
asfáltico, que no se disuelve con
hierro ni con agua, se desmorona al
punto cuando es salpicado por esta
sangre. Después de varios días de
menstruación, el semen no es fecun-
dable por falta de sangre menstrual
que pueda regarlo…”.
San Isidoro hace la relación entre
la sangre menstrual y la leche ma-
terna: “La sangre utilizada para la
nutrición del útero va a las mamas y
adquiere la calidad de leche”.
El Sínodo Diocesano de Auxe-
rre (588) decreta que las mujeres
Aspectos socioculturales de la menstruación en la edad media
217
PAIDEIA XXI
menstruantes deben cubrirse las
manos con una tela “dominical”
para poder recibir la comunión.
El Sínodo de Rouen (650) prohíbe
a los sacerdotes poner el cáliz en
las manos de las mujeres que es-
tán menstruando o permitirles dis-
tribuir la comunión a los enfermos.
El Obispo Timoteo de Alejandría
(680) y Teodoro de Canterbury
(690) ordenan que las mujeres que
menstrúan no puedan recibir la
comunión, el bautismo o visitar la
iglesia en Pascua.
El Canon II del Concilio de Trullo (692)
prohíbe a las mujeres menstruantes
acercarse al altar y comulgar.
El obispo Teodolfo de Orleans (820)
dice: “Las mujeres deben recordar
su enfermedad y la inferioridad
de su sexo; por tanto, deben tener
miedo de tocar cualquier cosa sa-
grada que está en el ministerio de
la Iglesia”.
Abu Bakr Muhammad ar-Razí
(844-926), ilustre médico islámico,
famoso en Europa con el nombre
de Razés, cree que el feto al na-
cer arrastra consigo del claustro
materno una especie de “pecado
original”: la “materia morbosa”, la
cual, a causa del cese de la mens-
truación durante los nueve meses
del embarazo, se habría acumula-
do en el cuerpo de la madre y que,
al igual que la espuma, debe ser
apartada del zumo durante su fer-
mentación; así, la sangre debe ser
puricada de la “materia morbosa”
mediante la eliminación de ésta por
la piel del mujer.
Abu Alí al-Husain Ibn Siná (980-
1037), llamado Avicena en Occi-
dente, menciona que las aguas
que contienen alumbre suprimen
la menstruación excesiva, pero ha-
cen que las personas propensas a
ebres, lo sean aún más. También
menciona que el agua caliente es
beneciosa para las enfermedades
de la mujer, porque evoca la mens-
truación.
En el 1012, Avicena en su libro El
Canon de la Medicina (también co-
nocido como el Canon de Avicena),
se especica que si la sustancia
retenida es sangre menstrual, el
peligro es que degenera en locura,
puesto que la sangre contiene los
cuatro humores, y si se encuen-
tra el humor melancólico en forma
abundante se propaga al cerebro y
provoca locura.
Entre los siglos IX y XI, en algunos
penitenciales cristianos, se aprecia
la pregunta en la confesión a las
mujeres sobre la utilización de la
sangre menstrual para enamorar
al marido.
La Souda (enciclopedia del siglo X),
menciona que el lósofo Heraiskos
es tan sensible a la inuencia de
la menstruación, que sufre de ja-
quecas si oye hablar a una mujer
menstruante.
La mayoría de los penitenciales
prohíbe la entrada de la mujer im-
pura en el templo y las relaciones
sexuales durante este período. El
penitencial de Burchard de Worms
del siglo XI dice: “¿Te has unido a
tu esposa durante sus reglas? Si lo
Gunther Balarezo López
218
PAIDEIA XXI
has hecho, harás penitencia diez
días a pan y agua. Si tu mujer ha
entrado en la Iglesia después del
parto, antes de haber sido puri-
cada su sangre, ella hará peniten-
cia tantos días como habría debido
abstenerse alejada de la Iglesia. Y
si has copulado con ella esos días,
harás penitencia a pan y agua du-
rante veinte días”.
En la Escuela de Salerno (siglos XI
y XII), el texto que más se centra en
las enfermedades de las mujeres De
Mulierem Passionibus es el atribui-
do a Trótula, se menciona que “…
el ujo menstrual opera una espe-
cie de regulación del temperamento
femenino. Mientras que en los hom-
bres el calor dominante se atempera
mediante el sudor, en las mujeres la
humedad excesiva es purgada por
las menstruaciones, que el vulgo lla-
ma ores, pues al igual que los ár-
boles no producen frutos sin ores,
de la misma manera las mujeres sin
ores no pueden concebir…”.
Trótula menciona “estar con la or”
para denominar la menstruación,
basándose en la metáfora en que
los árboles no producen frutos sin
ores y las mujeres no conciben sin
menstruación. Cuando la mujer no
está embarazada, la menstruación
sirve fundamentalmente para ex-
pulsar los residuos que no han sido
objeto de una posterior cocción,
falta de calor o falta de actividad fí-
sica más intensa, como se supone
sucede en las hembras de otras es-
pecies. Esto lo atribuye a una espe-
cie de regulación del temperamento
femenino, ayudando a eliminar la
humedad excesiva.
La sangre menstrual sirve para ali-
mentar al feto durante el embara-
zo y el periodo de lactancia: “una
vez que el niño ha venido al mundo,
toda la sangre menstrual reuye a
las mamas por una modicación del
sistema circulatorio que fue un enig-
ma para los autores medievales”.
Trótula también se ocupa del con-
trol de la natalidad, estipulando
que el mejor momento para la con-
cepción es el último día de la mens-
truación.
Otro integrante de la Escuela de
Salerno, Constantino el Africano,
en su manual Viaticum menciona
sobre la menstruación: “La causa
de esta pasión es la abundancia
de esperma y su corrupción. Apare-
ce cuando las mujeres no realizan
el coito con el hombre: entonces el
esperma aumenta, se corrompe y
se transforma en un veneno. Las
viudas son las que más sufren, so-
bre todo si han tenido varios hijos.
Lo mismo les ocurre a las jóvenes
cuando llegan a la pubertad si no
tienen relaciones con hombres. En
efecto, el esperma se acumula para
ser expulsado, al igual que en los
hombres, cuando la naturaleza así
lo pide. Cuando la mujer no tiene
relaciones con hombres, el esperma
se acumula y nace un vapor que
sube al diafragma, pues el diafrag-
ma y la matriz están unidos, y como
el diafragma está unido a las partes
superiores y a los instrumentos de
la voz, la sofocación aparece”.
Aspectos socioculturales de la menstruación en la edad media
219
PAIDEIA XXI
En los tratados Viaticum de Cons-
tantino el Africano, o el texto de
Trotula De Mulierem Passionibus,
se menciona que el coito es visto
como el modo más efectivo para
provocar la expulsión de la sangre
menstrual acumulada. Pero el coi-
to es solo moralmente lícito cuando
se practica dentro del matrimonio.
En tal sentido, las viudas y las jó-
venes solteras están expuestas a
los riesgos provocados por la acu-
mulación de sangre menstrual en
la matriz. Por ello, a estas mujeres
se les recomienda requerir los ser-
vicios de una obstetrix, para que les
aplique ungüentos en los genitales
con movimientos circulares a n de
permitir la expulsión de la materia
nociva. Estas, por así llamarlas,
masturbaciones controladas, son
aconsejadas por médicos tan im-
portantes como Arnaldo de Vilano-
va y Johannes de Gaddesden.
En el siglo XII, la supuesta “impu-
reza ritual” de la mujer, entra en la
Ley de la Iglesia través del Decre-
tum Gratiani (1140), la cual se con-
vierte en ley ocial de la Iglesia en
el año 1234, siendo una parte vital
del Corpus Iuris Canonici (Código
Canónico), que tuvo vigencia hasta
1916, en el cual se especica que
las mujeres durante su período no
pueden recibir la comunión, y si lo
hacen es sobre una “toalla de euca-
ristía”, o en la lengua. No pueden
entrar en la iglesia; no pueden bau-
tizar; no pueden tocar los objetos
sagrados; no pueden llevar puestas
vestimentas sagradas; no pueden
ser ordenadas y no pueden cantar
en la iglesia.
Durante el imperio de los incas
(siglo XIII al siglo XVI), la primera
menstruación se festeja en una ce-
remonia llamada quicochico, y, en
ella, el hermano de la madre, al que
dicen casa, cumple con el rol más
destacado.
En el siglo XIII, Pedro Hispano, en
su obra el Thesaurus Pauperum
(Tesoro de los Pobres), recoge una
receta anticonceptiva de la medici-
na popular, la que contiene bajo el
epígrafe “De Impedimento Concep-
tus”, como comerse una abeja o un
corazón de ciervo, pasar por enci-
ma de la sangre menstrual de otra
mujer o untarse con ella.
En Thesaurus Pauperum, también
se recomienda para las hemorra-
gias genitales de las mujeres colo-
car en la boca de la matriz estiér-
col de cabra y cabezas de puerros
bien machacados, así como hacer
un emplasto con ranas muy bien
calcinadas, mezcladas con pelos
de liebre, estiércol de ésta, caldo de
cabeza de vaca bien cocida y gusa-
nos de la tierra.
En Europa, se cree ampliamente
que la sangre menstrual impide
germinar los cereales y agria los
jugos, hace que el hierro sea ata-
cado por el moho, que los objetos
de bronce se ennegrezcan y, ade-
más, tiene la propiedad de disolver
la cola de betún. La proximidad de
la reglante hace que se estropeé
la masa del pan, que no se ligue
la pasta de buñuelos y rosquillas,
Gunther Balarezo López
220
PAIDEIA XXI
que crezca el hollín en las calderas,
que se marchiten las ores y que
huyan las abejas de las colmenas.
Además, es convencimiento gene-
ral que los enfermos empeoran si
se les acerca una mujer reglante.
En España, se cree que la mujer
durante la regla es capaz de provo-
car con sus ojos acciones malécas
por infección; en Argamasilla de
Alba y otros pueblos castellanos, es
habitual pensar que si una mens-
truante mira o toca a un niño, le
produce “mal de ojo”.
Santo Tomás de Aquino (1225-127,
mira como falta el uso del matrimo-
nio durante la menstruación, por
cuanto esa circunstancia grave ex-
pone al peligro de engendrar hijos
leprosos o monstruosos.
A nales del siglo XIII e inicios del
XIV, el tratado De Secretis Mulierum
(Secretos de las Mujeres), la creen-
cia en el carácter tóxico de la sangre
menstrual es lo que lleva a su au-
tor a aconsejar a los hombres que
no mantengan relaciones sexuales
con mujeres que tienen el periodo.
En este mismo tratado, el autor
aconseja sobre la acumulación de
la sangre menstrual en la matriz de
las jovencitas, que se deje libre a las
mujeres para se acuesten con quien
quieran: También en el Tratado se
menciona que: “Y en ese caso es
perjudicial acostarse con ellas, por-
que los niños que sean concebidos
en ese momento tienen tendencia a
desarollar epilepsia y lepra , porque
dicha materia (la sangre menstrual)
es extremadamente venenosa”.
En otro pasaje, el autor advierte
que realizar el acto sexual con muje-
res menstruantes, conlleva el riesgo
de contraer lepra. Además, dice que la
mirada de una mujer puede empañar e
incluso teñir de color sangre los espe-
jos: “Si una mujer tiene ujo menstrual
y durante ese tiempo se mira en un es-
pejo, en dicho espejo aparece como una
nube de color de sangre. Y si el espejo
es nuevo, difícilmente se podrá limpiar
del espejo ese enrojecimiento”.
La Escuela Montpellier del siglo
XIV, explica en el tratado anónimo
Tractatus de Sterilitate sobre la re-
tención de los menstruos: “Si cau-
sa la esterilidad la sofocación de la
matriz, procédase como sigue. Pri-
mero hay que saber que esta afec-
ción se produce de dos modos: por
retención de los menstruos o por su-
presión del esperma femenino. Si la
causa es por retención de los mens-
truos, provóquesele como hemos
dichos antes [si se debe a causa
cálida, como ocurre en el caso de la
sangre o de la cólera, hay que san-
grarla primero en la vena hepática
y después resuélvanse y púrguen-
se los humores con una decocción
de ores de violeta, borrajas y ci-
ruelas…]. Se dice que esta afección
sobreviene sobre todo a viudas y
doncellas. Así pues, la mujer que
padezca sofocación de la matriz,
cualquiera que sea la causa de la
que provenga, utilice este lectuario:
cinamomo, cardamomo, macis ana
tres, dracmas, pimienta larga, jen-
gibre ana cuatro dracmas, comino,
clavo, azafrán ana dos dracmas,
Aspectos socioculturales de la menstruación en la edad media
221
PAIDEIA XXI
espliego, ámbar gris, agácolo ana
una drama, musgo o supositorio de
azucena, grasa de pato, semillas de
ortiga ana cuatro dracmas. Con es-
tos ingredientes hágase una mecha
e introdúzcase”.
La cultura azteca (1325-1520) cree
que para renovar la “vida” del sol,
las mujeres han de ofrecerle su
sangre menstrual (y la sangre del
parto).
A mediados de siglo XIV, la mens-
truación se vuelve un tema usual en
los procesos inquisitoriales: “Una mu-
jer de Lucerna conesa haber dado a
su marido su sangre menstrual como
poción amorosa, pero cuando él murió
poco después, ella rehusó creer que su
magia fuera la causa de su muerte”.
En 1491, El Compendio de la Hu-
mana Salud o Fasciculus Medicinae
de Johannes de Ketham, se men-
ciona los casos en los que la mujer
tenga algún desarreglo en su emi-
sión, dichos humores corrompidos
degeneran en un veneno superpo-
tente, causante de graves trastor-
nos, e incluso de su propia muerte.
Y, ¿qué ocurre cuando la mujer lle-
ga a la menopausia? Será entonces
cuando al desaparecer sus emi-
siones mensuales, dicha materia
queda encerrada en el organismo,
contaminando todo su cuerpo, pu-
diendo incluso envenenar a los que
la rodean.
También se menciona que los hijos
engendrados durante el período mens-
trual nacen con las más graves enfer-
medades de la época: lepra, varicela
y sarampión. Las relaciones sexuales
en el período menstrual son muy ries-
gosas por la impureza de la sangre y
porque puede nacer un feto dañado.
Por último, Ketham menciona que
el problema es en los periodos de
embarazo o lactancia, ella puede
tener mayores deseos sexuales en
virtud del incremento de su ca-
lor corporal por la retención de la
menstruación y el desbordamiento
de su imaginación por el recuerdo
de los placeres pasados.
Durante el Renacimiento (siglos
XIV al XVI), los bonzos (monjes bu-
distas) de oriente aseguran que la
menstruación es una señal de la
ira celestial.
Los inquisidores de nes de la edad
media, Heinrich Kramer y Jaume
Sprenger, en su obra Malleus Ma-
lecarum, mencionan que las mu-
jeres menstruantes por su propia
sonomía son más aptas para los
pactos con el diablo, encantamien-
tos y malecios. Este planteamien-
to se mantiene hasta el siglo XVI.
El médico Bernardo de Gordonio
menciona que “cuando una mujer
que no ha dado nunca a luz se le
retira el ujo menstrual y no pue-
de encontrar este camino para sa-
lir afuera, le sobreviene una enfer-
medad; algunas mujeres cuando
tienen una cantidad abundante de
ujo menstrual retenido en su ma-
triz durante dos meses, llega éste
al pulmón después de la retención
y sufren todos aquellos síntomas
descritos en el caso de la tisis, no
siendo capaces de sobrevivir. Al
cabo de tres meses ésta mejorará
Gunther Balarezo López
222
PAIDEIA XXI
si logra eliminar el ujo menstrual
antes retenido. Si no es así, le ocu-
rriría lo siguiente: sufrirá sofocos de
vez en cuando e igualmente tendrá
ebre, temblores y dolor en la región
lumbar”.
CONCLUSIONES
Desde el comienzo de los tiempos,
la menstruación ha tenido un halo de
misterio para la humanidad. No hay
explicaciones satisfactorias aún hoy,
del por qué las mujeres requieren este
evento siológico para mantener la
fertilidad, no necesario en otras espe-
cies de animales mamíferos.
El tabú de la sangre menstrual era
algo muy difundido en casi todas las
civilizaciones y desde tiempos remo-
tos. Había innumerables ritos y cere-
monias alrededor de los días de regla,
severas restricciones y gran cantidad
de leyendas sobre los efectos pernicio-
sos que produce en los hombres y en
el entorno de la mujer.
Entre los numerosas creencias so-
bre la menstruación durante la Edad
Media, los más frecuentes son prohi-
bir a la mujer asistir a ceremonias re-
ligiosas, mantener relaciones sexuales
y preparar alimentos (sobre todo para
su pareja); advertir al hombre sobre
las consecuencias de tener relaciones
sexuales con una mujer menstruante;
lo que la mujer no puede tocar; resi-
duo procedente de los alimentos que
es necesario expulsar; que la sangre
menstrual es un líquido peligroso o ve-
nenoso que puede ser utilizado como
ltro amoroso y los que le coneren a
la regla poderes mágicos.