Presencia Africana en el Perú
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PAIDEIA XXI
conformación de nuestra identidad,
se muestra el zapateo negro, el landó,
el panalivio, el alcatraz y otros ritmos
negros amestizados que forman parte
de nuestra autopercepción nacional y
han sido asumidos por el mundo de
la música criolla. Hoy consideramos
como nuestros a Arturo “Zambo”
Cavero, como a Lucha Reyes, a Rosa
Guzmán, a Susana Baca, voces de
oro; así como a Carlos Hayre, Félix
Casaverde, Victoria Santa Cruz,
Nicomedes Santa Cruz y familia,
Victoria Villalobos.
En nuestra memoria está presente
el primer equipo de fútbol del Perú en
ser fundado. Inevitable recordar a José
María Lavalle, aquel a quien la Guar-
dia Republicana le tocaba una mari-
nera y Lavalle la bailaba dominando
la pelota, sin que ningún adversario
se la pudiera quitar; el salto felino de
“Manguera” Villanueva, la habilidad y
caballerosidad de un Vides Mosquera,
el cabezaso fulminante de Valeriano
López, siempre secundado por don
Guillermo Barbadillo, el pique veloz de
Juan Joya o Félix Castillo, la velocidad
y el taponazo de Alberto Gallardo,el
dribling endiablado del Nene Cubillas,
el carácter entrador y demoledor de
Perico León, acompañado del cerebral
Pitín Zegarra, y la cintura ruletera de
Julio Baylón, por mencionar a algunas
guras del primer deporte nacional.
Hay mucho de esta herencia en
nuestra modalidad de jugar el fútbol,
como de bailar. No podemos prescin-
dir del landó, del alcatraz, del pana-
livio, como aquello que nos viene del
trópico cercano, como las guarachas
y guajiras cubanas (en las voces de
Bienvenido Granda, Ibrahim Ferrer,
Benny Moré, Vicentico Valdés, Celia
Cruz), buenos en la guaracha como
en los boleros cantados por Olga Gui-
llot, Toña La Negra y otros, los que son
parte de nuestra cultura cotidiana y
recuerdos.
En literatura, “Matalaché” de Enri-
que López Albújar, da vida a ese se-
mental negro, inmenso, cuya función
de procrear generaba temor en el mun-
do blanco, por la fantasía y supuesta
mayor potencia sexual de negro. Tam-
bién novelas, como “Piel de fuego” del
cineasta Federico García Hurtado, los
relatos y ensayos de Luis Roca Torres
en el valle de Saña, o Micky Gonza-
les en el Carmen, con su Akundún. El
diplomático José Diez Canseco desta-
ca con “Estampas mulatas” así como
“Monólogo desde las tinieblas” de An-
tonio Gálvez Ronceros, Gregorio Mar-
tínez y “Canto de sirena” o su “Tierra
de Caléndula”; los personajes Tirilo
y Carita en “Duelo de caballeros”, de
Ciro Alegría, además de las obras de
Julio Carmona y Rafael Santa cruz.
El mismo Mario Vargas Llosa nos pre-
senta al negro Bermúdez en su novela
“Conversación en la Catedral”.
En el Perú, país intensamente mes-
tizo, en el mes morado, la costumbre
del Señor de los Milagros es negra.
En sus orígenes consistía en sacar al
Señor de los Temblores para aplacar
a Pachacamac, que lidiaba con Cuni-
raya y Pariacaca y la tierra temblaba.
Igualmente, los santos peruanos más
populares representan las antinomias
blanca-negra, una es blanca como