El autor plantea que África es la cuna de la humanidad y en ese sentido,
todos seríamos afro-descendientes. Podríamos hablar de una África árabe y una
negra. Nuestra vinculación con este continente procede de los invasores europeos
que llegan a nuestros territorios en 1532. Ellos habían tenido ocho siglos de
dominación árabe en sus reinos. Desde entonces multitud de expresiones de
la cultura y vida africana se dan en nuestras culturas inuyendo en nuestra
multiculturalidad, multilinguismo y mestizaje. Así hay que considerar el
álgebra, matemáticas, ajedrez; la alimentación y sus ingredientes; música, baile,
literatura, deportes.
Palabras Clave: África, Perú, cultura, afrodescendiente.
África is the origin of the mankind . In that sense, we all are afro-descendants.
There are an arabian Africa and another negro Africa. We received their
inuence since european invasion over our country in 1532. Since then, many
african elements have a big inuence on our multicultural conguration. We
can consider the algebra, mathematics, the chess; ingredients of food; music,
dancing, literature and sports.
Key words: Africa, Perú, culture, afro-descendant
PAIDEIA XXI
Vol. 3, Nº 4, Lima, diciembre 2013, pp. 150-159
Resumen
Abstract
PRESENCIA AfRICANA EN EL PERÚ
Eduardo Arroyo
Presencia Africana en el Perú
151
PAIDEIA XXI
Hablar de África es hablar de cosas
mayores. Es referirse a la cuna de la
humanidad, a los primeros homínidos
encontrados en el corazón de dicho
continente, sea en Kenia, en Kinshasa,
en El Congo, en Uganda, en Zaire, en
Tanzania con antepasados humanos
de 4’000,000 años a.C.
Los javaneses con sus 600,000
a.C., o el Sinantropus Pekinensis, de
medio millar de años de antigüedad,
y los europeos del 250,000 a.C. al
25,000 a.C., son más recientes.
Inuenciados por su antigüedad,
todos llevamos en nuestro ADN
elementos de la herencia africana,
más las mujeres cuya estructura
mitocondrial las lleva a tener la
capacidad de almacenar mayor
trascendencia del pasado. En un
sentido amplio pues, todos somos
afro-descendientes.
África es un continente inmenso.
Los europeos mirando el mundo desde
su particular ubicación geográca y
haciendo gala de su reconocida visión
eurocéntrica, tuvieron cerca del Mar
Mediterráneo a la zona del Magreb
(Marruecos, Mauritania, Argelia, Libia)
que en una época fue una sola unidad
territorial, y denominaron Medio
Oriente a los territorios que colindan
con el Asia (Egipto, Arabia, Irak,
Irán, Qatar, Omán, Sudán, Palestina,
Israel, Jordania, Siria, Líbano),cuna
de las primeras grandes civilizaciones
sedentarias y de las religiones
monoteístas: judaismo, islamismo y
cristianismo.
No sería incorrecto proyectar una
África árabe y una África negra.
Los tiempos antiguos recuerdan
en el África norte una gran movili-
zación árabe hacia el oeste, dejando
huellas de su cultura, de su religión,
de su lenguaje en los países del Áfri-
ca nor-occidental bañados por el Mar
Mediterráneo y en los países del Medio
Oriente. Se arabizaron esos territorios
y asumieron la religión islámica. Esa
expansión llegó a Europa conquis-
tando parte de ella. Los reinos de la
Península Ibérica, no España que no
existía por ese entonces, cayeron so-
juzgados por la inuencia musulmana
durante ocho siglos.
Los invasores europeos que
llegaron a América del Sur y Central
nos trajeron esa heredad, la que se
instala en nuestros genes así como
en nuestra cultura. Nos lo recuerda
el lenguaje, siendo todas las palabras
que empiezan con “al” de origen árabe,
que suman en conjunto unos 1,500
vocablos. Hemos heredado muchos
condimentos de nuestra comida, sus
frituras; dulces; grandes inventos: el
álgebra, la matemática, la astronomía,
el ajedrez, el arte, el diseño, la ojiva,
el arco de medio punto, como el arte
mudéjar.
Pero la otra África también llegó
a América Latina y el Caribe, solo
que esclavizada. Llegaba del corazón
continental africano representada
por individuos a los que se negaba su
condición de personas, privándoselos
de la libertad,de la igualdad y
maltratándoselos hasta la saciedad.
Fueron cosicados, es decir,
considerados como objetos. La renta
en trabajo es la más arcaica en la
Eduardo Arroyo
152
PAIDEIA XXI
historia de la humanidad y condena al
esclavo a trabajar a tiempo completo,
negándole su esencia humana,
diferente a la renta en especies o
productos del siervo de la época feudal
y la renta en salario del capitalismo y
la modernidad.
DOS PERÚS
Los invasores ibéricos establecie-
ron un “Perú de españoles” conside-
rado superior, y un “Perú de indios”,
considerado inferior; oposición que se
constituirá en la demarcación sustan-
tiva de la colonia. A nuestros antepa-
sados andinos se los consideró como
semi-humanos y a los afro-descen-
dientes se los ubicó en una escala aún
más baja.
A partir de entonces, en la forja de
la identidad peruana están presentes
múltiples sectores: cerca de 63 nacio-
nalidades (amazónicas la mayoría), 54
familias lingüísticas1, 3 grandes na-
ciones: quechuas, aymaras y criollo-
mestizos. El andino es un contingente
social básico en la conformación de
la peruanidad así como el amazónico
y el criollo-mestizo. La cultura de los
afrodescendientes fue subsumida por
el mundo cultural criollo. Interrelacio-
nados vertebran la sociedad peruana,
la que se presenta como multicultural,
multilingüe y heterogénea.
Los antiguos peruanos datan de
unos 20,000 años antes de nuestra
era. Los especímenes de Pampa Chi-
vateros, Paccaicasa y Lauricocha dan
testimonio de lo dicho. Las posteriores
culturas preincas avanzan a altos gra-
dos de desarrollo humano. La civiliza-
ción inca tiene hegemonía en el terri-
torio nacional entre los años 1432 d.C.
y 1532 d.C., fecha en que la invasión
europea corta su hegemonía en estos
predios, que llegaban hasta Pasto en
Colombia y a concepción en Chile.
Nuestro imperio con quince millo-
nes de personas en 1525, no pasaba
de un millón y medio en 1571, con To-
ledo2. Esta caída demográca extrema
fue muy estrepitosa en la costa. Al-
gunos historiadores la atribuyen a la
tríada trabajo-dieta-epidemia, predo-
minando el contagio letal de enferme-
dades traídas del Viejo mundo, contra
las que la población andina no había
generado resistencias. A ello hay que
añadir la ruptura de la unidad básica,
la familia andina, la que había esta-
do arraigada a la tierra y que se vio
compelida a desplazarse a nuevos te-
rritorios en función a otros intereses
económicos, ininteligibles para los
aborígenes de estos suelos. Lo que so-
brevivió fue la depresión colectiva de
un modelo comunitario avasallado por
los valores individualistas de la cultu-
ra europea.
A partir de entonces, el hombre de
campo no quiso seguir reproduciéndo-
se por las condiciones de negación de
su civilización, lo que los hizo perder
el interés de vivir. A su vez, con la mita
minera se practicó el mayor genoci-
dio que recuerda la historia huma-
na, a entender de Tzvetan Todorov3.
España, en disputa con Inglaterra y
Francia por el dominio del concierto
internacional de naciones en el siste-
ma mercantilista que reposaba en la
Presencia Africana en el Perú
153
PAIDEIA XXI
tenencia de oro y plata, no encontró
otra vía que deshacer nuestra matriz
cultural, colonizarnos y, cuando no
tuvo más peruanos, trajo a los africa-
nos, los que no pudiendo soportar los
climas fríos de la sierra, se aclimata-
ron en el litoral.
LA POBLACIÓN NEGRA EN EL PERÚ
Nos dice José Carlos Mariátegui,
que “La tendencia de los españoles a
establecerse en la costa ahuyentó de
esta región a los aborígenes a tal pun-
to que se carecía de brazos para el tra-
bajo. El Virreinato quiso resolver este
problema mediante la importación
de esclavos negros, gente que resultó
adecuada al clima y las fatigas de los
valles o llanos cálidos de la costa, e
inaparente, en cambio, para el traba-
jo de las minas, situadas en la sierra
fría….El negro fue dedicado al servicio
doméstico y a los ocios. El blanco se
mezcló fácilmente con el negro produ-
ciendo este mestizaje uno de los tipos
de población costeña con característi-
cas de mayor adhesión a lo español y
mayor resistencia a lo indígena…”4.
Reere Luis Eduardo Valcárcel,
que “El negro que arribó al Perú con
Pizarro fue siempre esclavo, hasta su
liberación hace apenas cien años. El
tráco esclavista mantuvo un uir
ininterrumpido de “piezas de ébano”
(así se denominaba esa “mercade-
ría”). Procedentes los cargamentos del
África occidental, llegaban a nuestros
puertos para desparramar su tinto
contenido en los valles de la costa.
Venían a reemplazar a los habitantes
indios…La introducción de cultivos
como la caña de azúcar- a semejanza,
ahora, del algodón o el lino- con ánimo
puramente capitalista, extinguió el de
los productos alimenticios autóctonos:
el maíz, el frijol, el maní, la yuca, etc.
Las numerosas poblaciones de indios
se extinguieron como natural conse-
cuencia. A reemplazarla vinieron los
negros, simples cosas, introduciéndo-
se, con su secuela trágica, el régimen
esclavista. Si los indios en la sierra vi-
vían en servidumbre feudal, los negros
en la costa recordaban las ergástulas
griegas y romanas…Lima, durante el
virreinato, es la ciudad con mayor por-
centaje de población negra…La sierra
no fue propicia a la introducción del
negro, ni aun la selva…”5.
A diferencia de Hernán Cortés en
México, dueño de grandes dotaciones
de esclavos africanos, Francisco Piza-
rro no tuvo tantos. Los esclavos africa-
nos llegaron al Perú con Pizarro antes
de rmarse la capitulación de Toledo.
Estuvieron del lado del conquistador
ibérico. Se debe recordar que es un
inmigrante el que salva a Diego de
Almagro en Pueblo Quemado. Hubo
numerosas tropas de esclavos en las
guerras de los encomenderos.
Los negros fueron carne de cañón y
estuvieron sea del lado de los caudillos
reales sea del lado de los rebeldes en-
frentados al rey. Es un africano el que
decapita en Añaquito al virrey Blasco
Núñez de Vela. Posteriormente, parti-
ciparon en las guerras de Túpac Ama-
ru y en las guerras independentistas.
Llegaron varios tipos de africanos
negros a nuestro país. Al perderse
el recuerdo de su verdadero nombre
Eduardo Arroyo
154
PAIDEIA XXI
africano, se los apellidaba por su
origen tribal: mandingas, congos, cabo
verdes, angolas, carabalíes, zapes,
aras, folupos, pigmeos, etc.
El comercio y la guerra promueve
la llegada masiva de esclavos negros
después de 1570. Toda la producción
del país era exclusivamente basada
en la fuerza de trabajo de los esclavos
y la de los indios. Pablo Macera
reere que “En lo que se reere a la
agricultura, hubo en primer lugar, la
esclavitud que entre nosotros estuvo
localizada en la costa, sobre todo en
el norte y centro, y, preferentemente,
dedicada a las plantaciones de caña;
en segundo lugar a la vid (al sur de
Lima) y en proporción mucho menor a
las huertas y panllevar…”6.
Flores Galindo sostiene que la ma-
yoría de esclavos se concentró en la
costa y centralmente en Lima. Era una
esclavitud urbana. Hacia 1636, los
esclavos negros fueron mayoría, con
13,620 habitantes, por encima de los
10,758 españoles; aunque no llegaban
a tantos como Venezuela (87,000) o el
Caribe (proporción 10 a 1). La mayoría
estaba en la costa y un 60% en Lima.
Llegó un momento en que la ciudad de
Lima tenía la mayor parte de su pobla-
ción conformada por esclavos. Llegó a
ser una ciudad negra, que a su vez te-
nía la élite virreinal más numerosa e
importante de Hispanoamérica7.
La gran mayoría de esclavos
africanos fueron concentrados en el
interior de las murallas de la Ciudad
de los Reyes, constituyendo el 25.6%
de la población urbana, un aporte
signicativo al Perú colonial.
Dentro de las murallas de Lima,
terminarían predominando en las
parroquias de La Catedral y San Lázaro.
Unos vivieron en el centro mismo de la
ciudad y otros, hacinados y excluídos
en el barrio de San Lázaro, barrio de
los marginados, incluyendo españoles
pobres que llegaban a estas comarcas.
Luego de su concentración en San
Lázaro, los africanos fueron recluidos
en un galpón público en el barrio de
Malambo (Lima), para posteriormente
ser llevados a diferentes partes del
país.
Los africanos no soportaban el frío
de nuestra serranía, en donde vivía
el grueso de la población peruana.
De allí ese dicho criollo “gallinazo
no canta en puna”. La mayoría de
esclavos negros estuvieron asentados,
aparte de los que estaban en Lima, en
los valles azucareros del norte (Saña),
Nepeña (Ancash), zonas azucareras
y vitivinícolas del sur (Cañete, Pisco,
Chincha).
ORÍGENES DEL RACISMO EN EL
PERÚ
La racialización oprobiosa es una
herencia ibérica. La discriminación
racial vigente en nuestro país tiene
su origen en el pasado colonial.
Aníbal Quijano nos dice en un texto
denominado “¡Qué tal raza”8, que lo
que hubo en el mundo prehispánico
fueron diferencias étnicas y culturales,
pero no raciales. El racismo es de
génesis colonial ibérica.
China había sido potencia, pero
nunca racializó las costumbres ni ha-
Presencia Africana en el Perú
155
PAIDEIA XXI
bló de razas superiores y, sin embar-
go, pese a la fraternidad universal que
predicaba el cristianismo, los cristia-
nos llegaron con la espada y la biblia a
sojuzgar. Necesitados de oro y la plata,
devastaron nuestros territorios en el
acto genocida más grande la historia.
Al esclavo no se le consideraba
persona sino meramente un objeto, no
un animal humano sino un animal sin
alma. Había un valor de uso en tenerlo.
Se le quitó la calidad de persona; el
esclavo era considerado una bestia
de carga que pagaba su existencia
trabajando a dedicación exclusiva. Se
le adjudicaba la misma dignidad que
un caballo.
Si era nacido en América, se lo
denominada ladino o criollo. Si recién
llegaba del África, era un bozal. No se
podía comprar gelofes, es decir, negros
africanos con inuencia islámica. Así,
vemos una doble discriminación, la
racial y la religiosa.
Tener la mayor cantidad de esclavos
fue en la colonia el modo principal de
ascender en status social, secundado
con la tenencia de la mayor cantidad
de caballos, los mejores carruajes, los
mejores trajes. Los esclavos costaban
más que en Buenos Aires.
Los negros esclavos de entre 20 a
35 años de edad, 1.70 mts y de buena
salud, eran considerados piezas de
ébano, así se los llamaba. El sistema
más ecaz consistía en lograr obtener
ganancias que sobrepasaran a la
inversión inicial (valor del esclavo).
Al hacer que el esclavo fuese más
productivo se acortaba la duración de
su vida.
En Europa se decía que los negros
eran hijos de Cam. Este era uno de
los hijos de Noé, junto a Sem, y Jafet.
Se calicó a Cam de inmoral y así se
justicó el esclavizar a sus supuestos
descendientes a los que caracterizó de
disolutos.
La tradición judeo cristiano racia-
lizaba la belleza y la virtud como el
pecado. Lo negro era lo pecaminoso.
Por ello, no tenemos ángeles negros, si
bien Mackandall9 soñaba con un pa-
raíso y un mesías negro, como que en
los países asiáticos pueden imaginar
un cristo chino, siberiano, etc.
La virtud ha sido tradicionalmente
blanca. En el Perú, muchos niños
dibujan un dios siempre blanco,
de largas barbas, para señalar su
eternidad; nunca un dios cholo,
mestizo, trigueño, como debería
corresponder.
Lo negro fue satanizado y lo árabe
fue excluido en la tradiciones cristianas
que nos trajeron los colonizadores
ibéricos, los que paradójicamente
llegaban cargados de ocho siglos de
inuencia africana en general y con
un mensaje de inclusión y fraternidad
cristiana. Ni la inuencia africana
en nuestras vidas se entendió, ni se
cumplió con la utopía cristiana de
amar a todos los seres humanos como
uno mismo.
En el caso peruano, los negros
libertos, al emular a los españoles en
el maltrato a los indios, generaron que
estos no los miraran bien y se generara
desconanza entre ambos, cuando
debió ser al revés, por su calidad de
excluidos y potencialmente aliados.
Eduardo Arroyo
156
PAIDEIA XXI
La alimentación de los africanos
fue en base a zango, zapallo, camote,
pan, pescado, menudencia de anima-
les, ron, chicha. Esa menudencia y el
corazón de la res fritos, son los que
dan origen a la fritanguita (anticuchos,
choncholíes, rachi). Es pues plebeyo el
origen de nuestro afamado anticucho
y fritanguita en general, si bien en el
África árabe, caso concreto de Marrue-
cos, tienen algo muy parecido al anti-
cucho, no de carne de res sino de ave.
Los esclavos negros eran
seleccionados por sus condiciones
físicas. Fueron raza de élite biológica.
Hoy sabemos que tienen el fenotipo
que los hace especialmente diestros
para cierto tipo de deporte.
Los negros criollos, eran los nacidos
en América; los bozales eran los que
no hablaban castellano; los ladinos sí
hablaban el lenguaje de Castilla.
La esclavitud permitió una fuerza
de trabajo gratuita. Lima se convirtió
en una ciudad de negros y mulatos
en gran cantidad. Mulato era el hijo
de negra con español, y zambo era el
hijo de negra con indio. Los esclavos
musulmanes fueran negros o árabes-
berberiscos que llegaron a la Península
Ibérica, capturados en las guerras.
Habían esclavos mahometanos y
negros. En cambio, los moriscos eran
españoles de religión musulmana,
perseguidos y discriminados en su
momento.
Los negros eran marcados para
señalar la pertenencia a algún señor.
Solo se suspendió la carimba (marcar
al rojo vivo) en 1789, es decir, en fecha
cercana a las luchas independentistas.
El maltrato los llevó a escapar
constantemente10. A los escapados se
los llamaba cimarrones y formaron
pequeños palenques en las cercanías
de Lima, dedicados al bandidaje, al
vagabundaje. La exclusión social
explica este tipo de delincuencia.
Asaltaban en las afueras de la ciudad
a los carruajes y personas que
circularan por allí. Desde entonces,
los carruajes coloniales saliendo de
Lima rumbo a Agua Dulce, playa de
veraneo de los virreyes o a Cantolao en
el Callao, hubieron de tener resguardo
militar para repeler cualquier intento
de asalto.
El palenque peruano era
equivalente al mocambo o quilombo en
Brasil. Aquí el más famoso palenque
fue el de Huachipa (1713) dirigido por
Francisco Congo, que da nombre a un
gran movimiento que cultiva el respeto
y el estudio a la ascendencia africana
en el Perú.
LA UBICUA PRESENCIA AfRICANA
ENTRE NOSOTROS
Los africanos libertos llegaron
a ser artesanos, y, en otros casos,
profesionales, como el médico llamado
Manuel A. Valdés, a quien el Perú debe
un homenaje.
La música al sur de Bujama y El
Carmen, en Chincha, que ha venido
siendo investigada por el español y
músico Micky González, es recogido en
el documental “Sigo siendo”, de Javier
Corcuera, que retrata la identidad del
Perú a partir de la música. Allí, junto
con la gran vertiente andina en la
Presencia Africana en el Perú
157
PAIDEIA XXI
conformación de nuestra identidad,
se muestra el zapateo negro, el landó,
el panalivio, el alcatraz y otros ritmos
negros amestizados que forman parte
de nuestra autopercepción nacional y
han sido asumidos por el mundo de
la música criolla. Hoy consideramos
como nuestros a Arturo “Zambo”
Cavero, como a Lucha Reyes, a Rosa
Guzmán, a Susana Baca, voces de
oro; así como a Carlos Hayre, Félix
Casaverde, Victoria Santa Cruz,
Nicomedes Santa Cruz y familia,
Victoria Villalobos.
En nuestra memoria está presente
el primer equipo de fútbol del Perú en
ser fundado. Inevitable recordar a José
María Lavalle, aquel a quien la Guar-
dia Republicana le tocaba una mari-
nera y Lavalle la bailaba dominando
la pelota, sin que ningún adversario
se la pudiera quitar; el salto felino de
“Manguera” Villanueva, la habilidad y
caballerosidad de un Vides Mosquera,
el cabezaso fulminante de Valeriano
López, siempre secundado por don
Guillermo Barbadillo, el pique veloz de
Juan Joya o Félix Castillo, la velocidad
y el taponazo de Alberto Gallardo,el
dribling endiablado del Nene Cubillas,
el carácter entrador y demoledor de
Perico León, acompañado del cerebral
Pitín Zegarra, y la cintura ruletera de
Julio Baylón, por mencionar a algunas
guras del primer deporte nacional.
Hay mucho de esta herencia en
nuestra modalidad de jugar el fútbol,
como de bailar. No podemos prescin-
dir del landó, del alcatraz, del pana-
livio, como aquello que nos viene del
trópico cercano, como las guarachas
y guajiras cubanas (en las voces de
Bienvenido Granda, Ibrahim Ferrer,
Benny Moré, Vicentico Valdés, Celia
Cruz), buenos en la guaracha como
en los boleros cantados por Olga Gui-
llot, Toña La Negra y otros, los que son
parte de nuestra cultura cotidiana y
recuerdos.
En literatura, “Matalaché” de Enri-
que López Albújar, da vida a ese se-
mental negro, inmenso, cuya función
de procrear generaba temor en el mun-
do blanco, por la fantasía y supuesta
mayor potencia sexual de negro. Tam-
bién novelas, como “Piel de fuego” del
cineasta Federico García Hurtado, los
relatos y ensayos de Luis Roca Torres
en el valle de Saña, o Micky Gonza-
les en el Carmen, con su Akundún. El
diplomático José Diez Canseco desta-
ca con “Estampas mulatas” así como
“Monólogo desde las tinieblas” de An-
tonio Gálvez Ronceros, Gregorio Mar-
tínez y “Canto de sirena” o su “Tierra
de Caléndula”; los personajes Tirilo
y Carita en “Duelo de caballeros”, de
Ciro Alegría, además de las obras de
Julio Carmona y Rafael Santa cruz.
El mismo Mario Vargas Llosa nos pre-
senta al negro Bermúdez en su novela
“Conversación en la Catedral”.
En el Perú, país intensamente mes-
tizo, en el mes morado, la costumbre
del Señor de los Milagros es negra.
En sus orígenes consistía en sacar al
Señor de los Temblores para aplacar
a Pachacamac, que lidiaba con Cuni-
raya y Pariacaca y la tierra temblaba.
Igualmente, los santos peruanos más
populares representan las antinomias
blanca-negra, una es blanca como
Eduardo Arroyo
158
PAIDEIA XXI
la leche, Rosa de Lima, y otro es un
mulato, el querido San Martín de Po-
rras, que da el nombre a un distrito y
a una conocida universidad. Limeños,
santos milagrosos y amigos, una Rosa
ejemplo de estoicismo y vida austera
y Martín, que juntaba y daba de co-
mer a perro, pericote y gato, anima-
les tradicionalmente rivales, revelando
el corazón de arbitraje que hay en el
mundo africano, no necesariamente
confrontacional.
Nosotros hemos sido malformados
por la visión hollywoodense del África,
la que nos planteó que lo que venía
del mundo árabe como del África ne-
gra, era peligroso. Es el temor de los
imperios y la necesidad de Europa de
secundar el eurocentrismo como un
modo de colonizar nuestro saber y
mantenernos colonizados políticamen-
te. Colonialidad del saber y del poder.
Visión de la Metro Golden Meyer, de
Universal Studies. Esa es la visión del
llamado occidente frente a lo descono-
cido, a lo que ignorantemente ha de-
nominado Oriente. Visión de bárbaros
blancos, que esclavizaban a negros en
África, la que alcanza su liberación en
los años 60 y 70, dejando de ser colo-
nias o semicolonias; pugnando por su
soberanía.
Los blancos, considerando cultu-
ra superior a la eurocéntrica, denos-
taron la cultura de los otros pueblos
del mundo. Sencillamente, desprecia-
ron la cultura de mundos allende sus
fronteras, denominándolos bárbaros,
semiculturas, culturas folclóricas, sin
respeto a su producción, su desarro-
llo, su avance. Hoy, Naciones Unidas
reconoce el estatuto de pueblos ori-
ginarios y de las culturas originarias,
autóctonas, y llama a combatir el ra-
cismo en un clima de tolerancia, de
respeto a la diversidad. Los pueblos
del sur avanzan su propia epistemo-
logía, más propia y autónoma11. Des-
pués de todo, hay muchos modos de
hacer ciencia, epistemología, losofía,
medicina, etc.
Ya no tiene cabida la intolerancia
hacia el mundo árabe y al mundo afri-
cano no árabe. Se está en contra de la
cosicación, de la renta en trabajo, la
forma más antigua y deshumanizada
de la relación entre seres humanos,
que despersonaliza, quita la libertad
y trata a la persona como una cosa.
Nuestra lucha debe ser contra el ra-
cismo, la racialización que separa a la
humanidad. Ir contra todo tipo de dis-
criminación por raza, sexo, edad, reli-
gión como lo proclama la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y
la Constitución del Perú.
Es inaudito que la Iglesia de la épo-
ca haya permitido este desaguisado,
nada menos que aquella que traía el
mensaje de salvación, de liberación en
base a la caridad, al amor entre todos
los seres humanos.
Haití, primer país de la región
en liberarse, recibió la peor de
las respuestas de parte de países
europeos, base de su estado actual de
postración. Pese a ello, Haití fue el país
que más creció en el año 2011, según
datos de CEPAL.
Como vemos, sea con el mundo
árabe como con el mundo africano,
tenemos una relación muy estrecha y
Presencia Africana en el Perú
159
PAIDEIA XXI
la hemos recibido a partir de la invasión
hispana a nuestros territorios.
Hay en nosotros ascendencia afri-
cana, sea en el habla, en los compor-
tamientos, en los genes, en la música,
en la gastronomía. Tenemos relacio-
nes diplomáticas con esos países.
No hay que olvidar que el patrono
de las letras peruanas, don Ricardo
Palma, poseía notorios rasgos africa-
nos, lo que ha sido ocultado y tergiver-
sado por una tradición historiográca
eurocéntrica, que ha blanqueado al
insigne tradicionista peruano, en un
Perú que hoy es reconocido por nues-
tra choledad triunfante, muy empren-
dedora, trabajadora, altamente creati-
va y con gran capacidad y fortaleza de
trabajo.
Entre la herencia andina, la criolla,
la afro-descendiente; de sus 63
nacionalidades y tres grandes naciones
va cuajando un Perú muy sólido en el
este siglo XXI. Somos eminentemente
mestizos, como mestizo es el mundo
contemporáneo. En nuestras bases
culturales, cabalga un José María
Arguedas con un Nicomedes Santa
Cruz y un Balumbrosio. Porque,
como decía don Ricardo Palma, en el
Perú quien no tiene de inga tiene de
mandinga.
NOTAS
1 MONTOYA, Rodrigo, “Todas las culturas
del Perú”. Lima, Revista del Instituto de
Investigaciones Histórico-Sociales de
la Universidad Nacional mayor de San
marcos, Nº 6, año 2000, pp. 7-24
2 ARANÍBAR, Carlos, “El principio de la
dominación (1531-1580)”. En “Nueva
Historia General del Perú. Un compendio”.
Mosca Azul editores, primera edición,
Lima, 1979, páginas 48-49.
3 TODOROV, Tzvetan, “La Conquista de Amé-
rica. El problema del otro”. Siglo XXI Edito-
res, décimosexta edición en español, 2008.
4 MARIÁTEGUI, José Carlos, “Siete ensayos
de interpretación de la realidad peruana”.
Vigésimasexta edición, Editora Amauta,
abril de 1973, página 45.
5 VALCÁRCEL, Luis Eduardo, “Ruta
Cultural del Perú”, Ediciones Nuevo
Mundo, 1966, págs. 88-89.
6 MACERA, Pablo, “Feudalismo colonial
americano: El caso de las haciendas
peruanas” en Tomo 3 de sus “Trabajos de
Historia”, Instituto Nacional de Cultura,
Lima-1977, página 172.
7 FLORES GALINDO, Alberto, “Aristocracia
y plebe. Lima, 1760-1830”. Mosca Azul
Editores, págs. 99-100.
8 QUIJANO, Aníbal, “¡Qué tal raza!”. Revista
Venezolana de Economía y Ciencias
Sociales, Vol. 6 Nº 1, enero-abril del año
2000, páginas 37-45.
9 Líder negro de las asonadas libertarias
centroamericanas presentado por el
escritor cubano Alejo Carpentier en su
novela “El reino de este mundo”.
10 KAPSOLI, Wilfredo, “Sublevaciones
de esclavos en el Perú. Siglo XVIII”.
Universidad Ricardo Palma, Dirección
Universitaria de Investigación, Lima-Perú,
1975.
11 SANTOS DE SOUSA, Boaventura, “Re-
fundación del Estado en América Latina.
Perspectivas desde una epistemología del
Sur”. Publicado por el Instituto Interna-
cional de Derecho y Sociedad, Programa
Democracia y Transformación Global y la
red Latinoamericana de Antropología Ju-
rídica. Lima, julio de 2010.