Abraham Valdelomar: sentimiento patriótico


Ezequiel Valenzuela Noguera Investigadora independiente Ezeval.uigv@gmail.com


RESUMEN

El presente artículo revisa el trayecto literario y vital de Abraham Valdelomar Pinto (1888-1919) autocalificado como el “Conde de Lemos”, teniendo como trasfondo histórico - político la etapa de la República Aristocrática. Abraham Valdelomar se sitúa en su accionar político-literario entre dos grandes e importantes corrientes o generaciones, la del 900 y la del Centenario.


Palabras clave: Abraham Valdelomar, República Aristocrática, biografía, sentimiento patriótico


Abraham Valdelomar: patriotic sentiment


ABSTRACT

This article reviews the literary and vital trajectory of Abraham Valdelomar Pinto (1888- 1919) self-described as the “Count of Lemos”, taking as a historical-political background the stage of the Aristocratic Republic. Abraham Valdelomar is situated in his political- literary actions between two great and important currents or generations, that of the 900 and that of the Centennial.


Keywords: Abraham Valdelomar, Aristocratic Republic, biography, patriotic sentiment


YUYAYKUSUN 10 (2020) 54-74 / ISSN 2073-6150 / URP, Lima, Perú

[Recibido 05/004/2020 - Aprobado 15/06/2020]

Abraham Valdelomar Pinto (1888-1919) autocalificado como el “Conde de Lemos”, transcurrió su vida en los años que el historiador Jorge Basadre llama “La República Aristocrática”. Lapso en el cual, se dio el predominio hegemónico de los “civilistas” que representaron los intereses de la oligarquía costeña.

Vivió y sintió los efectos de gobiernos como de López de Romaña, José Pardo, Augusto B. Leguía y Guillermo Billinghurst, con quien más adelante entablaría una relación muy estrecha. Estos años de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se caracterizaron por el dominio casi absoluto de la clase oligárquica, el predominio de poder de pocas familias sustentado en la propiedad de la tierra, en la posesión de las minas, y el comercio a gran escala tanto de exportación como de importación.

A muy temprana edad conoció los estragos que ocasionó la infausta guerra contra los chilenos, iniciándose en el país la “Reconstrucción Nacional”. Años difíciles para poder resarcirse ante tremendo dolor. Manuel González Prada, testigo presencial de los hechos señalaba con palabra de arenga a la juventud: “En oposición a los políticos que nos cubrieron de vergüenza y oprobio, se levantan los literatos que prometen lustre y nombradía. Después de los bárbaros que hirieron con la espada, vienen los hombres cultos que desean civilizar con la pluma" (González Prada, 2005:34) Valdelomar estuvo muy cerca del maestro a quien le tenía un enorme respeto.

Luis Alberto Sánchez, conocedor de la obra de González Prada, manifiesta con respecto a la pieza oratoria del “Discurso en el Politeama”, que, quiso herir la sensibilidad de una generación amanecida entre las penumbras de la derrota y la entrega del territorio nacional, las arrogancias del militarismo y los civiles culpables del gran fracaso. Su grito final es el de un desesperado: "En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado; los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra! (González Prada, 2005:57). El viejo teatro Politeama más tarde sería frecuentado por Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui.

En esta etapa de posguerra, aparecen en escena partidos políticos dirigidos en gran parte por caudillos, que tenían por objetivo la participación política en el poder, del que más tarde Valdelomar asumiría cierto protagonismo. El “Califa” Piérola, quien con sus grandes dotes de orador contribuyó a formar el Partido Demócrata. El héroe de la

resistencia, Andrés Avelino Cáceres fundo el Partido Constitucional. Manuel Candamo resucitaría al Partido Civil. Mariano Nicolás Valcárcel asumiría la dirección del novísimo partido de la Unión Cívica. Por último, Manuel González Prada fundaría el Partido Radical o Unión Nacional, que pretendía la necesidad de ir al federalismo, y contar con un sistema parlamentario que reconociera a los sectores minoritarios.

Abraham Valdelomar se sitúa en su accionar político-literario entre dos grandes e importantes corrientes o generaciones, la del 900 y la del Centenario. Los hombres del 900 nacieron y actuaron bajo la aureola de Ariel de José Enrique Rodó. Aparecieron cultores de la historia, la crítica literaria, la filosofía, la antropología y la educación. Destacan hombres de la talla de José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaúnde, Francisco García Calderón, Javier Prado, Julio C. Tello, José Antonio Encinas, Hermilio Valdizán, entre otros destacados exponentes. Sin lugar a dudas el más destacado a la vez polémico y controvertido es José de la Riva Agüero, quien aparece cargado de tradiciones hispánicas, liderando esta generación. Sus obras diversas abarcan estudios de historia y literatura fundamentalmente. Entre las más destacadas se puede señalar: Del Inca Garcilaso a Eguren, Historia en el Perú, Paisajes Peruanos, entre otros.

A fines de la segunda década del siglo XX, aparece una pléyade de jóvenes universitarios, ansiosos de cambiar y reformar la anacronía existente en la universidad. Valdelomar estaba en otras tareas, recorriendo el país dictando conferencias, tratando de estar más cerca del Perú profundo.

“Al iniciarse el segundo gobierno de Leguía, la universidad es el último reducto del civilismo clásico. Por lo demás, está momificada. Los profesores se eternizan en las cátedras. Los métodos son memorísticos, sobre todo en la Facultad de Letras. Los alumnos, año tras año se trasmiten copias, cuyo contenido permanece idéntico. Hay, en el claustro sanmarquino, una nueva generación a la que se llama, indistintamente, generación del centenario o del conversatorio universitario o generación vetada. A ella pertenecen, entre otros, Raúl Porras, Manuel Seoane, Luis Alberto Sánchez, Jorge Guillermo Leguía, Luis A. Flores, Jorge Basadre, Guillermo Hoyos Osores, Carlos Sayán Álvarez. De esa generación; Haya de la Torre es adelantado y será, en buena medida, abanderado. La generación del centenario se yergue como contradictoria de la generación novecentista; la de Riva Agüero, los hermanos Francisco y Ventura García Calderón, Víctor Andrés Belaúnde. Los novecentistas se inclinan al rescate de las esencias de nuestra nacionalidad, lógica reacción frente al desastre que sufrimos en la guerra con Chile. Se les tacha por ser excesivamente academicistas" (Chirinos: 1991:126).

Valdelomar se identificó en gran medida con la formación de la Asociación Pro Indígena que fue fundada en 1909 y liderada por Pedro Zulen, Dora Mayer y Joaquín Capelo. El Centro Universitario apoyó desde un inicio los esfuerzos de la Asociación. Valdelomar sostenía que tanto en la sierra como en las altas montañas, está la eterna figura doliente del indígena, dueño verdadero de este país lleno de contrastes e injusticias. Zulen remarca a través de un documento: “El problema indígena es el problema nacional. Hay que defender los intereses sociales de la raza indígena contra todas las explotaciones de los que en el Perú ejercen algún poder” (Kapsoli, 1980:70).

Más allá de las luchas políticas entre civilistas y demócratas durante las primeras décadas del siglo XX, el Perú pudo experimentar una cierta estabilidad política. Se respetaba los resultados de las urnas y los períodos de gobierno de los gobernantes, excepto el golpe de Estado de 1914 encabezado por el coronel Oscar R. Benavides en contra del gobierno constitucional de Guillermo Billinghurst. El historiador Percy Cayo, dice al respecto:

“Al margen de aquel espectro político, el periodo transcurrió en medio de un “bien vivir” de las clases acomodadas y de los reclamos de los sectores más pobres. A esa época de vida de disfrutes de algunos sectores se ha denominado belle époque, asumiendo el título del libro que Luis Alberto Sánchez dedicara a Abraham Valdelomar, personaje representativo de aquel tiempo. Fue una época en la que Lima —y en menor proporción otros espacios del país- pudo gozar de espectáculos de los más altos niveles en la comedia y teatro en general, ballet, corridas de toros, etc. La pintura y la música tuvieron un desenvolvimiento sin precedentes. Surgieron restaurantes y cafeterías-confiterías, entre las que destacó el Palais Concert -ubicado en el jirón de la Unión-, símbolo de aquella época" (Cayo, 2006:58).


Los últimos años del primer gobierno de Leguía se hacen turbulentos por problemas de orden público, como de situaciones de carácter internacional. En tanto Guillermo Billinghurst, acaudalado salitrero y amigo del joven Abraham Valdelomar, va su popularidad en ascenso en su calidad de alcalde de Lima. Su postulación a la presidencia es a última hora debido a la arrolladura popularidad que gozaba. El Congreso finalmente elige a Billinghurst en medio de la agitación política como Presidente de la República a partir del año 1912. El slogan de campaña fue el de "Pan Grande", con el fin de abaratar las subsistencias. El pueblo apoyaba a Billinghurst.

“Uno de los más vehementes partidarios de Billinghurst, en la Universidad de San Marcos, había sido un joven provinciano de tez color canela clara, muy acicalado, verboso, dibujante certero y verificador modernista. Llevaba un nombre que

parecía un pseudónimo. Firmaba: Val-Del-Omar, -aunque, su apellido, como el de sus tocayos mexicanos, era Valdelomar a secas. Como Presidente del Centro Universitario, y utilizando el herido orgullo parroquial de los universitarios de provincias, se impuso en San Marcos. Además estableció contactos con el llamado Comité de Salud Pública, que presidía un catedrático de la Facultad de Ciencias de San Marcos, el doctor Lauro A. Curletti, y con el Comité Obrero, que editaba el periódico “Acción Popular” presidido por el líder artesanal Justo Cassaretto, anarquista" (Sánchez, 1981:1229-1230).


Don Manuel González Prada, mira con simpatía el movimiento universitario, y la renovación de los nuevos escritores como Abraham Valdelomar que traslucía un acentuado estetismo. Una de las primeras acciones de Billinghurst en la primera magistratura, fue el de firmar el decreto mediante el cual se nombra a Valdelomar como director del diario oficial “El Peruano”. Nuestro laureado cuentista se hizo cargo desde el 1 de octubre de 1912 hasta el 30 de mayo de 1913. La oficina de redacción del diario del Estado pasó a instalarse en el jirón Carabaya 1159. Algunos hechos significativos fueron registrados en “El Peruano” en este breve lapso de tiempo al frente del diario. Se publicó con fecha del 10 de enero de 1913, un decreto de enorme trascendencia para los trabajadores: la jornada de ocho horas de trabajo para los obreros del Muelle y Dársena del Callao. Asimismo reglamentó el derecho de huelga. Indudablemente eran nuevos tiempos con nuevas actitudes ante la población expectante.

Valdelomar había previsto estar poco tiempo al frente del diario oficial del Estado. Su meta era viajar al exterior, al viejo mundo. Entre tanto Billinghurst decidió tener un vocero propio: el diario "La Nación", bajo la dirección de Juan Pedro Paz Soldán, quien había retornado de Buenos Aires, donde había ejercido el periodismo.

“En vísperas de serle otorgada la representación que lo llevaría a Europa, nuestro escritor, sin embargo, continuaba sus tareas proselitistas en apoyo del régimen. Una de ellas consistía en cambiar el signo, no declarado, pero con evidencia, civil- demócrata, de la junta directiva del Centro Universitario. La confrontación que se iba a producir expresaba, además, el conflicto de intereses entre los estudiantes limeños y los de origen provinciano. La respuesta empezó a llegar desde las páginas de La Prensa, diario dirigido por don Alberto Ulloa Cisneros, quien, como sabemos, había contribuido decisivamente a la elección de Billinghurst. Ahora, nada menos que Alberto Ulloa Sotomayor, hijo del director del periódico, salía a combatir la candidatura de Valdelomar a la presidencia de la entidad estudiantil y anunciaba el retiro del candidato contendor Hernán G. Bellido" (Miguel de Priego, 2000:177).

El ataque de los Ulloa hacia Valdelomar se hizo de manifiesto, utilizando el medio de comunicación para denunciar con epítetos muy fuertes mellando dignidades. Incluso

Clemente Palma lanzó un furibundo ataque contra Valdelomar restándole méritos de ser un buen candidato. Ante esta situación un tanto humillante no le quedó otra que retar a duelo a Alberto Ulloa Sotomayor. Dicho lance de honor se produjo el 13 de mayo de 1913 a la hora convenida. Se acordó que el arma a utilizar sea la espada-sable con punta. Terminado el lance el más afectado fue Ulloa. De esta manera quedó satisfecho Valdelomar. De inmediato se puso a arreglar maletas para viajar a Italia en su condición de Secretario de Segunda Clase de la Legación de la República del Perú. Este viaje es providencial para su obra literaria. Sus logros los hizo conocer generosamente, aún antes de cumplir el año que duró su breve estadía en Europa. El diario La Nación acogería las famosas crónicas de Italia.

Las Crónicas de Roma constituyen las notas periodísticas más importantes de su especie con una alta dosis de sabiduría, ingenio y humor. Valdelomar describe magistralmente las dos Romas que observa:

“Roma tiene una sicología extraña. Su alma vive en todas las cosas, en todas partes y en todas horas. Por la mañana es agitación, vida y trabajo; al mediodía, languidez, sopor y cansancio; en la tarde, alegría y entusiasmo, y fiesta. Pero las horas en que el alma de la ciudad antigua sale, se pasea y vuela, alrededor de los que van a buscarla, es la hora del crepúsculo y las noches de luna. Al crepúsculo se hermanan maravillosamente el alma de las ruinas yacentes, el tañer de los bronces cristianos y la rumorosa canción de las fontanas. Quien desea sentir el espíritu de Roma, encamínase a la caída del sol, a los barrios antiguos. En las callejuelas estrechas de muros paganos, se encarnan pequeñas ramas verdes; las ventanas esperan con sus mesitas de pino a los parroquianos que luego se instalan delante del frasco de vino rojo y echan en silencio las cartas, mientras un organillo desgrana sus notas al contacto de la leve mano de un ciego, cuyo lazarillo, paliducho y esmirriado, acompaña en el violín la napolitana canción y sus ojos miran dolorosos y tristes la vida que pasa" (Valdelomar, 1979:448).

En tanto en Lima, el diario La Nación había convocado a un concurso de cuento. Enterado Valdelomar, decide presentarse con su narración corta "El Caballero Carmelo". Su amigo Bustamante y Ballivián se encargó de entregar el texto a la Comisión Organizadora. El cuento fue publicado el 13 de noviembre de 1913 en el diario La Nación con el pseudónimo de Paracas. Con este cuento, Valdelomar ingresa por la puerta grande en el ardoroso campo de la literatura peruana. Con esta obra saldaba una cuenta con su familia, que es parte de la historia familiar retratada a orillas del mar en su recordado Pisco. “Los ojos de Valdelomar, se vuelcan, con profunda y avariciosa ternura, sobre una entrañable realidad que pervive en la memoria. En El Caballero Carmelo, su fervorosa voluntad descriptiva que utiliza una amplia variedad de recursos, muchos de ellos de

ascendencia modernista, dóciles ya a la simbólica y hermosa figura del Carmelo y a la desnuda presencia de los recuerdos de un mundo sencillo y austero” (Zubizarreta, 1968:73).

Valdelomar supo combinar perfectamente el periodismo con la política y la literatura. Recordemos que de estudiante secundario a la edad de 15 años, estando en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, editó la revista titulada ha Idea Guadalupana, considerándose éste su bautizo periodístico.

“El líder colónida inicia su actividad periodística primero como caricaturista en Aplausos y Silbidos en 1906 y luego, acogido por Leónidas Yerovi cuando apenas tenía 17 años, ingresa a Monos y Monadas. Lo moreno de su color, y esa presuntuosa ascendencia árabe de la que él reclama en sus primeros años le hacer crear la firma "Val Del Ornar", con la que se identifica en sus dibujos y caricaturas. Afianzando su incursión en las letras, Valdelomar colabora en otras importantes revistas y diarios de la época formando parte del "boom" del periodismo literario que se vivía en ese entonces. Tal como el mismo Sánchez lo señala, estos fueron los lugares en donde recibieron sus producciones: Monos y Monadas(1905), Aplausos y Silbidos (1906),Prisma (1906), Actualidades (1907), Variedades (1908), Cinema (1908), Contemporáneos (1909), Gil Blas (1909), Siluetas (1909),

Puck (1910), La Nación (1913), La Opinión Nacional (1914), La Prensa (1915),

Colónida(1901), Lulú (1916), Rigoleto (1916), Mundo limeño (1916), Sudamérica (1918). En provincias participó en los periódicos La Voz de Ica, La Tarde de Cañete, El Pueblo de Arequipa, El Tiempo de Piura, La Industria de Trujillo, La Voz de Huancayo, etc., en donde colabora entre 1917 y 1919” (Ayudante 1999:190).

En Lima, la situación política era caótica. Billinghurst tenía fuerte oposición en el Congreso. Políticos como Arturo Osores, Augusto Durand y Manuel Prado y Ugarteche conspiraban tocando cuarteles. Durante cerca de dos años (1912-1914) el gobierno de Billinghurst se dedicó en ayudar al pueblo con la más sana intención, tratando de elevar el nivel de vida de las clases menesterosas. Esta actitud del gobierno no le gustó en nada a la clase oligárquica, por lo que comenzó a obstaculizar al gobierno

“La jomada de las 8 horas para el obrero peruano sería su consagración como uno de los más grandes demócratas. Pero, no contempló las consecuencias. La oligarquía peruana es mucho más poderosa de lo que una persona puede imaginarse. Todo puede marchar bien pero sin tocar los intereses de la clase plutocrática del Perú. Quien se enfrenta con la oligarquía deberá atenerse a las consecuencias, sin embargo Billinghurst fue terco, pertinaz en su propósito. Pidió al Congreso la jornada de 8 horas que constituía el hecho más refulgente de la República; ni Castilla ni Piérola habían lanzado tan gigantesco proyecto” (Castro, 1964:43-44).

Billinghurst continuaba con su política populista. Estas actitudes enardecen a la “aristocracia” y como siempre, recurren a su antiguo sistema, buscar a los hombres que

monten a caballo para que lo saquen del atolladero en que se encuentran. El golpe de Estado ha de ser con el ejército. El indicado será el coronel Oscar R. Benavides, primer diplomado de la Escuela Superior de Guerra. Este déspota militar de sangre fría se va a pronunciar el 4 de febrero de 1914, haciendo deportar a Billinghurst.

Apenas había transcurrido un poco más de un mes de haber ganado el concurso auspiciado por el diario La Nación con Ei Caballero Carmelo, Valdelomar es informado del derrocamiento de su amigo Guillermo Billinghurst. No esperó más, y el 5 de febrero renuncia a su cargo diplomático. Lamentó el asesinato del general Enrique Várela, hombre de confianza del presidente Billinghurst. A su regreso a Lima, Valdelomar pudo contemplar de cara a los azuzadores, y escuchar destempladamente a los congresistas la encargatura de la Presidencia Provisoria al coronel Oscar R. Benavides. ¿Dónde quedaba el artículo 84 de la Constitución Política que prohibía el ejercicio del cargo presidencial al jefe del Ejército?

Valdelomar sufriría persecución por parte de los gendarmes del gobierno dictatorial. Experimentaría días de calabozo, interrogatorios y amenazas a su integridad. Pero, lo más doloroso que estremecería a Valdelomar sería la triste noticia venida de Iquique: Guillermo Billinghurst había muerto a poco más de un año de su destierro. Nuestro poeta y cuentista escribiría un día después, el 29 de junio de 1915 en La Prensa, una nota periodística de exaltación al ex gobernante, resaltando su valía y honestidad:

“Como Bolívar, ha muerto en el exilio sin que la patria pudiera recoger, entre los pliegues de su bandera la última vibración de su espíritu selecto. Los que tuvieron el patriótico orgullo de ser sus partidarios y el honor de ser sus amigos, los que conocimos íntimamente sus virtudes, los que admiramos los inmersos tesoros de su espíritu, llevamos siempre en la memoria el recuerdo del abnegado patriota cuyo nombre enaltece la república. Él supo realizar en su vida este sencillo y tan inaccesible problema: poner una voluntad inflexible al servicio de un gran ideal. Su vida es una lección de juventud, de fe, de lucha, de abnegación y de triunfo. No era un estéril maestro de teorías. Supo soñar y realizar; poner la acción al servicio del pensamiento (…) te lloraremos siempre; los que recibimos de ti algo que vale más que el fugaz beneficio inmerecido: el consejo sabio, la noble enseñanza y el paternal cariño; guardaremos siempre tu recuerdo en el íntimo altar de nuestras conciencias” (Miguel de Priego,(2000: 248-250).

A raíz de esta circunstancia fatal, empezó a dar forma algunos escritos que tenía después del macabro desenlace contra su amigo el presidente Billinghurst, al que denominaría más adelante como Cuentos Chinos, que ha decir de Cornejo Polar expresan “la crítica política inmediata apenas velada por claves que más revelan que ocultan la identidad de los sucesos y los personajes” (Cornejo, 1985:113). Las primeras versiones

fueron dadas a conocer a fines de 1915. Estos cuentos con fondo de sátira, tienen como personajes protagónicos a: Rat-Hon (Coronel Oscar R. Benavides), los Chin—Fu-Ton (los congresistas), el Gran Consejo de Siké (El Congreso), Chin Kau (el presidente Billinghurst), entre otros. En Las Vísceras del Superior, arremete contra el dictador:

“La acción vituperable de Rat-Hon para con el mandarín Chin-Kau, y para el general Ton-Say, hizo escuela en Siké. Desde aquel día, todos los lugartenientes quisieron seguir las huellas de Rat-Hon. Porque todo está escrito en la memoria de los hombres y en las páginas blancas y blandas del papel de arroz. Por fin, un día, cansado y cuando ya no quedaba un yen en las arcas de Siké, Rat-Hon dejó el gobierno. La opinión pública de Siké lo condenaba, pero el Gran Consejo, senil, corrompido, cobarde y débil nombró una comisión de amigos de Rat-Hon para que le tomara cuentas. Como en Siké los precedentes tenían valor de leyes, porque las leyes propiamente no existían; y, como los habitantes de Siké tenían mala memoria, la comisión no dictaminó nunca. Las fechorías de Rat-Hon quedaron impunes durante todas las dinastías que se sucedieron en el mandarinato" (Valdelomar, 2013:273).

Alguna vez, Valdelomar le dijo a su madre, “le he tomado horror a la política”. Pero también sabía que no se podía evadir. No fue exactamente un político, pero con su genialidad de escritor supo atacar al enemigo. Golpeó fuerte a quienes sabotearon el primer poder del Estado, por su actitud entreguista y desleal. En El Hediondo Pozo Siniestro, no tuvo contemplación para calificar el Congreso:

“El Gran Consejo, que carecía de patriotismo y de otras virtudes elementales, estaba siempre dividido en dos grupos. Unos que adulaban al mandarín, y otros que le hacían guerra. Generalmente los que adulaban eran mayoría, pero siempre que se iniciaba un nuevo mandarín en el gobierno, peleábanse todos por ofrecerles sus servicios, y por alcanzarle primero la cebada pipa de opio. Como era imposible al mandarín contentar a todos y dar a todos un pedazo, los resentidos iban a formar poco a poco el grupo de la oposición sistemática. ¡Y había que ver lo que hacía el Gran Consejo con los mandarines caídos! En el reinado del famoso y probo mandarín Chin-Kau, del cual se ha hablado ya, con motivo de la rebelión del famoso Rat-Hon, Chin-Kau, convencido de la abyección del Consejo quiso disolverlo. Tomó de ello pretexto Rat-Hon, contra las leyes expresas de Siké, para encabezar la revuelta, diciendo que defendía la integridad del Consejo. Pues bien, Chin-Kau no llegó a atentar contra el Consejo, pero su defensor Rat-Hon lo atacó a balazo limpio, hirió a sus miembros, expatrió a otros, encarceló a muchos, y se hizo nombrar mandarín, a fuerza. Y bien, ¿qué dispuso el Gran Consejo para vengarse de Rat-Hon? Pues hacerlo Gran Mandarín, concederle inmerecidos títulos militares y adularlo servilmente durante su mandarinato" (Valdelomar, 2013:275-276).


De alguna manera el estallido de la primera guerra mundial (1914), afectó a los países del orbe. Valdelomar logra ser secretario privado de José de la Riva Agüero y Osma. En 1915, Valdelomar lanza La Maríscala, todo un ensayo biográfico sobre Pancha

Zubiaga de Gamarra. Manuel González Prada era repuesto en la Biblioteca Nacional por el gobierno democrático de José Pardo. Había una enorme efervescencia por la literatura. Valdelomar acuñaba con exaltación la siguiente expresión: "El Perú es Lima. Lima es el Jirón de la Unión. El Jirón de la Unión es el Palais Concert. Luego, el Perú es el Palais Concert”:

“En 1916 el Jirón de la Unión se convierte en el punto de asistencia obligatoria para los jóvenes colónidas, ya sea para ir a La Prensa, empresa periodística cuya dirección estaba a cargo de Augusto Durán y en donde laboraba gran parte del grupo (Valdelomar, Mariátegui, González Prada, Fernán Cisneros, Yerovi, Garland, More, del Valle, entre otros), o para disfrutar de las sarcásticas y amenas veladas en el concurrido Palais Concert. Este nutrido grupo no podía encontrar mejor teatro de operaciones que el famoso Jirón de la Unión, por ese entonces considerado dentro de las calles más importantes de América. Su popularidad e importancia competían con la calle Ahumada de Santiago, Florida de Buenos Aires, la Rúa d’Ouvidor de Río, la Quinta Avenida de Nueva York. Luego de San Marcos, el Jirón de la Unión fue primero, zona donde los colónidas empiezan a conocerse. Después será su reino bohemio, su imperio espiritual" (Ayudante, 1999:185-186).


En el periodo de 1915 a 1917 el campo de las letras se desarrolló extraordinariamente. Hidalgo y Vallejo se consagran. Eguren revoluciona el campo de la poesía. Valdelomar se afianza como el más grande prosista. Haya y Mariátegui deslumbran con el arte de la política. Por lo general Valdelomar acudía al Palais Concert a eso de las once de la mañana. Sánchez en su Literatura Peruana señala anecdóticamente lo siguiente:

“Le acompañaban, a menudo, César Falcón, amulatado y melenudo, vestido de saco negro y pantalón a rayas; el rengueante, pequeño y paliducho adolecente “Juan Chroniquer”, que era como se firmaba José Carlos Mariátegui. Irrumpía, viniendo de la Universidad o del Ministerio de Relaciones Exteriores, “Ascanio”, es decir, Alfredo González Prada, apuesto, verboso, cordial. Asomaba con su mirada de sonámbulo, enconada ya la espalda, alto y oscuro, Federico More. Sonaba la risa interminable y franca de Félix del Valle, calvo y achinado. Se detenían, en medio de su parsimoniosa romería cotidiana por el Jirón, Enrique Bustamante y Ballivian, señoril y afable y Augusto Aguirre Morales, melenudo, con aire desdeñoso. Antonio Garland lanzaba violentas críticas a todo lo peruano. Solía prorrumpir en un chiste amargo Ladislao F. Meza, bohemio de sombrero alón y corbata a lo Rodolfo. Alguna vez se les juntaba el pequeño y agudo Ismael Silva Vidal. El pintor Darío Eguren Larrea, recién llegado de Argentina, comunicaba algún proyecto truculento. Reynaldo Luza, dibujante de aristocráticas siluetas, discutía con Eguren Larrea. Málaga Grenet soltaba un sarcasmo. Todo Lima miraba con cariñosidad aquel rincón iconoclasta” (Sánchez, 1981:1236).

Valdelomar se habría embarcado de lleno en sus dos pasiones: el periodismo y la literatura. Para la época fue un influyente líder de opinión y un abanderado de la modernidad intelectual. Hizo vida intensa en La Prensa entre los años de 1915 a 1918, dedicándose a comentarios sobre política. Apareció “El Conde de Lemos”, seudónimo utilizando por Valdelomar, no tanto para esconderse de sus lectores, sino para provocar a la clase burguesa y aristócrata, que siendo él un hombre de tez canela y de modesto origen no tenía complejos en honrarse de un título nobiliario. “Procedía Valdelomar de una familia de clase media y no tenía título nobiliario alguno, pero lo distinguió una nobleza real, no debido al linaje sino a los propios méritos, según la idea cervantina: “Cada uno es hijo de sus obras”. Al margen de las poses y los desplantes que gastaba para llamar la atención, era un hombre sencillo, bueno y generoso, identificado con el pueblo, y poseía auténtica aristocracia espiritual" (Miguel de Priego, 2000:11-12).

Sánchez en Testimonio Personal señala que conoció a Valdelomar en el Centro Universitario, que por aquel tiempo trabajaba en La Prensa. Lo describe de la siguiente forma:

“Un día le preguntaron a Haya de la Torre si había experimentado alguna vez, la inefable sensación de estar ante un genio. Haya respondió: “Sí, ante Valdelomar”. Análoga respuesta, pero refiriéndola a Rubén Darío, escuché, en París, de labios de Ventura García Calderón. Se dirá que hay diferencias. Desde luego, pero no en desventaja de Abraham. Pensemos que éste murió a los treinta y un años, y que desde los veinticuatro era el indiscutible capitán de las letras peruanas. A esa edad, o sea en 1891, Rubén Darío había lanzado Azul..., que era sólo un “muestreo” modernista, pero no la afirmación genial de Prosas Profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). Irradiaba además Valdelomar una especie de contagiosa locura. Sembraba discípulos a voleo, queriéndolo o no. A medida que pasaba el tiempo, su estilo adquiría una plasticidad extraordinaria. Se le tildaba de megalómano, de exhibicionista, de homosexual, de opiómano: todo eso valía poco frente a su talento creador. Cuando publicó El Caballero Carmelo (hablo del volumen, 1918), me lo dedicó así: “al más gordo y feliz de mis amigos predilectos”. Había en eso algo de burla y mucho de ternura. Yo tenía diecisiete años. Antes de los dieciocho publiqué una exégesis de aquel libro en El Tiempo de 29 de abril. No me he arrepentido aún de aquel artículo" (Sánchez, 1969:184).


A través de sus crónicas periodísticas se burlaba de los políticos. Publicó en La Prensa sus Crónicas frágiles, utilizando el seudónimo de “Conde de Lemos” y los Diálogos máximos, que eran conversaciones de arte con su amigo José Carlos Mariátegui bajo los nombres de Manlio y Aristipo. Como afirma Sánchez, “Mariátegui y Valdelomar constituían lo que se llama vulgarmente una yunta inseparable". También publicó en

dicho diario sus crónicas tituladas Impresiones, y la columna Fuegos fatuos, donde Valdelomar expone los temas con humorismo e ironía. En Al margen del cable, critica los sucesos de la primera guerra mundial.

Valdelomar para la época fue un personaje polémico. Llamaba la atención de muchos su atildada indumentaria, sus públicas improvisaciones poéticas, y su pose de galante en lugares exquisitos como el Palais Concert, lugar que atrajo a la juventud intelectual de la época. Quiso ser un dandy a la usanza de Oscar Wilde, el famoso escritor británico. Por ello vestía con extremada elegancia, admirándose a sí mismo. Sánchez en su obra Valdelomar o la Belle Epoque, señala que regresó de Roma "usando quevedos con cinta bicolor, guantes, escarpines, camisa de flotante cuello, cinismo, insolencia y siempre una irrestañable ternura, esa ternura que le bañaba como en agua lustral” (Sánchez, 1987:109).

En 1916, a la edad de 28 años, runda la influyente revista literaria Colónida, que más allá, constituyó todo un movimiento intelectual. Es un grupo generacional que señala con claridad sus propósitos innovadores, iconoclastas y esteticistas. Como creación periodística y literaria significó para los colónidas el descubrimiento de una nueva literatura, tal como lo concibieron Valdelomar, Alfredo González Prada, Federico More, entre otros. La cohesión de este grupo renovador se hizo en torno a la ruptura con el academicismo hispano y la libertad en temas y estilos.

“Colónida representó una insurrección —decir una revolución sería exagerar su importancia- contra el academicismo y sus oligarquías, su énfasis retórico, su gusto conservador, su galantería deciochesca y su melancolía mediocre y ojerosa. Los colónidas virtualmente reclamaron sinceridad y naturalismo. Su movimiento, demasiado heteróclito y anárquico, no pudo condensarse en una tendencia ni concretarse en una fórmula. Agotó su energía en su grito iconoclasta y su organismo esnobista. Una efímera revista de Valdelomar dio su nombre a este movimiento. Porque “Colónida” no fue un grupo, no fue un cenáculo, no fue una escuela, sino un movimiento, una actitud, un estado de ánimo. Varios escritores hicieron “colonidismo” sin pertenecer a la capilla de Valdelomar. El “colonidismo” careció de contornos definidos. Fugaz meteoro literario, no pretendió nunca cuajarse en una forma. No impuso a sus adherentes un verdadero rumbo estético. El “colonidismo” no constituía una idea ni un método. Constituía un sentimiento ególatra, individualista, vagamente iconoclasta, imprecisamente renovador. “Colónida” no era siquiera un haz de temperamentos afines; no era al menos propiamente una generación. En sus rangos, con Valdelomar, More, Gibson, etcétera, militábamos algunos escritores adolescentes, novísimos, principiantes. Los “colónidas” no coincidían sino en la revuelta contra todo academicismo. Insurgían contra los valores, las reputaciones y los temperamentos académicos" (Mariátegui, 2005:251).


Valdelomar, marcaba el termómetro de las artes y la literatura. Publica Las voces múltiples, obra que reúne los poemas más trascendentes de Valdelomar, como, “Tristitia” y “El hermano ausente en la cena pascual”. También aparecen los aportes de Federico More, Pablo Abril, Félix del Valle, Alberto Ulloa, Antonio Garland y Hernán Bellido. Ellos eran los verdaderos colónidas. Eran los del grupo del Palais Concert, los que sumaban sin serlo, José Carlos Mariátegui, Enrique Bustamante y Ballivián, César Falcón, Percy Gibson, entre otros.

“Se considera a 1916 como un año decisivo para la literatura peruana. Mariátegui saluda y señala a Colónida como un proceso, más que una escuela, tendencia o movimiento. Por entonces, Valdelomar se inquieta colaborando, en prosa y en verso, en revistas de la época que tuvieron algo de avanzada. Se torna periodista, pintor y caricaturista. En el diario “La prensa”, sus colaboraciones son muy asiduas. También colabora en “Rigoletto”, (1916); “Balnearios”, “Lulú” (1916- 1917); “Mundo Limeño” (1914-20); “Monos y Monadas” o “Variedades”. Utiliza invariables seudónimos: El Conde de Lemos, Val-del-Omar, Ulises Fragonard, Tomás de Kempis, Taku-Say-Long, Estela Coelis, Tomás Gavilán y Herakles. Valdelomar regenta varias columnas periodísticas de animación personal: "Fuego Fatuo", "Decoraciones de Anfora", "Diálogos Máximos", entre otras. En muchas de estas revistas, se publican capítulos de La Ciudad de los Tísicos, Yerba Santa, El Extraño caso del señor Huamán o El príncipe Durazno" (Toro, 2004:246).

En verdad, Colónida hizo historia, a pesar que sólo llegó a los cuatro números.


Quizá pecó de cierta "exclusividad" que como dirían sus críticos, fue escrita para el Palais Concert. Lo cierto es que agrupó a toda una generación que repercutió mediante sus ideas en la sociedad de aquel entonces. Respetó a figuras un tanto mayores como, Manuel González Prada del premodernismo, y a José Santos Chocano del modernismo. Su orientación fue netamente literaria, que no quiso mayores enfrentamientos políticos, que por ello, como dice Basadre “Ignoró y desdeñó la política”. Tomó distancia de los sectores aristocráticos u oligárquicos de la vida intelectual limeña.

La vida nacional transcurre con cierta quietud. José Pardo es el gobernante de turno apoyado por una convención de partidos políticos. Valdelomar, en tanto sigue su carrera ascendente como literato y periodista.

“El gobierno de José Pardo transcurre, a partir de 1915, dentro del período que dura la Primera Guerra Mundial. Pasada la retracción de los primeros momentos de la conflagración, aumentaron en proporciones jamás alcanzadas los precios de los productos de exportación; las exportaciones crecieron el 300% y los oligarcas acumularon enormes riquezas que significaron, al mismo tiempo, la capitalización de las haciendas de la costa y el crecimiento de la población asalariada. Es la época

de mayor prosperidad de la República Aristocrática” (Silva Santisteban, 1984:108).


Por esos años, la amistad con Alfredo González Prada se hace más intensa. El gusto por la literatura y la tertulia va a ser el punto de contacto en ese mundo de expectativas y experiencias. Su cercanía con Valdelomar fue muy criticada, más por situaciones de las categorías sociales. Al hijo de Don Manuel no le interesaba mayormente dichas aseveraciones. Muy por el contrario ayudó a su amigo Valdelomar a impulsar la revista Colónida. Con su fina prosa utilizó siempre el seudónimo de Ascanio. Sus crónicas, como sus comentarios explosivos fueron publicados en La Prensa. Junto a Valdelomar y More, reflejaron a través de sus crónicas periodísticas las nuevas tendencias culturales y literarias propias de la nueva generación, que no fue reconocida por la intelectualidad de ideas arcaicas. More se dedicó al periodismo en forma intensa, manejando una fina prosa temperamental, que tratará temas relacionados con el acontecer nacional.

En febrero de 1917, uno de sus amigos más queridos y compañero de labores en La Prensa, Leónidas Yerovi, es asesinado, causando un hondo pesar en el gremio periodístico e intelectual. El ambiente cultural perdía a uno de sus mejores talentos. Fue un gran cronista, una fina pluma de la poesía, y un bohemio melancólico y festivo. Valdelomar lloró la partida temprana de su amigo. Cargó sobre sus hombros el féretro conteniendo el cuerpo de Yerovi. No entonó muy bien en el público asistente su oración al amigo en el cementerio, por lo que días después escribiría con profunda pena al poeta que había partido:

“Aquí, en esta oficina que fue fecunda; aquí donde aleteó tantas veces tu espíritu; aquí donde tú fijaste ideas y engalanaste pensamientos; aquí donde íntimo y solo, gustabas con fruición la carta placentera o enviaras el bienhechor saludo; aquí he venido yo, pecador y sin gloria, a sucederte. A sucederte yo ¡oh poeta! que nunca mereceré sucesión tan ilustre; a sucederte yo ¡oh poeta! tan frágil trovador; a sucederte yo, a quien los demás, que te quisieron tanto, hostilizan, pertinaces, aquí he venido a sucederte yo a quien ¡oh destino! espera también la Muerte en una encrucijada” (Miguel de Priego, 2000:305).


Valdelomar seguía escalando posiciones en el campo periodístico. Seguía produciendo incansablemente en la oficina dejada por Yerovi no sólo artículos de interés cultural, sino también, ejerciendo labores de interés social favorable a los hombres de prensa. De esa manera en julio de 1917 llega a ocupar la vicepresidencia del "Círculo de

Periodistas", al lado de Mariátegui, Abelardo Gamarra, César Falcón, Edgardo Rebagliati y Alejandro Ureta.

Fecunda la labor de Valdelomar. A pocos meses del asesinato de su amigo Leónidas Yerovi, fue galardonado por el "Círculo de Periodistas" en el concurso de ensayo, con el primer puesto por el trabajo presentado: La Psicología del gallinazo. Continuaba mostrando su estilo satírico y humorístico en su fina prosa, mostrando nuestra realidad social y política.

“El primer puesto obtenido en el Concurso Anual del Círculo de Periodistas con su ensayo sobre la “sicología del gallinazo”, no hace sino subrayar un pensamiento ya admitido sin discusión en el público: que Valdelomar representaba la más alta perfección literaria en la misión periodística. Ya no es una improvisación, sino vertebración en el pensamiento, indagación de matices, interpretación abundante. Más tarde, la “sicología del chancho moribundo” corrobora esta dirección en tanto nuestro familiar e inteligentísimo gallinazo ingresa a nuestra atención comprensiva. Valdelomar no es ciertamente el primero que escribe sobre él, pero si quien con más íntegro furor, reconoce su nobleza, sin desconocer sus defectos” (Xammar, 1940:38).


En este ensayo, Valdelomar, elabora magistralmente una analogía metafórica entre la conducta de los seres humanos y los animales. De modo humorístico señala los rasgos comunes entre ambos, más en la vida del hombre en relación con el gallinazo:

“Si no hubiera otra forma de definir la psicología de los pueblos, nos bastaría este comentario de las razas, sobre el gallinazo criollo. Para el italiano, el gallinazo es un águila negra y pacífica que hace de baja policía. Para el francés, el gallinazo es un ave negra, parecida a un cuervo, que atraviesa el espacio en giros de una gracia leve. Para el alemán, el gallinazo sería un vertebrado muy parecido al que hay en el Museo de Berlín, que presenta variaciones fundamentales en el color del pico. En cambio, nuestros zambos de Malambo –¡oh intuitivos! -se limitan a reconocer dos estirpes de gallinazos, el gallinazo de basural, y el gallinazo camaronero atendiendo, justamente, con laudable sentido del método analítico, a las variaciones fundamentales en el color del pico" (Valdelomar, 1979:626-627).


Luis Alberto Sánchez, estudioso de la obra de Valdelomar, califica a nuestro poeta como “mulato claro”, que "poseía las virtudes desérticas y dionisíacas del negro, la tendencia melancólica del indio, y la firme voluntad de ser y crecer del blanco” (Sánchez, 372:1987). Su conducta elitista de cierto corte aristocrático, no podría inducir a pensar en prejuicios raciales en el Conde de Lemos. Además, para El Mosquito, era simplemente el zambo caucato. El fondo del ensayo, era una crítica a la clase política y a los que detentaban el poder económico.

“Por lo pronto, en el Ensayo sobre la psicología del gallinazo persisten -como en los Cuentos Chinos y otros textos de este período -las referencias directas o las alusiones a hechos y actores vinculados por la deposición de Billinghurst, laboratorio de gran interés para observar y juzgar los comportamientos de individuos, grupos y capas sociales. Entre esos grupos destacaba —no precisamente por cualidades positivas- el numeroso sector de los desocupados y empobrecidos en condiciones de absoluta marginación social, empujados al alcoholismo y a la delincuencia. Pero era allí precisamente donde los partidos políticos reclutaban sus huestes para hacer demostraciones de aparente respaldo popular y para disponer de matonería a sueldo encargada del trabajo sucio y disuasivo en los espacios de los rivales. Devenía lógico que en la composición de aquellos grupos predominaran los peruanos no-blancos (negros, indígenas, mestizos), objeto permanente de la discriminación social y racial (...) Sin embargo, no sólo de esas dudosas reservas provenían los elementos encargados de materializar las agresiones y las manipulaciones en coordinación con funcionarios del gobierno y los políticos predominantes. Provenían también de sectores medios, instruidos y arribistas, e inclusive de grupos de elementos de alta posición (...) Con independencia del color de la piel o de su fisonomía, podrían estos ser asimismo agrupados, según el caso, en una de las dos especies: “gallinazos de basura” y “gallinazos camaroneros” (Miguel de Priego, 2000:309).


Valdelomar no sería ajeno a evocar a través de sus escritos, sobre nuestra patria y la historia. Estuardo Nuñez, el patriarca de la literatura peruana en su obra “Los tradicionistas peruanos", que es una antología sobre la tradición, señala que Palma sigue siendo la pluma maestra, pero que también destacan entre otros, Abraham Valdelomar con “El sueño de San Martín”. En la simplicidad del diálogo, esta ofrenda trata sobre las circunstancias que inspiraron al prócer argentino, don José de San Martín, para tener los colores y la forma de la bandera del Perú. Exalta asimismo a su añorado Pisco, lugar donde no existe las tempestades, y es favorito para los flamencos. Recostado a la sombra de una palmera se durmió y soñó sobre un pueblo libre al norte que se regocijaba lleno de patriotismo. La presente cita que es parte de “El Sueño de san Martín”, apareció publicado en Mundial, el 28 de julio de 1921, con motivo del centenario de la independencia:

“Fueron poblándose los yermos arenales de edificios, los mares de buques, los caminos de ejércitos. Muchedumbres inmensas caminaban febrilmente en un ansia infinita de trabajo y renovación. Los hombres de este país eran libres, fuertes, patriotas, y oyó sonar una marcha triunfal. Y cuando todo el pueblo se había elevado, cuando el progreso y la libertad estaban dando su fruto vio extenderse sobre la extensión ilimitada una bandera. Una bella bandera, sencilla y elocuente, que se agitaba con orgullo sobre aquel pueblo poderoso. Despertó y abrió los ojos. Efectivamente, una bandada de aves de alas rojas y pechos blancos de armiño se elevaba de un punto cercano. Aquel grupo de aves, cada una de las cuales formaba

una bandera, se desparramó hacia el norte y se perdió en el azul purísimo del cielo. El héroe se puso en pie. El ejército estaba listo para la marcha” (Valdelomar, 2000: 459).

Durante el año 1918, Valdelomar se dedicó con fuerza en tratar temas relacionados al sentimiento patriótico. Son textos escritos y difundidos en su célebre Tríptico Heroico. Son páginas de exaltación a los valores sustantivos de nuestro país, dirigidos de modo especial a la juventud, sumándose a la prédica de González Prada. Estos poemas en prosa fueron entregados a las nuevas generaciones como un legado patriótico.

En Oración a la bandera, se exalta el significado que tiene la bandera con sus colores definidos que orgullosamente simboliza al país. Su uso se hace obligatorio en toda actividad. Valdelomar como todo un maestro, sueña con tener una patria libre y fuerte. “Bendita y adorada seas”, señala Valdelomar en esta oración a la bandera:

“Bendita seas porque en tus rojos pliegues está la sangre de mi sangre, la sangre de mi padre y de mi madre, la sangre de mis abuelos, la sangre que por ti derramaron todas las generaciones; bendita seas porque pensando en ti los niños nos haremos más buenos; porque viendo en extraña tierra tu imagen sentiremos el beso de la madre, el beso de la hermana, el afecto lejano y el bienestar distante; bendita seas porque tú encarnas el ideal sobre la tierra; porque tú eres el ideal mismo hecho ala en el viento y pliegue bajo el azul del cielo. Porque fuiste ave con Chávez, pujanza con Elías Aguirre, ala con Ugarte, sudario con Grau, anhelo con Túpac Amaru, idea con Unanue, músculo y nervio con Zela, gracia con Palma, música alada con Chocano; porque tú eres la máquina y el órgano, la acción y el impulso, la carne y el símbolo, la conciencia y la voluntad; porque abriste horizontes al Perú en manos de los Incas, porque abriste nuevos caminos en las olas inestables, porque llenaste de nombres gloriosos las páginas de la Historia, bendita seas, ¡oh, bandera, ala de la victoria, allí donde haya luz y alma y amor y heroísmo y juventud y anhelo e ideal! “(Valdelomar, 1979:107).


En Invocación a la Patria, se convierte en un abanderado al convocar a los hombres y mujeres de todas las edades a construir una Patria digna y respetable. Esta bella prosa va a ser incluido en sus conferencias a lo largo de su recorrido que hizo por el país. Clama fervorosamente pidiendo, dadnos Patria:

“Niños peruanos Una sola palabra debe concretar vuestros anhelos: Patria. Vosotros, jóvenes, en plena floración de la vida, llenos de ideales, llenos de primavera, ansiosos de laborar por el bien, no tenéis Patria todavía.

¡La Patria es orgullo santo, y nosotros no tenemos orgullo; la Patria es haz de voluntades y nosotros somos abúlicos; la Patria es tea luminosa y radiante y nosotros estamos en las tinieblas; la Patria es fraternidad, concierto de afectos, uniformidad de sentimientos, y nosotros somos desunidos y nos hacemos daño unos a otros; la Patria es orden y respeto y nosotros desordenados; la Patria es acción y nosotros somos indolentes; la Patria es libertad y nosotros tenemos

esclavos; la Patria es abnegación y nosotros somos egoístas; la Patria es Dios y nosotros somos fanáticos! Escuchad, compatriotas, la voz de nuestra niñez:

¡Dadnos lo que os pedimos fervorosamente, dadnos Patria!” (Valdelomar, 1979:108).


En Oración a San Martín, Valdelomar hace una súplica, invocando al alma de don José de San Martín a fin de que nos ilumine y proteja de los peligros contra la libertad. Nos preserve contra el caudillaje de los militares militaristas y nos libere de toda acción que venga del exterior tratando de mutilar más nuestro sagrado territorio. Invoca también para que el Libertador ilumine la conciencia de los gobernantes y no tengamos más pérdidas territoriales como Tarapacá, y se pueda recuperar Tacna y Arica que se encontraban en ese entonces en poder de Chile:

“Desde aquí, desde la tierra fecunda; desde aquí, desde el rincón histórico; desde el valle que engrandeció tu figura marcial, te pedimos que ruegues por la Patria que fundaste. ¡Ruega, Señor, por la felicidad del Perú; ruega porque siempre sepamos ser libres, ruega porque nunca tengamos tiranos; ruega porque tengamos siempre la fuerza y el patriotismo de destruir la tiranía y defender la libertad; ruega porque podamos vengar la humillación de nuestra bandera y la invasión a nuestro territorio; ruega porque nuestra sangre alimente la lámpara sagrada en los altares de Tacna, Arica y Tarapacá y porque el Perú se levante de entre sus ruinas! Tú que fuiste el más ardiente enamorado de la Libertad, invoca en nuestro favor a las Grandes Fuerzas Justicieras para que esta generación que te invoca sepa matar a los tiranos, a los invasores, a los malos hijos de la Patria; a los que negocien con el patrimonio común, a los que traicionen a su bandera, a los que renieguen de sus ideales, a los que luchen contra sus convicciones, a los que exploten a los hombres y opriman a los pueblos. Ruega, Señor, porque estas generaciones que te invocan sepan engrandecer y glorificar a los que aman a la Patria, a los que ayudan a sus hermanos, a los que honran a sus padres y glorifican a sus héroes; a los que divulgan las ideas, a los que siembran las doctrinas, a los que defienden a los oprimidos y exaltan a los humildes; a los que consagran su vida a convertir la realidad en sueños y a realizar los ideales” (Valdelomar, 1979:109-110).


Durante los últimos dos años de su existencia, Valdelomar recorrió el país con mucho entusiasmo, dando conferencias. El objetivo del proyecto era desarrollar una campaña de divulgación cultural, y tomar conocimiento de la realidad de nuestros pueblos. Asimismo, quería con sus proclamas, afianzar el sentimiento nacionalista, tratando de elevar el aprendizaje de nuestros estudiantes y trabajadores, conociendo más a nuestros valores nacionales. La noche del viernes 7 de junio de 1918, se presentó en el auditorio principal del pueblo de San Pedro de Lloc, congregándose las principales

autoridades cívico-militares. Habló sobre la batalla de Arica, su significado, y la figura paradigmática de Bolognesi:

“Para nosotros el 7 de junio no es simplemente una fecha que traduce un glorioso acto militar. Es algo más. El 7 de junio significa el primer día de gloria trascendental porque allí nació para nuestra raza el primer héroe. Bolognesi es el verdadero libertador del Perú porque es el primer hombre que crea la leyenda. Bolognesi es el primer hombre que se sacrifica por un ideal, sabiendo que el éxito material no le acompañaría. Bolognesi es la fuerza heroica y consciente, el espíritu supremamente artista, el alma altamente comprensiva que prefiere crear una leyenda a obtener un triunfo; comprende que los países sólo pueden alimentarse de ideales y que más vale para un pueblo una lección de abnegación y de sacrificio, que una victoria sobre el terreno del enemigo. Si nosotros no tuviéramos Arica, si no tuviéramos un ideal por cumplir, si no sintiéramos la necesidad de rescatar un territorio, ni de lavar una ofensa, ni de salvar una bandera, ¿qué ideal nos congregaría que fuera más noble y más santo que ése? Bolognesi es para el Perú como el punto donde deben converger todas las miradas, donde deben unificarse todos los anhelos, donde deben unirse todas las fuerzas nacionales. Aquel grupo épico y solemne, aquel nido de héroes, desde Arica, comprendieron que era inevitable la derrota. Entonces pensaron que era necesario, sin embargo, vencer al enemigo. Quisieron hacer triunfar sobre la fuerza arrolladura y brutal, la leyenda gloriosa que no muere nunca. Un día se olvidarán las generaciones de que los chilenos ganaron un combate en la guerra del 79, pero los siglos no dejarán de recordar mientras haya poetas y patriotas y héroes, que en el Morro de Arica se escribió la más alta lección de patriotismo de un pueblo. Bolognesi, como Cristo de Nazareth, murió para redimir a su pueblo” (Valdelomar, 2000:427).

Valdelomar, aprovecha de la ocasión, donde están congregados los trabajadores del norte, de las haciendas azucareras, para motivarlos a la forja de la conciencia nacional, a la defensa de su dignidad como ciudadanos con derechos, y al amor por el emblema nacional:

“Necesitamos que desaparezcan en el Perú las castas privilegiadas; que los ciudadanos triunfen por selección natural y que predominen los más aptos. Necesitamos que el favor y la recomendación no obtenga ningún significado en el diccionario nacional; necesitamos que los hombres tengan claro concepto de que son tales. En el Perú hay dos clases de esclavitud: la esclavitud física, los esclavos cuya vida y hacienda pertenecen al gamonal; y la esclavitud, mil veces más repugnante, la esclavitud moral que consiste en el servilismo y en el sometimiento, en la abdicación del orgullo y de la altivez, de la rebeldía y del honor. Necesitamos un pueblo que no mire sin interés sus problemas vitales, que no olvide sus ofensas, que recuerde con horror, con espanto y con odio a los que le despojaron de su riqueza, de su territorio, de su honor y de sus pabellones. Necesitamos que la bandera no sea un pedazo de trapo de colores sino un símbolo real de lo que más intensamente puede preocupar a un hombre libre" (Valdelomar, 2000:429-430).


Su pasión por el Perú obligó a Valdelomar visitar todos los pueblos del norte, desde el norte chico, pasando por Trujillo, Chiclayo, la sierra cajamarquina, hasta llegar a las

zonas rurales de Piura. Todo un éxito constituyó las conferencias dadas en el cálido norte. Al estar nuevamente en Lima, escribiría sobre Piura: “¡Oh Piura inolvidable!, quién pudiera morir bajo la sombra de tus algarrobos, viendo a lo lejos tus crepúsculos, escuchando el eco de tus voces amigas y cordiales”. Estas palabras cálidas fueron registradas en la revista Variedades el 7 de diciembre. Se alistaría para ir más adelante al sur del país.

1919, resultaría un año muy movido políticamente. De un lado, Lima se encontraba en el mes de enero paralizada a causa de la huelga de trabajadores pidiendo las 8 horas de trabajo. Los estudiantes universitarios se confunden con los trabajadores manuales, en procura de lograr la ansiada ley de las 8 horas, que se conseguiría finalmente el 15 de enero, con el decreto firmado por el presidente Pardo. De otro lado, el ambiente estudiantil universitario estaba con la idea de "reformar" a la universidad, ya que ésta se encontraba controlada dogmáticamente por el civilismo o unas cuantas familias de abolengo. Destacaron en esta lucha, líderes como, Víctor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez, Manuel Abastos, entre otros. Se pedía el cambio de los malos profesores, el acceso libre a los estudiantes pobres, fomentar la extensión universitaria, y lograr que los obreros reciban los beneficios de una cultura superior. Finalmente, Leguía, les concede a los estudiantes las peticiones hechas, que dentro de ella estaba la participación en el gobierno de la Universidad.

También, durante el año 1919, se ha de producir las elecciones presidenciales. José Pardo no llega a completar su mandato presidencial. Leguía, a pesar de haber ganado las elecciones, promueve una acción de facto para asegurar el poder. Valdelomar decide incursionar nuevamente en la política de manera activa. Es propuesto por la gente de Leguía a presentarse para lograr una diputación regional. Con el respaldo popular a su favor, más el cariño de su gente iqueña, logra constituirse en diputado regional. Representando a lca, es proclamado el 5 de setiembre de 1919. Como integrante del Congreso Regional del Centro asiste en el mes de octubre al Congreso a realizarse en Ayacucho. Se instala la primera sesión preparatoria, y es elegido secretario de la Mesa Directiva en la noche del 31 de octubre. Al día siguiente, cuando se disponía a bajar del hotel donde se alojaba por una empinada escalera de piedra, resbaló cayendo aparatosamente. Luego de dos días de penosa agonía, muere el 3 de noviembre de 1919

en horas de la tarde, contando con tan solo 31 años de edad. Antenor Orrego, lo recordaría de esta manera:

“Valdelomar ha caído súbita y trágicamente, fulminado por la muerte. Fue un escritor de vigorosa y acentuada personalidad y era uno de los pocos que por su fuerza espiritual estaba capacitado para continuar la obra intelectual de González Prada y de Ricardo Palma, tal vez, con un espíritu moderno más amplio, con un más dilatado miraje acervo más nutrido de ideas y de sensaciones. Cultivador del humorismo en su más alta, sutil y refinada manifestación, escribió ensayos maravillosos en los que campea el más galano y donoso ingenio. Entre los escritores de su época nadie trajo una mayor libertad espiritual, un aire de más acusada y original modernidad” (Orrego, 1995:398).


Referencias

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