¡Conjuntos de vivienda social que cuiden!

Repercusiones de las políticas públicas de vivienda social en la vida de las mujeres: el caso de Ciudad Satélite, San Luis Potosí, México.

Care Providing Social Housing Units!

The effects of public housing policy on women’s lives: the case of Ciudad Satelite, San Luis Potosi, Mexico

 

Lourdes Marcela LÓPEZ MARES[1]

Miguel Adolfo ORTIZ BRIZUELA[2]

María Elena MOLINA AYALA[3]

 

 

Recibido

Aprobado

:

:

05.03.2024

23.06.2024

Publicado

:

30.06.2024

 

 

 

RESUMEN:  Ciudad Satélite es un desarrollo masivo de vivienda social construido en la década del 2000 en México como parte de la política federal de fomento a la vivienda para la clase trabajadora. Esta política, sin embargo, se implementó en un contexto neoliberal en el que el estado facilitador cedió gran parte de sus responsabilidades al sector privado. Como resultado, los desarrolladores inmobiliarios produjeron una Ciudad con lógicas mercantiles que buscan maximizar la producción y disminuir costos y bajo esquemas de planeación urbana patriarcales que segregan usos de suelo y dejan de lado las necesidades de grupos en desventaja como las mujeres. Mediante entrevistas con 16 mujeres que viven en Ciudad Satélite, observación no participante e investigación documental, el trabajo analiza las repercusiones de la política pública de vivienda social en la vida de estas cuidadoras. Los hallazgos revelan diversas capas de desventaja que, añadidas a su condición de mujeres discriminadas e invisibilizadas, enfrentan en un contexto segregado, con poco equipamiento y oportunidades locales de trabajo, movilidad reducida, inseguridad y limitada participación comunitaria. Estas condiciones refuerzan las desigualdades de género y agudizan su situación de pobreza, es por ello que las políticas públicas deben diseñarse con perspectiva de género y bajo los principios del urbanismo feminista para que las mujeres puedan gozar y producir ciudad en igualdad.

 

PALABRAS CLAVE: Vivienda social, Cuidados, Urbanismo Feminista, Segregación.

 


ABSTRACT: Ciudad Satelite is a massive social housing development built in the 2000s in Mexico, as part of the federal policy that sought to promote housing for the working class. This policy, however, was implemented in a neoliberal context in which the facilitating state ceded most of its responsibilities to the private sector. As a result, housing developers produced the city with a market logic that seeks to maximize production and reduce costs, and under patriarchal urban planning schemes that segregate land uses and leave aside the needs of disadvantaged groups such as women. Through interviews with 16 women who live in Ciudad Satelite, non-participant observation and documentary research, the work analyzes the repercussions of public policy on the lives of these caregivers. The findings reveal various layers of disadvantage that women face in addition to discrimination and invisibility, in a segregated context with a reduced public facility and mobility offer, insecurity and limited community participation. These conditions reinforce gender inequalities and exacerbate women’s poverty. Therefore, public policy should be designed with a gender perspective and under feminist urbanism principles so that women can enjoy and produce the city in equality.

 

KEYWORDS: Social housing, Care, Feminist urbanism, Segregation.

 

 

 

COMO CITAR:

HOW TO CITE:

López Mares, L. M., Ortiz Brizuela, M. A. y Molina Ayala, M. E. (2024). ¡Conjuntos de vivienda social que cuiden!

Repercusiones de las políticas públicas de vivienda social en la vida de las mujeres: el caso de Ciudad Satélite, San Luis Potosí, México. Mujer y Políticas Públicas, 3(1), 290-328. https://doi.org/10.31381/mpp.v3i1.6671

 

 

INTRODUCCIÓN


Si “…la ciudad, como representación territorial del cuerpo social, es reflejo del cuidado y autocuidado que una sociedad, un Estado y una colectividad la dan al cuerpo social…” (Paniagua, 2018), entonces las políticas públicas son la representación político-administrativa de este cuidado. En un artículo escrito en 2018 por Paniagua, la autora resalta, desde el título de su obra ¡Ciudades que cuiden! la necesidad de producir espacios que territorialicen el cuidado que el cuerpo social y reproductivo requieren. En este artículo se retoma el reclamo de la autora para pugnar por el diseño de políticas públicas que produzcan espacios habitables en dónde los cuidados sean tan (o más) importantes como la producción del capital. Se basan los argumentos en el análisis de las experiencias de vida de mujeres que habitan en un desarrollo de vivienda social llamado Ciudad Satélite.

Este desarrollo fue planificado en el 2007 para albergar a 30,000 familias y dotarles de la infraestructura y los equipamientos necesarios para garantizarles una adecuada calidad de vida (Instituto de Vivienda del Estado de San Luis Potosí [INVIES], 2007). Además, debido a su ubicación periférica, el Instituto de Vivienda del Estado (INVIES), promotor del proyecto, gestionó una línea de transporte público de acceso a la capital en dónde se concentran los equipamientos regionales (ver figura 1). Sin embargo, lo inicialmente planificado dista de la realidad actual. Diecisiete años después de iniciada su planificación, Ciudad Satélite alberga al 12% de la población que se había proyectado al 2015. Esta goza del 6% de los equipamientos inicialmente planeados y enfrenta segregación, falta de oportunidades laborales e inseguridad, entre otras problemáticas (López, 2012, 2016). 

 

 

 

Figura 1

Ubicación de Ciudad Satélite

 Nota. Elaboración propia.

Este trabajo revisa las condiciones de vida que ofrece este conjunto habitacional masivo y periférico a 17 años de su construcción. Dicho caso fue polémico en su tiempo por la visión tecnocrática que guio al proyecto y es un ejemplo paradigmático del urbanismo neoliberal para la producción de vivienda social desarrollado desde los años 1990, pero con más auge a partir del 2000 en México.

La investigación adopta un enfoque feminista mediante el cual contrasta las experiencias vividas recientemente por algunas de sus habitantes, con las intenciones iniciales del proyecto, que, a grandes rasgos, pretendía producir una ciudad ex nihilo con todos los servicios necesarios para garantizar una buena calidad de vida y atener el déficit de vivienda para la clase trabajadora. Este trabajo hipotetiza, sin embargo, el proyecto fue elaborado bajo una lógica mercantil que prioriza las funciones de producción en detrimento de las reproductivas y de cuidados. Esto afecta a los residentes y en particular a las mujeres que asumen estas tareas en un entorno que encona las desigualdades de género existentes.

El estudio se alinea con otros que versan sobre vivienda social y mujeres desde la perspectiva del urbanismo feminista y los cuidados, con el objetivo de entretejer diferentes escalas de análisis que permitan entender los efectos de la neoliberalización de las políticas públicas en la vida cotidiana. De esta manera, se apoyó en métodos de investigación cualitativos para entender ¿Qué desafíos enfrentan las mujeres en desarrollos masivos de vivienda social en periferia como Ciudad Satélite?, ¿Cómo se insertan los cuidados y las labores reproductivas y domésticas en contextos como el de Ciudad Satélite? para finalmente comprender ¿Cómo la política de vivienda social en México ha contribuido a incrementar las desigualdades de género?

Para ello, se compararon las condiciones del desarrollo desde su planeación y construcción documentadas en literatura secundaria (López, 2016) con las actuales, mediante entrevistas, observación, investigación documental y mapeos. A diferencia de los estudios anteriores sobre Ciudad Satélite, este adopta un enfoque feminista.

El trabajo se estructura en cinco apartados: el primero presenta la revisión de la literatura y el marco teórico para entender cómo la producción neoliberal y patriarcal de ciudades y políticas públicas infravaloriza e invisibiliza a los cuidados y por lo tanto a las mujeres que mayoritariamente los asumen. En el segundo apartado se presenta la metodología y en el tercero los resultados del análisis, estructurados en cinco temáticas: seguridad, participación, equipamiento, trabajo y movilidad. Finalmente se exponen la discusión y las conclusiones.

 

MARCO TEÓRICO Y ANTECEDENTES

Revisión de la literatura sobre mujeres y vivienda

La vivienda es un espacio social de gran importancia por ser vivido intensamente por individuos, familias y grupos. Por ende, se constituye como unidad socio-espacial fundamental para el individuo y las sociedades (Bourdieu, 2000). Esta es también una unidad productiva con valor de cambio, y a la par es propiedad simbólica con apegos ligados a su valor de uso (Núñez, 2020). Desde el enfoque de género, la vivienda forma parte de un entramado social complejo que responde a la estructura de dominación patriarcal (Barriga y Sato, 2021) y que ha contribuido a la reproducción de roles.

En la literatura, el rol que han jugado las mujeres en la producción y mantenimiento tanto de sus viviendas como de su contexto es central. Las mujeres son entes activos en la organización de sus comunidades, sin embargo, su participación comúnmente se hace a nombre de otros, por lo que no siempre implica la atención a sus necesidades particulares de género ni el reconocimiento de su derecho a participar, por el contrario, hacerlo suma responsabilidades a su carga de trabajo productivo y reproductivo (Massolo, 2003; Volbeda, 1989).

Esta sección presenta un mapeo selectivo de aportes que, lejos de ser exhaustivo, documenta las temáticas que han sido mayormente abordadas en la literatura que estudia la relación mujer-vivienda desde una perspectiva urbana. Para ello, la revisión identificó tres líneas principales, la primera, avanzada por las feministas occidentales estudia a la vivienda formal y suburbana, la segunda, que desde el cono sur documenta y analiza las luchas de las mujeres en barrios populares autoconstruidos y la tercera, objeto de este estudio, que se enfoca en la vivienda social.

Las feministas occidentales han criticado, desde la posguerra, la producción androcentrista de ciudad y de vivienda. Ellas cuestionan la división de roles productivos y reproductivos, la planificación androcentrista que separa la vivienda del trabajo y de las infraestructuras de los cuidados, es decir, de los equipamientos necesarios para la vida cotidiana tales como escuelas, centros de salud, guarderías, etc. (Col-lectiu Punt 6, 2019). Esta línea de investigación se ha centrado en el espacio residencial del norte global, criticando modelos de desarrollo urbano como el suburbio americano y analizando proyectos de vivienda que buscan colectivizar las infraestructuras para los cuidados (Hayden, 1980). En línea con este trabajo, y bajo el paraguas del urbanismo feminista, diversas autoras españolas han pugnado por incluir la agenda feminista a la producción de vivienda (ejm. Sánchez de Madariaga y Zucchini, 2020) y autoras como Falú (2022); Muxí Martínez et al. (2011) y Soto Villagrán (2018) han ampliado la reflexión a Latinoamérica.

La relación mujeres-vivienda ha sido también ampliamente explorada desde la teoría del feminismo popular en Latinoamérica, que enfoca su estudio en las luchas que las mujeres libran para construir sus viviendas y pugnar por el desarrollo de sus comunidades en barrios populares (Massolo, 2003; Paniagua, 2018). En esta línea, otras investigaciones documentan las experiencias de vida de mujeres en torno a su vivienda con el fin de entender cómo negocian los múltiples roles de cuidados, productivo, doméstico y comunitario (Salles y López, 2004) y otras cómo ellas “hacen hogar” al autoconstruir su vivienda y producir espacio a diversas escalas territoriales (Ossul-Vermehren, 2018).

Finalmente, numerosos estudios han abordado las problemáticas relacionadas a la política de vivienda social, a su proceso de producción y financiamiento. Desde la mirada sociológica, los estudios identifican las problemáticas sociales que derivan de vivir en esos espacios caracterizados por la segregación y exclusión (ver por ejemplo la compilación de Soldado et al., 2018) y desde la mirada antropológica, se ha también analizado la experiencia de sus residentes en ellas (Moctezuma Mendoza, 2017; Ossul-Vermehren, 2018). Sin embargo, son pocos los que abordan estas temáticas con enfoque de género.

En la literatura revisada sobre vivienda de interés social y mujeres, vulnerabilidad, segregación y pobreza fueron los enfoques más recurrentes. A través de casos de estudio principalmente en Argentina, Chile y México, las autoras documentan las experiencias de mujeres que viven en este tipo de desarrollos. En un estudio que toma como caso un conjunto habitacional en Sonora, México, Enríquez y Bernal (2014) encontraron que los hogares con jefatura femenina, derechohabientes de INFONAVIT (institución que financia más del 80% de la vivienda social) son más vulnerables debido a desigualdades laborales, bajos ingresos y exclusión social. De Dios Sandoval (2022) analizó los ajustes socioespaciales que mujeres de conjuntos habitacionales chilenos hicieron para adecuarse a las restricciones de la pandemia en un entorno carente de equipamientos de ocio, espacio público inseguro y entorno habitable restringido. Castillo et al. (2022) emplearon el concepto de la pobreza del tiempo para entender cómo la multiplicidad de desplazamientos relacionados a los cuidados incrementa las desventajas de mujeres que viven en desarrollos de vivienda social segregados en Chile. García y Cossio (2019) analizan las percepciones y experiencias cotidianas de jóvenes y mujeres en conjuntos de vivienda social al este de la ciudad Argentina de Santa Rosa, las relaciones que construyen en torno a su vivienda y con el barrio, uso del espacio público y participación en actividades comunitarias. Estas autoras pugnan porque las políticas de vivienda reconozcan a los cuidados como centrales en su diseño, ya que actualmente agudizan la dicotomía reproducción-producción y las brechas de género. Este artículo es probablemente el más cercano a los objetivos del presente trabajo por lo que se adhiere a su línea de investigación, pero se apoya en el urbanismo feminista y sus líneas de análisis para entender la deuda estructural que la política pública de vivienda en México tiene con las mujeres que viven en conjuntos habitacionales masivos y periféricos como el caso de estudio.

Ciudad Satélite como caso de estudio ha sido documentado por diversos autores. Esta investigación se basa en otra realizada por una de las autoras entre 2012 y 2016 (López, 2016), en la que se analiza la intersección entre las políticas públicas de vivienda social, la dotación de equipamiento y la organización comunitaria en tres de las colonias de Ciudad Satélite. En esta investigación la autora analiza la forma en cómo los diferentes actores involucrados en la producción de la ciudad insertan sus voces, agendas e intereses mediante diferentes estrategias y tecnologías de poder y concluye que incluso los menos empoderados ejercen poder, pero bajo condiciones de desventaja y de manera desarticulada. También a partir de las teorías de poder de Foucault, y desde la perspectiva de la planeación urbana la misma autora (López, 2012) discute cómo Ciudad Satélite fue un proyecto justificado y producido por Gobierno del Estado bajo una racionalidad desarrollista que incluso produjo su propia realidad para justificar el desarrollo de este megaproyecto. En otro artículo López y Alva (2021) demuestran cómo estas pugnas de poder encontraron manifestación espacial en la dotación de equipamiento.

Con enfoque de política pública, Moreno y López (2014) abordan dos casos de desarrollos masivos en periferia, el Rehilete en Guanajuato y Ciudad Satélite en San Luis Potosí. En específico, evalúan los desafíos de la Ciudad para ser elegible para un programa de certificación voluntaria promovido por la Hipotecaria Nacional en el 2008 llamado DUIS (Desarrollo Urbano Integral Sustentable). Los autores encuentran que entre estos desafíos destaca el encarecimiento de los precios de la vivienda debido a la especulación del suelo y a la escasez de subsidios para adquisición, rezago en la provisión de servicios y construcción de equipamientos y las distancias que se deben recorrer para llegar a ellos. En esta misma línea, Piña Hernández (2012) argumenta que Ciudad Satélite es la mayor reserva territorial de la capital potosina, sin embargo, su emplazamiento promueve la segregación socioespacial, es insostenible y beneficia principalmente al sector inmobiliario “cuyo principal objetivo es la generación de rendimiento económico evidenciando la capacidad de la industria, de la construcción a nivel local para influir directamente en el cambio de uso de suelo para la creación de proyectos inmobiliarios” (p. 40).

Por otro lado, Galaviz (2020) analiza cómo la movilidad afecta la calidad de vida de residentes que viven en megadesarrollos periféricos tomando como uno de sus casos de estudio a Urbivillas, una de las colonias de la ciudad. Para ello analizó mediante encuestas los tipos y frecuencia de traslados y los modos de transporte y su relación a las características físicas de la colonia, a la percepción de los residentes, a la disponibilidad de tiempo, seguridad y relaciones sociales. Los hallazgos principales indican que la falta de servicios y equipamientos en la ciudad forzaron la multiplicación de los traslados en vehículos motorizados e incrementan gastos para las familias. Además, las condiciones de seguridad no fomentan los traslados peatonales.

Los resultados de estos trabajos fueron centrales para la construcción de este artículo. Los hallazgos presentados en ellos se discuten e interpretan para entender las condiciones actuales de Ciudad Satélite. Sin embargo, cabe destacar que ninguno de ellos adopta un enfoque feminista ni busca entender cómo la producción de un megaproyecto así, tiene efectos diferenciales en las poblaciones más vulnerables que viven desventajas interseccionales como las mujeres, aporte que pretende abordar este trabajo en línea con los estudios sobre mujeres y vivienda revisados.

Ciudad neoliberal

El neoliberalismo es principalmente un proyecto político originado en el ámbito intelectual; este proyecto no ha contado con una forma estable, sino que ha sido más bien múltiple y heterogéneo (Brenner et al., 2010). Su aplicación real, su “localización” en casi todo el orbe, supuso todavía más heterogeneidad en sus resultados y también en sus saldos o externalidades. Sin embargo, este conjunto de ideas y prácticas comparten un supuesto que los hermana: en la base del neoliberalismo está la posibilidad de ver cualquier fenómeno social con ojos de mercado (Pérez-Rincón, 2020). 

El mercado es una lente, desde el neoliberalismo, que permite observar a la familia, a la vivienda, a la seguridad, a la educación, o, empero, a cualquier fenómeno social, como sujetos a las leyes de la oferta y la demanda (Escalante, 2017). La hipótesis ética de esta lente teórica sería que, al mirar todo como propenso a ser mercado, se producirían mejores resultados en el bienestar general que pensándose desde la noción de lo público.

Bajo esta lente, las ciudades:

Son proyectos de reestructuración territorial impulsados bajo la falsa promesa del desarrollo económico, cuando en realidad son parte de un modelo de acumulación por desposesión… a través de diferentes formas de violencia: la corrupción, la eliminación de las formas autóctonas de producción y el desplazamiento social apoyado por la violencia estatal. Todas ellas, características centrales del modelo neoliberal (Pérez-Rincón, 2020, p. 186)

El neoliberalismo como proyecto intelectual está en crisis, aunque es pujante todavía en su concreción. Las desigualdades cada vez más agudizadas y la exclusión de las mujeres en la producción de ciudad son sus saldos más notorios (Ahmed, 2022).

Los cuidados en la ciudad neoliberal

Los cuidados han estado en constante pugna con el proyecto neoliberal: “...por una parte, la reproducción social es una de las condiciones que posibilitan la acumulación sostenida del capital; por otra, la orientación del capitalismo a la acumulación ilimitada tiende a desestabilizar los procesos mismos de reproducción social sobre los cuales se asienta…” (Fraser, 2016, p. 131). En otras palabras, las actividades de cuidado soportan al sistema económico, sin embargo, su valor monetario no es reconocido y, por lo tanto, en un contexto en el que quien acumula tiene poder, quienes realizan las actividades de cuidado quedan subyugadas. Esto en consecuencia, ha detonado crisis y cambios de paradigma en la búsqueda por la emancipación de las mujeres. Esta emancipación, sin embargo, no ha buscado poner en valor a los cuidados sino promover la inserción de las mujeres a la lógica del capital (Fraser, 2016). 

Por cuidados se hace referencia a las actividades relacionadas con la reproducción social, que mantienen la vida y atienden las necesidades cotidianas del cuerpo, de la vivienda, de la comunidad y del medio ambiente (Aguirre et al., 2014). Este concepto tiene una carga fuertemente relacional, ya que, quién cuida se compromete física, moral y emocionalmente con otros, característica que diferencia a los cuidados del trabajo doméstico (Batthyány, 2020). Históricamente, estas tareas se han invisibilizado y atribuido a la esfera privada, al entorno doméstico, mismo que la división de roles patriarcal adjudica a las mujeres.

El régimen neoliberal promovió el desmantelamiento del estado de bienestar y la privatización y “externalización” de los cuidados, es decir, que estos se transfieren a otras mujeres con salarios inferiores, así como su “familiarización”, esto es, que sean absorbidos, típicamente sin remuneración, por las familias (Fraser, 2016, p. 128).

El tema de los cuidados incluye luchas colectivas de acceso a vivienda, servicios y equipamientos, entre otras, que van mucho más allá de la lucha individual por compaginar trabajo y familia. Si el centro de atención continúa siendo la inserción de las mujeres al sistema y no en la inclusión de los cuidados al sistema, advierte Fraser (2016), estos continuarán siendo una carga o un “residuo retrógrado” para familias con dos proveedores (p. 128). Incluir los cuidados al sistema implica la producción de ciudades que extiendan vínculos entre la esfera privada y la pública y cuya planeación deje de priorizar las funciones productivas.

Urbanismo feminista

La lógica del capital ha delineado las directrices del crecimiento urbano en favor de la economía y la producción, relegando a la reproducción (Campana, 2020). La producción del espacio no es neutra, esta refleja al orden social predominante, el cual se construye a partir de la dicotomía hombre-mujer (Campana, 2020). Las ciudades se han planificado teniendo como referencia al hombre-sano-clase mediero, facilitando las funciones productivas que este realiza, como si sus necesidades representaran las de todos los grupos poblacionales (Col-lectiu Punt 6, 2019; Sánchez de Madariaga y Zucchini, 2020). Esto deriva en “...profundas desigualdades - en el acceso a servicios, bienes públicos, infraestructura, equipamiento, transporte, entre otras variables… (Campana, 2020, p. 89). El urbanismo feminista o con enfoque de género pugna por “...poner en igualdad de condiciones las exigencias derivadas del mundo productivo y las derivadas del mundo reproductivo… Los dos mundos tienen que situarse en el mismo nivel de importancia en las decisiones para evitar ampliar o mantener las diferencias” (Muxí et al., 2011, p. 107).

Las mujeres tienen necesidades específicas en las ciudades, producto de los roles reproductivos y de cuidados que tradicionalmente asumen (Falú, 2022); ellas requieren de espacios que conecten usos de suelo diversos, que faciliten el transporte entre ellos y que las haga sentir seguras. Su inclusión, por lo tanto, en decisiones de producción espacial, es también central, así como el reconocimiento de las desventajas, invisibilización y discriminación que sufren por ser mujeres (Muxí et al., 2011).

Estas disparidades, aunadas a la interseccionalidad que viven mujeres en situación de pobreza y segregación como en el caso estudiado, incrementa los desafíos que enfrentan en el cotidiano. Paradójicamente, la política pública, la planeación urbana y la dilución del estado de bienestar incrementan estos desafíos, más aún, en el contexto del capitalismo neoliberal financiarizado que excluye de su lógica a quienes más vulnerables son (Ahmed, 2022). 

El enfoque feminista en la planeación se alinea al de género, que, según De Simone (2018), permite develar no solo las diferencias que atentan de forma directa en contra de los derechos humanos, sino también otros modos de discriminación socio-espacial implícitos en los procesos históricos de construcción de ciudades. Sin embargo, a diferencia del urbanismo género-consciente que abraza la diversidad de géneros y pugna por su inclusión en el espacio público, el urbanismo feminista se enfoca en las mujeres y reconoce las luchas históricas que desde el feminismo se han librado para insertar sus voces y hacerse reconocer en el entorno urbano y en las políticas públicas (Col-lectiu Punt 6, 2019).

Política pública de vivienda y cuidados en México

La neoliberalización de la economía mexicana y de las políticas públicas relacionadas a la vivienda y a los cuidados fue detonada por el presidente La Madrid en 1982 y sostenida por el presidente Salinas de Gortari en 1988, mediante estrategias como descentralización, austeridad fiscal, privatización de la banca e instituciones públicas, tecnocratización del estado y cortes presupuestales en sector relacionados a los cuidados como educación, salud y vivienda (Domínguez y Carrillo, 2009). Estos cambios se alineaban a lo que Williamson (2000) más tarde llamó “el consenso de Washington”. Este consenso se refiere a las políticas que organismos basados en Washington, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), implementaron a distancia mediante sus políticas de préstamo, siendo México uno de los mayores prestatarios (Boils, 2004). Estas políticas tuvieron como objetivo reducir la intervención de un estado “proteccionista” y promover la liberación de los flujos de capital extranjero, la privatización y la desregulación.

Como resultado, las políticas públicas relacionadas a los cuidados en el sector salud, educación, pensiones y vivienda, entre otros, se han transformado a la par de las políticas internacionales. Pero, al ser implementadas localmente, sus efectos acrecentaron las desigualdades y la separación entre dos grupos claramente definidos: “...una fracción urbana, protegida a través de la seguridad social vinculada al empleo formal y otra con grados diversos de desprotección o desafiliación” (Barba y Valencia, 2013, p. 6).

México se caracteriza por seguir un modelo de bienestar híbrido, que se apoya en la familia (comúnmente no remunerada e invisibilizada), en prácticas heredadas de la colonia (es decir en la transferencia de los cuidados a personas indígenas, o de menores recursos) y en iniciativas gubernamentales desarticuladas y enfocadas en el estrato asalariado de la población. Este modelo excluye a la población que se dedica a actividades informales y que vive en entornos rurales, ya que los equipamientos y servicios se concentran en entornos urbanos. Además, este modelo tiene un sesgo marcadamente patriarcal que atribuye a las mujeres las tareas de cuidado necesarias para mantener el régimen de producción y clientelista que permite a las administraciones en turno distribuir beneficios según sus intereses políticos (Barba y Valencia, 2013).  A la fecha, los esfuerzos institucionales aislados característicos de las políticas de cuidados reproducen estas desigualdades y tienden a la mercantilización de los servicios para los más ricos, a ofertar servicios de baja calidad para los más pobres y a delegar los riesgos y las responsabilidades de los cuidados en las familias.

Esto mismo sucedió en el sector vivienda, que fue desregulado entre 1989 y 1994, siguiendo los preceptos del Consenso, avanzados mediante las políticas de préstamo del BID (Boils, 2004). La desregulación abrió paso a la intervención de desarrolladores e instituciones financieras, facilitó la construcción de desarrollos masivos, construidos bajo la lógica de economía de escala, en la periferia urbana en dónde la tierra es más barata, pero se encuentra pobremente servida, carente de oportunidades de trabajo y mal conectada (Fuentes-Arce y Rodríguez-Leiva, 2020). Esto generó costos añadidos a los y las beneficiarias, al estado que debe de extender sus redes de servicio y al medio ambiente al consumir territorio silvestre y multiplicar los viajes y las distancias.

Estos fallos en la política pública se reflejaron en el abandono de vivienda, que según el plan financiero de INFONAVIT (2011-2015) alcanzó un 25%, es decir, una de cada cuatro viviendas construidas por este instituto entre 2000 y 2006 se encontraba en abandono y una de las principales razones son las problemáticas relacionadas a su ubicación periférica (Torres, 2013). Esto causó el colapso del sector y su posterior re-estructuración en línea con los preceptos de la Nueva Agenda Urbana.

Actualmente, la política pública promueve el desarrollo de vivienda compacta ubicada en perímetros intraurbanos mediante un sistema de incentivos al subsidio. Esto ha promovido la construcción de vivienda en vertical en zonas mejor servidas (Valenzuela-Aguilera, 2017). Sin embargo, la cantidad de desarrollos periféricos construidos durante el “Tren de la Vivienda” promovido por el presidente Fox[4], generó que muchas familias o perdieran su casa, la rentaran o vivan en condiciones precarias. Rodríguez y Sugranyes (2004) le llaman a esta paradoja de la política pública la pobreza de “los con techo”, subrayando la forma en cómo la política pública, pobremente diseñada e implementada puede reproducir la pobreza.

 

METODOLOGÍA

Los cuidados articulan tanto la mirada socio-económica (macro) de las políticas públicas, como la local (micro) a partir de las prácticas familiares, es decir, tienen implicaciones tanto a nivel sistémico como a nivel local (Campana, 2020, p. 89). Este lente transversal nos ayuda a entretejer lo macro y lo micro, la política pública con la experiencia cotidiana.

En política pública, los cuidados abarcan sectores como la vivienda, el trabajo, la infraestructura, salud y educación (Aguirre, 2011, p. 92). Estos componentes del espacio urbano están directamente relacionados al rol de las mujeres en las ciudades, por lo que, este trabajo los retoma como categorías de análisis con base en las propuestas por Pardo (2000). Para este estudio, la clasificación original de Pardo fue filtrada con los hallazgos en campo, de manera que solo se analizaron las temáticas más sobresalientes para el caso de estudio (ver tabla 1).

Tabla 1

Elementos de análisis, métodos de recolección de datos y fuentes

No

Temática

Elementos de análisis

Métodos

Fuentes

1

Políticas públicas

Proximidad entre polos atractores (centros de trabajo y equipamientos) y expulsores (vivienda), calidad del servicio, horarios y rutas.

Investigación documental

Periódico oficial del Estado, INEGI, fuentes secundarias

2

Seguridad y percepción

Eventos delictivos ocurridos en Ciudad Satélite, abandono de vivienda e invasión, vandalismo y robo, deterioro de la imagen urbana y percepción de inseguridad

Entrevistas, investigación documental, observación

Interlocutoras, fuentes secundarias, periódicos, sitio

3

Participación y organización comunitaria

Esquemas de organización persistentes, mecanismos de participación, desafíos, beneficios

Entrevista, investigación documental, observación, mapeo.

Interlocutoras, fuentes secundarias, medios de comunicación digitales, sitio

4

Equipamiento

Cantidad de equipamiento construido, necesidades de equipamiento, servicio y mantenimiento

Entrevistas, investigación documental, observación, mapeo

Interlocutoras, fuentes secundarias, sitio

5

Trabajo

Transferencia de cuidados, oferta de trabajo local y sus implicaciones, oportunidades y discriminación

Entrevistas, investigación documental

Interlocutoras, INEGI

6

Movilidad

Modo de transporte, caminabilidad, motivos de viaje, líneas de deseo, polos atractores, horarios, rutas, consumo de tiempo y costos

Entrevistas, investigación documental, observación.

Interlocutoras, fuentes secundarias, sitio

Nota. Elaboración propia con base en Pardo (2000).

El estudio compara las condiciones de la Ciudad en el 2013, año en que una de las autoras realizó trabajo de campo en la zona (López, 2016), con las actuales. Es por ello, que la investigación documental con base en fuentes secundarias fue muy relevante. Además, los testimonios de 16 mujeres, mayores de edad y residentes de diferentes colonias de Ciudad Satélite permitieron entender la forma en que la ciudad ha cambiado y qué desafíos viven frente a las condiciones actuales del desarrollo. Otro criterio para la selección de nuestras interlocutoras fue que estas trabajaran en distintos sectores y que realizaran labores de cuidado a la par de otras productivas, con el fin de entender cómo se insertan los cuidados y las labores reproductivas y domésticas en contextos como el de Ciudad Satélite. Las narrativas de estas mujeres y la historia de la planeación y desarrollo de la ciudad desde la perspectiva de la política pública y el urbanismo feminista permitieron finalmente entretejer lo cotidiano y local con lo político-económico para entender cómo la política de vivienda social en México contribuye a incrementar las desigualdades de género.

El abordaje metodológico adopta los principios de las metodologías feministas que priorizan la densidad de la narrativa mediante muestras pequeñas y entrevistas a profundidad, sobre muestras amplias (Peake, 2017), la particularidad de la experiencia sobre la representatividad, los métodos cualitativos sobre los cuantitativos, y el enfoque en la subjetividad de la percepción (Mauthner, 2020). Contrario a la tradición patriarcal y colonizadora en la producción de conocimiento, el trabajo reconoce a las mujeres como objeto y sujeto de conocimiento.

La tabla 1 resume los métodos de recolección de datos empleados para colectar información y las fuentes consultadas. Las entrevistas se realizaron con base en un instrumento dividido en siete secciones, una de datos generales, en dónde las mujeres nos hablaron de su historia y de cómo llegaron a la Ciudad y seis basadas en las temáticas de análisis. Estas tuvieron una duración aproximada de una hora, y fueron realizadas en la vivienda o centro de trabajo de las mujeres. Ellas fueron reclutadas principalmente en las tiendas de abarrotes y solo una había sido entrevistada en el 2013. La muestra se definió una vez que se llegó al punto de saturación (Díaz-Bravo et al., 2013), es decir, cuando la información aportada por nuestras interlocutoras referente a las categorías de análisis fue repetitiva. Las entrevistas fueron videograbadas y transcritas bajo previo consentimiento o en su defecto se tomaron notas en el diario de campo, mismo que fue empleado para llevar una bitácora de las visitas y anotar lo observado.

Las observaciones, al igual que las entrevistas, se realizaron entre junio del 2022 y diciembre del 2023, durante seis sesiones de aproximadamente cuatro horas cada una y se enfocaron en los elementos de análisis de las temáticas de seguridad, participación, equipamiento y movilidad. Lo observado se registró en el diario de campo y mediante un levantamiento fotográfico y mapeos.

La investigación documental se basó en literatura secundaria, particularmente estudios previos sobre Ciudad Satélite (ver López, 2012, 2016; Moreno y López, 2014; López y Alva, 2021; Piña-Hernández, 2012; Galaviz, 2020), documentos oficiales como el plan parcial de desarrollo urbano de Ciudad Satélite (Secretaria General de Gobierno de San Luis Potosí  [SEGOB], 2007), informes institucionales (Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores [INFONAVIT], 2015, 2021), fuentes hemerográficas (En Primera San Luis, 2021; Martínez, 2021) y videográficas (INVIES, 2007). Con estas fuentes se llevó a cabo un análisis de contenido en Atlas ti, mediante códigos basados en los elementos de análisis mostrados en la Tabla 1.

Este estudio exploratorio, lejos de ser generalizable, permitió entender las particularidades de un desarrollo masivo que como en muchas otras ciudades de México fue impulsado por la política neoliberal, pero que, al ser implementado en una realidad socio-política particular resultó en híbridos que solo pueden ser entendidos si la realidad se contextualiza.

Se seleccionó Ciudad Satélite como caso de estudio paradigmático en el que se implementó un modelo neoliberal de política vivienda social cuyas fallas repercuten en el cotidiano de las mujeres y hombres que ahí viven. Actualmente, la Ciudad cuenta con 15, 682 habitantes que viven en 6 colonias (ver figura 2).

 

 

 

 

 

 

 

Figura 2

Zona industrial y habitacional con división de macro lotes.

Nota. Elaboración propia.

 

RESULTADOS

Política pública, planeación y desarrollo de un megaproyecto

Ciudad Satélite es uno de los numerosos desarrollos construidos en México durante el “Tren de Vivienda”. Esta “Ciudad” fue planificada en 1,000 hectáreas, 700 para vivienda y 300 destinadas a una zona industrial aledaña (ver Fig. 3).

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 3

Zona industrial aledaña

Nota. Autoras.

La zona habitacional albergaría 132,000 habitantes en 32,000 viviendas, construidas a razón de 5,000 por año (SEGOB, 2007). Para ello, la ciudad se diseñó teniendo como inspiración la monumentalidad de la ciudad de Brasilia y la estructura urbana por barrios del centro histórico de San Luis Potosí (López, 2016). Como resultado, la Ciudad se estructura por amplias avenidas, en torno a generosas áreas de equipamiento. Esta se lotificó en 20 macro lotes que el Instituto de Vivienda de Gobierno del Estado (INVIES) comenzó a desarrollar mediante cuatro estrategias, primero, aseguró la construcción con fondos públicos de obras de infraestructura; después, subcontrató el diseño y supervisó la construcción de los primeros tres macro lotes para así comenzar a generar especulación sobre el resto de los macro lotes; posteriormente, donó macro lotes a desarrolladoras, a cambio de la construcción de infraestructura y les facilitó la obtención de los permisos de uso de suelo y construcción y, finalmente, tramitó la entrada del desarrollo a un programa federal de la Comisión Nacional de Vivienda para asegurar 5,000 subsidios el primer año para estimular la demanda.

La construcción de Ciudad Satélite atravesó grandes desafíos, cálculos financieros fallidos y rezago en los plazos para entregar subsidios y comenzar a pagar el crédito bancario, atrasaron las obras, incrementaron las deudas con los constructores y contribuyeron a que el INVIES fuera vetado por la federación para asignación futura de fondos para subsidios. Esto ralentizó la producción de vivienda, de manera que de las 30,000 unidades planificadas al 2013, solo 4,217 se habían construido (López, 2016) y al 2023 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2020) reporta 5,632 viviendas. Además de esto, una crisis financiera nacional en 2009 afectó a las empresas constructoras y el modelo de desarrollo de vivienda en masa se vino abajo. Las consecuencias locales de esta crisis, así como la implementación de un modelo de construcción de vivienda fallido, afecta la vida cotidiana de los residentes de Ciudad Satélite, pero de forma incremental e interseccional a las mujeres que ahí viven, derivado de problemas de inseguridad, movilidad, participación comunitaria, acceso a equipamiento y a fuentes de trabajo.

Ciudad Satélite: una mirada híbrida y polimórfica desde el urbanismo feminista y los cuidados

Las necesidades de las mujeres de Ciudad Satélite no pueden ser entendidas de forma homogénea. Es por ello que la muestra de participantes buscó reflejar su diversidad. Primero, las participantes viven en las cinco colonias mayormente habitadas de Ciudad Satélite: Satélite, el Manantial, Urbivillas, Centenario y Macro 9. El rango de edades varió entre 20 y 60 años y más, sin embargo, cerca de la mitad (43.75%) de nuestras interlocutoras tienen entre 40 y 50 años de edad. Siete de las participantes viven en pareja, cuatro se encuentran separadas, una declaró ser madre soltera y las últimas cuatro no especificaron. Finalmente, la situación laboral de las participantes es reflejo de las oportunidades con las que cuentan en proximidad: cuatro de ellas realizan actividades relacionadas al comercio informal, otras cuatro trabajan como empleadas en negocios locales, tres tienen un negocio propio de alimentos, otras tres se dedican exclusivamente a su hogar y dos son obreras en la zona industrial aledaña. Cabe destacar que todas ellas, además de actividades productivas, realizan labores domésticas y de cuidados.

Los hallazgos que presenta esta sección reflejan los testimonios de mujeres que, desde esta diversidad, identifican problemáticas que les son comunes aun y cuando estas les afectan de formas diversas. Estas problemáticas se agrupan en cinco temáticas, en línea con las categorías de análisis: seguridad, participación, equipamiento, trabajo y movilidad.

Seguridad y percepción: delincuencia, abandono, invasión y uso del espacio público

La inseguridad es un tema al que recurrentemente se refieren las mujeres, ya que perciben que los eventos delictivos se han incrementado. Según estudios previos, las actividades que más preocupan a las vecinas son el robo a casas, asaltos y acoso (Galaviz, 2020). López (2016) encontró que también la violencia doméstica y el consumo de estupefacientes en la vía pública eran frecuentes y que los residentes relacionan la inseguridad a la vivienda abandonada, escasa iluminación pública, falta de actividades deportivas y académicas fuera de horas de escuela para los jóvenes, padres ausentes y poco apoyo comunitario.

Actualmente, el robo a casas sigue siendo una de las principales preocupaciones, además de eventos delictivos relacionados al crimen organizado suscitados en los últimos tres años: “…A un niño de 17 años lo mataron…parece que fue un pequeño descuido y lo mataron…o sea una bala perdida, [y] el año pasado…creo tiraron 3 mujeres aquí por las escuelas…Y unos que dejaron encobijados ahí en el puente por ahí también” (entrevista realizada el 7 de junio del 2022). (ver fig. 3)

El abandono de vivienda es un problema recurrente en la Ciudad, esta fomentó el robo y vandalismo, así como el deterioro de la imagen urbana. Este fenómeno, sin embargo, ha disminuido: en el 2013 cuatro de cada diez viviendas estaban deshabitadas (López, 2016) en contraste con dos de cada diez al 2020 (INEGI, 2020). La ocupación de vivienda incrementó entre 2016 y 2020 por una organización política que entre sus funciones fomenta la ocupación ilegal y capitaliza el stock de vivienda subutilizado en favor de sus agremiados quienes unen sus fuerzas para evitar evicciones.

Esto ha generado conflictos entre los compradores y los ocupantes, evidentes en el testimonio de Gaby, una mujer joven residente de Urbivillas: “La gente que compró o renta vivienda tiene miedo de salir: por la inseguridad del lugar y por sus vecinos, los cuales incluso se meten a robar a las viviendas por lo que deben de estar al pendiente” (Entrevista realizada el 10 de octubre del 2022).

Esta situación ha resquebrajado el tejido social y alimenta prejuicios y desconfianza entre residentes. La situación también deteriora la percepción de seguridad de las mujeres que como Gaby dicen que: “…uno no puede salir a gusto porque piensas que al regresar, ya me robaron o se metieron, yo nomás de mi casa al trabajo y ya”.

Otros factores que afectan la percepción de seguridad en Ciudad Satélite, así como el uso del espacio público, son el vandalismo y deterioro de la imagen urbana, grandes extensiones de terreno en breña producto del desarrollo truncado de la Ciudad, contaminación debido a la falta de servicio de recolección de residuos, poco mantenimiento del espacio público (ver Fig. 4) y escasa presencia policiaca. En palabras de Sonia, residente del Manantial: “Aquí para mejoras el alumbrado público y la vigilancia…en cuanto a la policía porque solamente hay una patrulla y cuando se necesita pues no recurren al tiempo cuando se les hace el llamado” (Entrevista realizada el 19 de diciembre del 2023).

Figura 4

Acumulación de basura en la vía pública afecta la imagen urbana.

Nota. Autoras.

Participación y organización comunitaria

La vida comunitaria se ve coartada en contextos como Ciudad Satélite en los que existe desconfianza entre vecinos y se carece de espacios comunitarios de encuentro. En sus inicios, las primeras colonias de la Ciudad contaban con diferentes esquemas de organización: en Urbivillas una asociación civil, en Satélite una junta de mejoras y en el Manantial un comité vecinal (López, 2016, López y Alva, 2021). Las vecinas participaban en estas organizaciones para atender necesidades domésticas y relacionadas al cuidado tales como exigir cuentas y servicios tanto a las desarrolladoras como al gobierno del estado, organizar actividades comunitarias para mantener y mejorar centros de manzana y para construir equipamientos. Cabe destacar que la mayor parte de las personas participantes eran mujeres, algunas de ellas con experiencia previa en partidos políticos y liderazgos sociales.

Actualmente, la organización original parece diluida. Ninguna de nuestras interlocutoras reconoció alguna de las figuras de organización iniciales a no ser por iniciativas aisladas en respuesta a problemáticas puntuales relacionadas principalmente a la seguridad y al servicio de agua. Al preguntarles por alguna figura de organización contestaron de forma negativa explicando que en la Ciudad la gente es muy “revoltosa”, o “hay envidias” o “no tenemos comunicación como buenos vecinos”.

Lo contrario sucede con los miembros del Movimiento de Ocupa, quienes aprovechando su poder político y experiencia en organización comunitaria realizan las demandas por equipamientos y servicios. En un plantón organizado frente al palacio de gobierno para demandar escuelas y centros de salud en Ciudad Satélite, los asistentes gritaban: “¡Carreras [gobernador], atiende, al pueblo que te mantiene…ni cansados, ni vencidos, hoy estamos más unidos!  nosotros venimos a exigir lo que por derecho nos corresponde…” (Movimiento Antorchista, 2021). Los beneficios que consiguen mediante sus protestas, sin embargo, no llegan a todas las vecinas. 

En resumen, la organización comunitaria y la participación de las mujeres en Ciudad Satélite se ve coartada por la fractura social existente, producto de desconfianza y división. Esto tampoco se ve favorecido por la carencia de equipamientos que brinden espacios de encuentro y cohesión.

Equipamiento: soporte de la vida cotidiana y los cuidados

El plan parcial de Ciudad Satélite proyectaba la construcción de 191 equipamientos entre 2007 y 2015, 60 hectáreas para áreas verdes y 180 para equipamiento público y privado tales como bibliotecas, centros educativos, deportivos, comunitarios y de salud, gasolineras y comercios. Esto representaba el 30% de la ciudad, caso atípico, ya que, según el reglamento de construcciones del estado de SLP, las áreas de donación ocupan un 15% del área total (H. Ayuntamiento de San Luis Potosí, 2023). El mapa debajo (Fig. 5) muestra la zonificación secundaria con el área de equipamiento al centro, centros de barrio y centros vecinales en las colonias.

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 5

 Zonificación secundaria de Ciudad Satélite.

Nota. Elaboración propia con base a SEGOB (2007).

Sin embargo, el equipamiento no pudo seguirle el paso al desarrollo de vivienda, menos cuando el proyecto entró en crisis, lo que creó un sentimiento de abandono en los residentes por parte de las autoridades y dejó huecos en la gestión de los cuidados. Actualmente, la ciudad cuenta con 12 equipamientos públicos. En contraste, proliferaron los pequeños comercios domésticos y se instaló una gasolinera y un supermercado.

En las entrevistas realizadas, nuestras interlocutoras se refirieron recurrentemente a la necesidad de un centro de salud con horarios extendidos y con servicio de ambulancia. Doña Meli contó con tristeza que no alcanzó a llevar a su mamá al hospital por que la ambulancia no llegó: “…mi mamá, cuando se me puso mala, yo quise ir a la ambulancia de Colinas y no me atendieron, no, entonces mi mamá falleció ahí…en la calle, le hablábamos a la ambulancia y no... nunca llegó, entonces es lo único que no está bien, que no haya un servicio para acá…” (entrevista realizada el 23 de junio del 2022).

Las áreas deportivas continúan siendo necesarias, ya que, el centro deportivo comunitario que fue construido en 2021 no está en funciones y los centros de manzana no tienen ni la infraestructura ni el mantenimiento necesarios.

En todos los equipamientos existentes, el presupuesto de funcionamiento es muy escaso, el centro de salud solo abre por las mañanas y no cuenta con dispensario de medicinas, las escuelas carecen de vigilancia y mantenimiento, por lo que, han robado en varias ocasiones (En Primera San Luis, 2021; Martínez, 2021) y las familias deben cubrir las cuotas de limpieza y asistir a dar mantenimiento, lo que añade responsabilidades a su carga de trabajo. En el caso del centro comunitario de Urbi, que estuvo cerrado varios años, es ahora mantenido por los grupos de ocupa quienes gestionan su uso, pero excluyen al resto de los residentes.

También, las vecinas de Urbi y el Manantial manifestaron su descontento, ya que la mayoría de los equipamientos se concentran en Satélite y los trayectos que deben franquear a pie las desincentivan, en palabras de Luisa, residenta de Urbi, una de las colonias de CS: “…Aquí no hay escuela ni guardería…escuela hay aquí en Satélite y nada más, y centro de salud también pero aquí aquí en Urbi no hay nada...” (entrevista realizada el 19 de diciembre del 2023). Como Luisa comenta, la falta de guarderías fue otra de las necesidades percibidas. A falta de estas, algunas vecinas como Elsa ofrecen el servicio por un salario precario.

Trabajo

Transferir los cuidados a personas como Elsa a cambio de salarios precarios es común en contextos como Ciudad Satélite que no cuentan con guarderías ni actividades extraescolares, en los que la jefatura femenina representa cerca de un tercio de los hogares (1,463) y en dónde la población de mujeres económicamente activa equivale al 43% (INEGI, 2020). Este alto porcentaje en relación a los hombres no significa que las mujeres se integren al sector productivo en condiciones de igualdad ni que esto implique una redistribución de las tareas de cuidados. En efecto, la mayoría de las mujeres que se integran al sector productivo remunerado continúan asumiendo las tareas domésticas y de cuidado, duplicando su trabajo y gestionando su tiempo y traslados para poder hacerlo (Carrasco, 2003). 

Al encontrarse en la periferia, las oportunidades de trabajo accesibles para mujeres que compaginan producción y reproducción son muy limitadas. La planeación de la zona industrial aledaña como fuente de trabajo para los vecinos responde a la lógica androcentrista centrada en el varón que goza del usufructo de la ciudad a costa de las mujeres encargadas de garantizar la reproducción. La industria ofrece horarios rígidos y rotación de turnos difíciles de cubrir para mujeres con hijos pequeños, a menos que tengan oportunidad de “familiarizar” el cuidado.

Además de la industria, el comercio es una alternativa de trabajo local, por la que comúnmente optan las mujeres (ver Fig. 6). Ya sea que, ellas abran sus negocios en espacios adecuados para tal fin en sus viviendas, que trabajen el negocio de alguien más a cambio de un salario o que salgan a vender a las calles, esta alternativa ofrece a las mujeres mayor flexibilidad de horarios para realizar labores de cuidados, cercanía al hogar y esquemas de trabajo a tiempo parcial típicamente durante el día.

Figura 6

Mujer atendiendo su negocio propio.

Nota. Autoras.

Las madres se muestran reticentes a dejar a sus hijos solos en casa para integrarse a la vida productiva, sobre todo en contextos de inseguridad y embarazo adolescente como Ciudad Satélite. Como alternativa buscan oportunidades cercanas y, si estas no están disponibles ensamblan, como Elsa, actividades productivas diversas como cuidar niños, lavar ropa para las vecinas, atender una tienda de abarrotes los fines de semana y revender ropa usada cuando su suegra se la dona (entrevista realizada el 6 de julio del 2022).

Mujeres como Elsa, ven coartadas sus oportunidades educativas y posteriormente laborales desde pequeñas. Estas oportunidades también se ven mermadas al tener que asumir el rol doméstico y de cuidados cuando son madres, y al vivir en un desarrollo segregado, inseguro y falto de oportunidades locales como Ciudad Satélite. Añadido a esto, la discriminación que sufren por ser mujeres, ser adultas mayores o tener una discapacidad se une a las múltiples capas interseccionales de desventaja que viven. Las limitadas oportunidades de trabajo locales también expulsan a mujeres que buscan integrarse a la vida productiva, pero lo hacen a costa de asumir costos añadidos de traslado y encarecen su tiempo, como se explica en el apartado siguiente.

Movilidad

La distancia a la capital en dónde se concentran las oportunidades de trabajo, el equipamiento y los servicios con los que no cuenta Ciudad Satélite, obliga a los residentes a realizar traslados regionales. De la misma manera, la separación de usos industriales y residenciales y la concentración de equipamientos en una de las colonias incentiva también la movilidad local. Sin embargo, el transporte público es ineficiente, la ciclovía no está en uso y las calles no promueven la peatonalización del espacio (ver Fig. 7). La segregación de usos y la monumentalidad del desarrollo incrementa las distancias que las cuidadoras deben franquear para tener acceso a servicios. Según Galaviz (2020) solo las escuelas de nivel medio y superior, y los comercios de abasto cotidiano se encuentran a distancias caminables según la norma. Además de las distancias, la percepción de inseguridad en el espacio público también desincentiva a los peatones. A pesar de esto, los viajes en transporte público y a pie son los más comunes por motivos de salud y educación mientras que los traslados en vehículo privado se realizan mayoritariamente con motivos de trabajo (Galaviz, 2020).

En relación a los polos atractores, el sector educativo es el que atrae más viajes locales, mientras que los viajes por trabajo se realizan mayoritariamente a la zona industrial de la capital (ubicada a 20 kms de Ciudad Satélite). Las líneas de deseo y los puntos de destino se extienden y concentran a lo largo del eje carretero que recorre la ruta de transporte público que conecta a la Ciudad con el centro de la capital. Es decir, la ruta de transporte condiciona las opciones de destino.

 

 

 

 

 

 

Figura 7

Mujer empujando a su pareja en la vía pública.

Nota. Autoras.

Las residentes identificaron como los más grandes problemas relacionados al transporte público: el tiempo de traslado, que en promedio es de una hora al centro de la capital, los horarios irregulares, la falta de rutas y la limpieza (Galaviz, 2020). La ruta que actualmente está en funciones tiene como destino la Alameda, el principal centro de transferencia en la capital, sin embargo, a falta de un sistema integrado de transporte las personas que transbordan pagan doble tarifa.

Además de los traslados cotidianos a escuelas y semanales para abasto, otros eventuales para realizar trámites se tornan onerosos como comenta Elsa: “…lamentablemente pusieron un programa en la escuela para becar a los niños y mi hija no alcanzó porque yo no tengo la credencial actualizada, entonces saqué cita…pues ahora sí que se complica porque yo para allá no sé, me pierdo, tengo que tomar taxi y todo eso cuesta, de hecho hoy, hasta me da pena decirlo pero bueno es la realidad…saqué los papeles para las vacunas porque si no tiene vacunas no la van a inscribir a quinto, y este... no la pude llevar porque o les daba de cenar o pagaba pasaje…” (entrevista realizada el 6 de julio del 2022).

Trasladarse en Ciudad Satélite es costoso y consume tiempo. Galaviz (2020) encontró que, en promedio, las personas gastan el 46% de su salario en traslados (comparado con 19% a nivel nacional).

 

DISCUSIÓN

En México, los cambios en las políticas de vivienda social y de cuidados a partir del consenso de Washington, han desprotegido a los sectores desfavorecidos que no son atendidos por el sector público y que carecen de recursos para recurrir al sector privado. Asumir que liberar la economía especialmente en el sector de los cuidados traería mayor bienestar económico y social ha demostrado ser paradójico, si no es que injusto y desigual (Fuentes-Arce y Rodríguez-Leiva, 2020). La implementación “incompleta y polimórfica” del proyecto neoliberal (Brenner et al., 2010) en las políticas de vivienda social y cuidados transfiere las externalidades de su implementación a los estratos de la población más pobres y más vulnerables, en especial a las mujeres en quienes las sociedades patriarcales confían los cuidados, transfiriéndolos de los más ricos a los más pobres y de miembros de la familia con actividades productivas a otras que no reciben remuneración.

Los cambios en la política de vivienda social han favorecido al sector empresarial quién adquiere reservas territoriales para vivienda, dictando la dirección del crecimiento urbano, típicamente en periferia, en dónde la tierra es más barata pero peor conectada y servida (Münzenmayer, 2018). El estado por su parte, en su afán por promover el desarrollo, regula escasamente al sector empresarial (Hidalgo et al., 2022), si no es que, como en Ciudad Satélite, lo incentiva mediante concesiones de tierra, construcción de infraestructura urbana y obtención de subsidios, entre otros.

A 17 años de su inicio, menos del 20% de la vivienda en Ciudad Satélite se encuentra construida, siendo que según su plan de desarrollo las 30,000 viviendas y 191 equipamientos estarían desarrollados al 2015. Además de este rezago, el alto porcentaje de viviendas en abandono y su posterior ocupación ilegal ponen en evidencia la implementación fallida e inconclusa del proyecto neoliberal en la política de vivienda social en México.

La creación de una ciudad satélite compuesta exclusivamente por vivienda social en SLP permitió que la clase política demostrara su preocupación por hacerle frente al déficit de vivienda para la clase trabajadora y a la empresarial activar al sector de la construcción cuyo aporte a la economía ha sido una de las prioridades de la política nacional (Jaramillo y Schteingart, 1983). Sin embargo, su construcción promovió un modelo de expansión urbana que reproduce las contradicciones del "modelo social polarizado" (Falú y Marengo, 2004) que segrega a la clase trabajadora y agudiza las problemáticas relacionadas a la expansión cuando se trata de sectores empobrecidos y grupos en desventaja como las mujeres: En contextos segregados, "...las mujeres son, con gran diferencia, quienes sufren más, son más pobres, e, históricamente, tienen más invisibilidad" (Boccia, 2020, p. 15).

Diversos autores han demostrado que, al segregar a estratos empobrecidos de la población, se agudiza la desventaja y el estigma, y como se encontró en Ciudad Satélite, se incrementan los gastos familiares, se restringen las oportunidades de movilidad social y económica, así como el acceso a equipamientos de calidad, se desgasta la vida comunitaria y la capacidad de acción colectiva, y se promueve la violencia y la desconfianza (Márquez y Pérez, 2008; Fuentes-Arce y Rodríguez-Leiva, 2020). Además, se incrementan otras problemáticas sociales como drogadicción y alcoholismo, desempleo, embarazos adolescentes y deserción escolar (Fuentes-Arce y Rodríguez-Leiva, 2020).

Como sucedió con muchos desarrollos de vivienda social construidos bajo el modelo de producción en masa en la periferia (Jaramillo y Schteingart, 1983), estas problemáticas, aunadas a la segregación espacial del desarrollo contribuyeron a que un alto porcentaje de la vivienda en Ciudad Satélite fuera abandonada a partir del 2009, cuando una crisis económica agudizó la diáspora de familias que buscaban acercarse a trabajos, equipamiento y servicios. El abandono trajo consigo la ocupación ilegal de la vivienda sumando a las ya complejas problemáticas espaciales, sociales y políticas del desarrollo. Esto acrecentó la percepción de inseguridad, la reproducción de eventos delictivos en la ciudad y la fragmentación del tejido comunitario.

La seguridad es un tema central en la literatura feminista ya que "Las mujeres son un objetivo preferente de violencia" (Pardo, 2000, p. 5). Esta, además, desincentiva la presencia de las mujeres en el espacio público, mermando su posibilidad de uso y disfrute, así como su derecho a "...ejercer en la calle los mismos derechos que los hombres..." (Borja y Muxí, 2003, p. 73). La desconfianza entre vecinas y el resquebrajamiento de las estructuras comunitarias observada de 2013 a la fecha, así como la falta de equipamientos públicos que faciliten el encuentro y la cohesión vecinal, debilitan al tejido social que es básico tanto para favorecer la seguridad como la organización comunitaria.

La falta de equipamientos y de infraestructuras para el cuidado, afecta de forma incremental a las mujeres y en especial a las que cuidan. En un estudio llevado a cabo en Madrid, Sánchez de Madariaga y Zucchini (2020), encontraron que una de las principales razones de localización residencial para las familias es la cercanía a las actividades del cuidado. Es por ello que, tanto el plan de desarrollo de Ciudad Satélite como la estrategia de mercado prometían los equipamientos necesarios para un desarrollo periférico, sin embargo, la provisión de estos por parte del Estado quedó rezagada en relación a la rapidez con la cual el sector privado construyó la vivienda. Incluso la industria ha crecido aceleradamente comparada con la construcción de equipamientos.

La segregación socioeconómica que enfrentan las mujeres por su condición de género, así como por asumir las tareas de cuidados, se traslapan con la segregación socioespacial que merma su acceso a servicios y equipamientos y su posibilidad de integración al sector productivo, incrementando sus desventajas interseccionales (Campana, 2020). A esto se suma la distribución desigual de las tareas de cuidado y su invisibilización, así como las manifestaciones espaciales de esta desigualdad, mismas que según Campana (2020) se encuentran al centro de las desigualdades de género.

Para poder asumir las tareas de cuidados, varias de nuestras interlocutoras en Ciudad Satélite optan por realizar actividades laborales diversas en el sector informal cerca de su vivienda. En estos empleos, sin embargo, es común la explotación, ya que la paga es más baja, no incluye ninguna prestación social o de salud y el trabajo es típicamente considerado como secundario, por lo que es invisibilizado e infravalorado (Bose, 1999).

Al paralelo, y en línea con la tendencia nacional, más y más mujeres en Ciudad Satélite se están integrando al sector productivo formal (INEGI, 2020). Esto no significa, sin embargo, que lo hagan en condiciones de igualdad, por el contrario, lo hacen duplicando o triplicando su carga de trabajo al compaginarlo con las tareas de cuidados y de organización comunitaria, en un contexto carente de equipamiento básico como guarderías y gestionando su tiempo de traslado para poder hacerlo (Carrasco, 2003).

Los hombres y las mujeres presentan patrones de movilidad diversos, producto de los roles que cada uno ejerce. Mientras que la movilidad de los hombres se caracteriza por desplazamientos pendulares casa-trabajo, la de las mujeres por desplazamientos poligonales o atomizados entre casa, trabajo y espacios relacionados al cuidado (escuela, guardería, comercio, centro de salud, etc.). Es decir, las mujeres realizan una mayor cantidad de viajes y recorren distancias menores entre ellos y es por eso que las condiciones espacio-temporales como proximidad entre vivienda y servicios, horarios y frecuencia de las corridas del transporte y distancia a las paradas, así como las condiciones de seguridad son factores cruciales para que las mujeres puedan realizarlos (Gutiérrez y Reyes, 2017).

Las oportunidades de movilidad en Ciudad Satélite no hacen más que acrecentar las desigualdades de género, en un desarrollo desconectado tanto de la ciudad como al interior de este, con un deficiente transporte público, un entorno agreste al peatón, y una zonificación mono funcional y androcentrista que separa el trabajo de la vivienda. Esto reduce las oportunidades que las mujeres deberían tener para beneficiarse del usufructo de la ciudad tanto como los hombres (Montoya, 2012).

 

CONCLUSIONES

Este trabajo cuestiona, desde el urbanismo feminista, la política de vivienda social en México que a partir del año 2000 promovió la construcción de conjuntos masivos de vivienda en periferia para la clase trabajadora. Aún y cuando actualmente la política de vivienda ha implementado cambios para promover la densificación intraurbana, su deuda con las familias que adquirieron un hogar en desarrollos como Ciudad Satélite y enfrentan problemáticas socio-espaciales debe de ser atendida, así como también debe de ser evaluada su implementación actual a partir de los cuidados.

A 17 años de su inicio, el proyecto de desarrollar una Ciudad Satélite de vivienda social para 132,000 personas en la periferia de la ciudad de San Luis Potosí, México, se encuentra aún inconcluso. Este proyecto, masivo y ubicado en la periferia, es representativo de los construidos a lo largo y ancho del país a partir del 2000, así como también lo son las problemáticas comunes que presentan. 

En respuesta a la primera pregunta de investigación planteada, este trabajo identificó como principales desafíos para las mujeres que viven en desarrollos masivos como Ciudad Satélite, la percepción de inseguridad debida a eventos delictivos, vandalismo, ocupación ilegal de la vivienda e imagen urbana deteriorada, entre otros. Esto merma la libertad de las mujeres de usar el espacio público y moverse a través de él y ha divido a las colonias, fragmentando el tejido comunitario. También, la falta de equipamientos y las distancias que algunas deben de franquear desde sus colonias para acudir a los que actualmente existen o a otros ubicados en la ciudad, compromete su acceso a servicios educativos, de salud, deportivos, culturales y de abasto, que son esenciales para la calidad de vida de las familias.

Tener acceso a oportunidades laborales bien retribuidas y con las prestaciones de ley es otro desafío para las mujeres que cuidan en Ciudad Satélite. La única fuente de trabajo que ofrece esta oportunidad en proximidad es la industria aledaña. Sin embargo, los horarios de trabajo de este sector son muchas veces incompatibles con las actividades de cuidados, más aún en un contexto carente de equipamientos como estancias infantiles y centros comunitarios.

Finalmente, la inseguridad, aunada a la segregación de usos dentro de CS y a la distancia que separa a CS de la capital, coarta la posibilidad de moverse a pie o en bicicleta y genera dependencia de transportes motorizados para acceder a oportunidades laborales y servicios, lo que reduce la movilidad de las mujeres.

En este contexto, y respondiendo a la segunda pregunta de investigación, las desventajas interseccionales que enfrentan las mujeres por su condición de género se ven acrecentadas por los desafíos tanto físicos como sociales de su entorno urbano que no ofrece condiciones adecuadas para ejercer los cuidados y menos aún para integrarse al sector productivo remunerado y cuidar a la par. Según el urbanismo feminista, una ciudad que integre a los cuidados en su planeación debe de ser compacta, diversa, mixta, bien conectada, vital y segura (Col-lectiu Punt 6, 2019), cualidades que, según los hallazgos de este trabajo, no caracterizan a Ciudad Satélite. 

En respuesta a la tercera pregunta de investigación, las experiencias de vida de las mujeres en Ciudad Satélite permiten entender cómo las políticas de vivienda, enfocadas en reducir el déficit mediante la construcción masiva de vivienda en periferia tiene consecuencias que afectan a las familias, pero de forma diferencial a quienes asumen los cuidados. Como Ciudad Satélite, los desarrollos de vivienda planificados bajo la lógica androcentrista que separa espacialmente las funciones productivas de las reproductivas y segrega a la clase trabajadora, reproducen la pobreza de género al mermar las posibilidades que tienen las mujeres de ganar independencia económica y de llevar a cabo tareas productivas y de cuidado a la par.

En esta línea, investigaciones futuras pueden analizar los patrones de movilidad en CS desde la perspectiva de la pobreza del tiempo y de las cadenas de desplazamientos para entender las implicaciones de vivir en un desarrollo periférico para quienes cuidan y proponer estrategias para abordar las problemáticas derivadas. También, se requieren investigaciones que analicen la participación y permanencia de las mujeres en la oferta laboral local.

Las implicaciones en materia de política pública del trabajo indican que la producción de vivienda no se puede desarticular de la producción de equipamientos, de la dotación de servicios eficientes y de oportunidades laborales diversas en proximidad. El trabajo también apunta hacia la urgencia de incluir a los cuidados y los principios del urbanismo feminista como lentes teóricos en el diseño y evaluación de las políticas de vivienda social, así como a la planeación y diseño urbano de los conjuntos habitacionales y de la vivienda.

Como representación político-administrativa encargada del cuidado del cuerpo social (Paniagua, 2018), las políticas públicas en México enfrentan el doble desafío de incluir a los cuidados como una categoría transversal aplicada a todos los ámbitos, incluida la vivienda, así como de desarticular los discursos patriarcales que invisibilizan al cuidado, normalizan su ejercicio por parte de las mujeres y lo subyugan a la producción, minimizando su rol central como sostén de la vida y reproductor del capital. ¡Este doble desafío es central para producir ciudades no-sexistas (Hayden, 1980) y desarrollos de vivienda social que cuiden!

 

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[1] Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México, marcela.lopez@uaslp.mx.  

[2] Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México, miguel.ortiz@uaslp.mx.

[3] Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México, elena.molina@uaslp.mx.  

[4] En el sector inmobiliario se conoce como “tren de la vivienda” al proceso de producción de vivienda de interés social, desde su proyección hasta su venta. En el sexenio del presidente Vicente Fox (2000-2006) este tren siguió un curso acelerado, alcanzando las cifras más altas en la historia de la asignación de créditos INFONAVIT (400,000 en un año) (Torres, 2013).