Complejidades metodológicas de analizar la movilidad
humana; una mirada al caso de la migración de mujeres y niñas en México
Methodological complexities of analyzing human mobility; a look at the
case of migration of women and girls in Mexico
Rosa Patricia ROMÁN REYES[1]
María Viridiana SOSA MÁRQUEZ[2]
Recibido Aprobado |
: : |
28.01.2024 07.09.2024 |
Publicado |
: |
30.09.2024 |
RESUMEN: Este
estudio aborda la compleja realidad de la migración femenina e infantil en
México, un fenómeno creciente que plantea desafíos metodológicos y éticos para
su investigación y comprensión. Se buscó explorar las condiciones de vida de
mujeres, adolescentes y niñas migrantes centroamericanas, analizando sus
experiencias, motivaciones y los desafíos que enfrentan durante su trayecto
migratorio. Se realizó una investigación cualitativa mediante entrevistas en
profundidad a 18 personas, incluyendo mujeres y adolescentes migrantes
centroamericanas, así como informantes clave de instituciones gubernamentales,
académicas y de la sociedad civil. El trabajo de campo se llevó a cabo en dos
albergues para migrantes en Toluca y Metepec, México. Se identifican
condiciones de vida precarias previas a la migración, caracterizadas por
pobreza extrema, inseguridad alimentaria y violencia. Durante el trayecto
migratorio, las mujeres y niñas enfrentan múltiples formas de violencia,
incluyendo violencia institucional y de género. La pandemia de COVID-19 ha
agravado estas condiciones y limitado el acceso a servicios y apoyo. Es
necesario repensar los conceptos de frontera y nación, e implementar una
política migratoria con perspectiva de derechos humanos y género. Esta política
debe basarse en cuatro pilares: hospitalidad hacia mujeres y niñas migrantes,
ampliación de políticas de asilo y protección, salvaguarda de los derechos de
la niñez migrante, y priorización de la protección sobre la contención.
PALABRAS CLAVE: Migración, Género, Metodología, Niñas,
Inequidad.
ABSTRACT: This study addresses the complex reality of female and child migration
in Mexico, a growing phenomenon that poses methodological and ethical
challenges for research and understanding. It sought to explore the living
conditions of Central American migrant women, adolescents and girls, analyzing
their experiences, motivations and the challenges they face during their
migratory journey. Qualitative research was conducted through in-depth
interviews with 18 people, including Central American migrant women and adolescents,
as well as key informants from governmental, academic and civil society
institutions. Fieldwork was conducted in two migrant shelters in Toluca and Metepec, Mexico. Precarious living conditions prior to
migration were identified, characterized by extreme poverty, food insecurity
and violence. During the migration journey, women and girls face multiple forms
of violence, including institutional and gender-based violence. The COVID-19
pandemic has aggravated these conditions and limited access to services and
support. It is necessary to rethink the concepts of border and nation, and
implement a migration policy with a human rights and gender perspective. This
policy should be based on four pillars: hospitality to migrant women and girls,
expansion of asylum and protection policies, safeguarding the rights of migrant
children, and prioritizing protection over containment.
KEYWORDS: Migration, Gender, Methodology, Girls, Inequality.
COMO CITAR:
HOW TO CITE:
Román Reyes, R. P. y Sosa Márquez, M. V. (2024). Complejidades metodológicas de analizar la movilidad
humana; una mirada al caso de la migración de mujeres y niñas en México. Mujer
y Políticas Públicas, 3(2), 171-191. https://doi.org/10.31381/mpp.v3i2.6849
INTRODUCCIÓN
Esta
propuesta de investigación se enfoca en explorar el vínculo intrínseco entre
las condiciones de vida de mujeres, adolescentes y niñas migrantes. Se reconoce
la necesidad de un abordaje metodológico que priorice la subjetividad,
capturando las vivencias y relaciones únicas de las personas migrantes en sus
contextos y cómo interactúan con estos.
Se optó
por un enfoque cualitativo para identificar los significados, simbolismos y
subjetividades en las experiencias y trayectorias migratorias de niñas,
adolescentes y mujeres. La metodología empleada se guía por preguntas
fundamentales, tales como: ¿Cuál es el papel del contexto en la vivencia
migratoria? ¿Qué grado de diversidad existe en un grupo poblacional que
comparte tantos atributos? ¿Es posible capturar la perspectiva individual de
cada migrante? ¿Cómo difieren las expectativas iniciales del viaje de la
realidad encontrada? ¿Cuán vulnerables son estas personas? ¿Cómo conciben el
riesgo?
Mediante
entrevistas, se ha accedido a una perspectiva que revela la interacción entre
individuos, sus motivos, intereses, expectativas y el significado que la
migración adquiere en sus vidas. El acercamiento al objeto de estudio se basa
en una visión que entiende lo social como resultado de las acciones de las
personas, guiadas por sus percepciones individuales. Este marco considera a los
sujetos como activos, ubicados históricamente y en constante interacción.
El
enfoque cualitativo permite adentrarse en la vida cotidiana de los individuos y
en los patrones de comportamiento y pensamiento que se manifiestan diariamente.
La investigación cualitativa ha demostrado ser particularmente valiosa al
permitir problematizar cómo los individuos y grupos constituyen e interpretan
las organizaciones y sociedades (Castro, 1996).
La
particularidad de la dimensión cualitativa en la investigación radica,
principalmente, en reconocer cómo las mediaciones simbólicas de la vida social
estructuran la interacción entre el individuo y el grupo. La lógica cualitativa
de lo simbólico se basa en la diferencia dentro de un universo organizado por
un sistema de valores únicos y específicos (Ortí,
1994).
Esta
propuesta busca compartir el proceso de reflexión y trabajo que la construcción
metodológica para analizar las migraciones ha implicado para las autoras.
Representa un intento de enfrentar las duras realidades de abandono y
desamparo, y de proponer estrategias de acción viables y reales, por pequeñas
que sean. Como señaló de manera conmovedora una adolescente entrevistada:
"Por ser migrante no tienes derecho a nada, por ser pobre no tienes
derecho a nada". Y, añaden las autoras, por ser mujer, tampoco.
MARCO TEÓRICO Y/O
ANTECEDENTES
La migración femenina
en el contexto latinoamericano
Las últimas cuatro
décadas evidenciaron un aumento de la migración femenina tanto en el mundo como
en la región latinoamericana (Herrera, 2013). Los datos lo evidencia, ya que durante
2017, 257.7 millones de personas emigraron a nivel global, de los cuales51.6%
fueron hombres y 48.4% mujeres (Secretaría de Gobernación et al., 2019).
Este aumento es
multidimensional, complejo e impactado por una diversidad de circunstancias y
variables; espacios como la Organización Internacional para las Migraciones y
el Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(2014) plantean que la
feminización de las migraciones está relacionada con las dinámicas de relación
e interrelación entre países en desarrollo y países desarrollados que expresan patrones
y brechas de desigualdad cada vez más amplicas. Esta inequidades que están en
la base de las desigualdades sociales, son producto fundamentalmente de las políticas
neoliberales y los programas de ajuste estructural aplicados en América Latina,
que produjeron un aumento de la informalidad, la precariedad laboral y el desempleo. De esta coyuntura emana, entre
otros procesos de deshumanización de la vida, la feminización de la pobreza y la
migración se constituye como una única estrategia que siguen las mujeres para
contrarrestar estas contextos adversos, crueles y violentos.
La división sexual del trabajo, formalizada tras la
Revolución Industrial, establece una distribución del trabajo entre hombres y
mujeres. Así, se asigna a las mujeres el trabajo reproductivo, que incluye
tareas domésticas y de cuidado para los miembros del hogar, mientras que los hombres se ubican en el rol
de la proveduría económica, a través de trabajo remunerado en el mercado
laboral. Los cambios sociales, económicos y demográficos que se vienen
desarrollando en el mundo desde hace ya algún tiempo, también han impactado en
la división sexual del trabajo y, nuevamente son las mujeres las que reciben el
mayor impacto de estos cambios, sobre todo, en el aumento de su incorporación
al mercado global (Sassen, 2003).
En este sentido,
autoras como Herrera (2013) identificaron entre los componentes de incidencia
de la migración femenina, la pobreza de los países expulsores, la violencia y
la exclusión social y política, la globalización, el cambio en los estados de
bienestar y los cambios demográficos y estructurales de las sociedades.
Las migrantes que
llegan a Estados Unidos procedentes de Latinoamérica, reproducen varias de
estas razones: apostar por mejores condiciones en su calidad vida; escapar de
situaciones de violencia familiar y comunitaria; reencontrarse con su familia e
integrase en un empleo que les posibilite el envío de apoyos económicos a sus
hijas e hijos. Claro está que estas razones no son excluyentes de enender que
la migración pueda ser en algunos casos un opción individual de vida. Así lo
muestra Arias (2013, p. 96) “la evidencia etnográfica apunta a que las mujeres
parten no solo por motivos de reunificación familiar o decisiones familiares
—como se hacía tradicionalmente—, sino empujadas cada vez más por motivos
particulares y decisiones propias, tomadas de manera independiente”. En este
mismo sentido, Pla y Poveda (2013, pp. 303-304) refieren lo siguiente:
De alguna forma, el
proyecto migratorio se modifica de acuerdo con el perfil biográfico de las
personas, de acuerdo con sus trayecorias vitales, sus entornos familiares y
comunitarios, sus principales motivaciones para migrar, las redes de las que
disponen y, por supuesto, de las posibilidades de vida y trabajo que encuentran
a su llegada al lugar de destino, que evidentemente se encuentra fuertemente condicionadas por las políticas de regulación de la inmigración y del mercado
laboral.
Claro que también se
debe reconocer el papel central que llegan a tener las mujeres como personas
con autodeterminación y autonomía en su movilidad, que no se desplazan exclusivamente
bajo el dominio de decisiones masculinas y/o familiares. Se ha establecido ya
que hay un impacto en las relaciones de género de las mujeres migrantes cuando
ellas detentan un trabajo asalariado regular. De tal manera que su autonomía y
empoderamiento se incrementa bajo estas condiciones, asignándole a la toma de decisiones, en este
caso de migrar, una cierta independencia o individualidad (Sassen, 2003).
Del mismo modo, es
importante identificar que cada persona migrante tiene una historia de vida propia
que la impulsó a salir de su país, y este reconocimiento es significativo para
evitar la uniformización no solo de la categoría migrante, sino de las
personas, sus motivaciones, sus intereses, sus posibilidades y los recursos
para migrar, que en el caso de las mujeres tiene particularidades cada vez más
asociadas con la violencia (Arias, 2013).
En gran medida los
factores estructurales, demográficos, sociales y económicos condicionan las
posibilidades de inserción y las transiciones en los nichos laborales en los
cuales las mujeres que migran tienen posibilidades de incorporarse, pues el
trabajo sexual, el trabajo de cuidados, el trabajo informal y la agricultura,
ocupan los principales lugares de inserción laboral para estas mujeres (Garay y
Medina, s.f.).
Díaz (2008) señala que
cuando una mujer con hijos e hijas migra, el eslabón de la cadena de cuidados que
ella ocupaba en su lugar de origen suele estar ocupado por integrantes de la
unidad familiar de manera no remunerada, que mayormente son mujeres. Este cuidado es escasamente respaldado por servicios
mercantilizados o por espacios estatales. Esta
situación lleva a identificar que la ausencia cotidiana de las madres migrantes
no significa ausencia en la participación en la toma de decisiones ni en el
acompañamiento y la supervisión del crecimiento de sus hijas e hijos, pues a
través de los medios tecnológicos de los que disponen (teléfono, internet,
redes de apoyo familiar, etc.), muchas mujeres diseñan y llevan a cabo
estrategias de cuidados que tienen cotidianeidad aún en la ausencia.
Investigaciones
recientes muestran algunos cambios que se han originado por la coyuntura del
confinamiento debido a la COVID-19. Entre estos cambios, se puede mencionar la
mayor afectación a las mujeres, manifestada en una reducción de su
participación económica por la segmentación del mercado laboral, aumento en la
desigualdad de las cargas del trabajo de cuidados al interior de los hogares y
una disminución de la capacidad de autonomía (fundamentalmente económica), en
general. Además, se ha observado una mayor precariedad y vulnerabilidad. Estos
efectos requieren de una mayor documentación para comprender como las familias,
especialmente las migrantes, han
enfrentado crisis como la de la enfermedad de COVID-19 (Gallego y Vasco, 2023).
Niñez migrante y
condiciones de vulnerabilidad durante el desplazamiento
Las intensas crisis
político–económicas que se viven en América Latina desde hace ya varios años (a
la que desde hace más de un año se ha sumado la pandemia por Covid-19), así
como la diversidad sociocultural, económica y política local, inciden en la movilidad,
pues ocasionan que niñas, niños y adolescentes (NNA) tengan que partir de su
lugar de origen en busca de mejores condiciones de vida, o en búsqueda de la
supervivencia. Luiselli (2016, p. 17) recupera esta dolorosa y crudamente
realidad.
“¿’Por qué viniste a Estados Unidos?’ Las respuestas
de los niños varían, aunque casi siempre apuntan hacia el reencuentro con un
padre, una madre o un pariente que emigró a Estados Unidos. Otras veces, las
respuestas tienen que ver no con la situación a la que llegan sino con aquella
de la que están tratando de escapar: violencia extrema, persecución y coerción
a manos de pandillas y bandas criminales, abuso mental y físico, trabajo
forzoso. No es tanto el sueño americano lo que les mueve, sino la más modesta
pero urgente aspiración de despertarse de la pesadilla en las que muchos de
ellos nacieron”.
López-Córdova et al. (2005)
indican que la principal forma de migración de la población infantil es de
orden familiar, lo que implica que viajen con la madre o el padre o si estos
están en Estados Unidos sean "mandados traer". Estas
movilidades integran un fenómeno de relevancia a nivel internacional, no
obstante, es menester especificar que en nuestro país son escasas y limitadas las
políticas públicas que abordan la protección de la población infantil durante
su traslado y en caso de deportación, para su reinserción. Es decir, para la
administración de la vida y la ubicación de las infancias, no para su
protección ni para el cuidado y resguardo de su vida, su dignidad y el respeto
de sus derechos. Aún están pendientes las homologaciones que permitan y
faciliten la regulación de convenciones y reglamentaciones de la migración
infantil.
Puede entenderse la
migración infantil como un fenómeno relativamente reciente del siglo XX que ha
ido ganando terreno ya en el siglo XXI. Las condiciones denigrantes y violentas
en las que decenas de miles de niñas, niños y adolescentes están migrando en el
actual mundo globalizado, son cada vez más intensas y presentes. Pese al gran
flujo infantil, ya sea interno o hacia otros países, la realidad demuestra que
las políticas públicas a favor de las poblaciones migrantes siguen siendo
insuficientes y en muchos casos omisas. Las poblaciones infantiles no son integradas
en la en la política migratoria, ya que las evidencias arrojan datos que
permiten identificar que son estos los grupos más violentados en cuanto a
garantías laborales o cuestión de derechos, por esto es fundamental asegurar
que estas niñas, niños y adolescentes reciban un trato digno por parte de las
autoridades, les sean respetados sus derechos y les sea garantizada la
reunificación familiar. En las discusiones recientes sobre migración la crisis
humanitaria ha destacado en los discursos, y estas crisis han sido más severas
para las poblaciones infantiles.
Niñas, niños y
adolescentes en condición migratoria irregular con o sin acompañamiento, se
ubican en posiciones de mucha mayor vulnerabilidad tanto durante su traslado, como
a la llegada a destino y luego al retorno a su lugar de origen. La
responsabilidad de evitar estos golpes que vulnerabilizan a niñas, niños y
adolescentes, así como el cuidado de ese sector poblacional, le corresponde a
la familia, a las comunidades y a las agendas públicas de los gobiernos, cuyos
sistemas de protección de menores ha demostado ser deficiente y de escasa
capacidad de respuesta.
Sin lugar a dudas la
“cuestión de los derechos del niño”, parece no haberse intersectado aún con la
migranción infantil y más grave aún; evidencia que los distintos países no
consensan sobre “lo que es un niño, su bienestar y sobre cuáles deben ser las responsabilidades
de la familia y del Estado” (Graciano y Grinberg, 2021) y se expresa con
claridad los imponentes sustratos histórico-políticos que condicionan y dan
forma a las percepciones, valoraciones y normatividades en torno de las
infancias en nuestra región latinoamericana. Incluso se debe de considerar, así
como se dijo en el caso de las mujeres migrantes, que este grupo de NNA no es
un conjunto uniforme, sino heterogéneo, con distintas características,
necesidades, situaciones de vida y motivaciones. Para NNA migrantes la realidad
es la de una construcción de reglamentaciones en el marco de políticas
migratorias de seguridad nacional que carecen de enfoque de derechos humanos, y
que cuando existe se le considera como grupo semejante.
Así, “la cotidianeidad
de las instituciones que conforman el sistema de protección integral de
derechos” (Graciano y Grinberg, 2021) vulnera, desprotege y desatiende las
necesidades de NNA en sus trayectos migratorios. Las imágenes de niñas y niños
separados de sus familias, siendo arrojados/as por encima de los muros en la
frontera de México y Estados Unidos, abandonados/as en el desierto por los
coyotes y caminando en las caravans migrantes, da cuenta de esa ausencia
cotidiana de un Estado que proteja y garantice el ejercicio de los derechos.
En este sentido se
entiende que “La idea del niño como sujeto de derecho universal antes que menor
objeto de la intervención tutelar, la desjudicialización de las problemáticas
asociadas a la pobreza, la desinstitucionalización de niños y la promoción del
ámbito familiar como el idóneo para su desarrollo, fueron y son algunos de los
tópicos centrales que constituyen el difuso frente discursivo por los derechos
del niño” (Barna, 2014, p. 6). Es decir, para los NNA la realidad es la de la
desinstitucionalización; están por su cuenta para cuidar de su vida y sus
derechos, se les discrimina y excluye de los sistemas que deben protegerles y
garantizarles sus derechos.
El interés se centra
en profundizar en el análisis de los mecanismos que generan procesos de
discriminación y exclusión en México, particularmente entre la infancia
migrante, es decir, identificar y discutir acerca de las brechas entre las
reglamentaciones y normatividades que establecen protocolos de atención
particulares a niñas y niños migrantes, y las realidades en el trato que
reciben en México. La hipótesis que se plantea es que el no cumplimiento de
muchos de los marcos legales y jurídicos (por ejemplo, que las infancias no
pueden ser retenidas en centros de detención) obedece no solo a la
insuficiencia estatal, sino también a la discriminación y exclusión que
históricamente han tenido niñas y niños como sujetos de derecho. Obedece
también a una doble construcción y a un doble discurso que posiciona a las
infancias como objeto de tutela legal cuyas vidas deben ser administradas, y
como objeto de control cuando se convierten en migrantes que amenazan al
sistema. Se les discrimina y excluye desde el estigma y la persecución que la
niñez sufre cuando se convierte en niñez migrante, no acompañada, cuando se
convierte en una niñez que ya no debe ser protegida. La migración opera como la
dimensión que activa los procesos de discriminación. Así, se busca cuestionar
acerca de ¿cuál es el límite entre que una niña, un niño sea pasible de recibir
protección y que pueda ser discriminado, violentado y excluido?
El proceso de trabajo
de campo; las decisiones teórico-metodológicas que marcaron el camino
Las relaciones
migratorias entre México y Estados Unidos tienen una larga historia, una amplia
literatura y narrativas construidas, una gran cantidad de datos e información,
y una tensión política, cultural, social y económica constante. También
incluyen historias emergentes e invisibles, sufrimiento y tragedias humanas
difíciles de recuperar. Estas relaciones migratorias representan vidas de
personas, trayectorias planificadas, sueños y experiencias humanas. Son
individuos cruzando fronteras administrativas y simbólicas, o intentando
hacerlo, a pesar de los riesgos. Están inmersos en un sistema migratorio
complejo que cada vez se observa más y documenta el paso sistemático de
poblaciones que se desplazan por el territorio con el objetivo de llegar a
Estados Unidos; con Estados Unidos como referencia, sin interés en México, sin
saber en qué parte de México se encuentran ni cuán lejos está ese destino
anhelado, solo queriendo llegar y dejar atrás una vida de miseria, pobreza y
violencia en sus lugares de origen. Vidas de tristeza y abandono de derechos
que se extienden en el camino mientras se mueven hacia ese norte soñado e
imaginado. La migración a través de México conlleva tanta de esa miseria de la
que buscan escapar, tanta de esa violencia de la que hay que huir, tanta de esa
pobreza indigna, que por momentos el viaje parece no tener sentido, porque pone
la vida en riesgo. El viaje se cuestiona, el viaje se detiene e incluso se
acaba en muchos casos cuando ya no hay formas ni fuerzas para continuar.
Muchas de estas
realidades han sido observadas durante el trabajo de campo con mujeres,
adolescentes y niñas migrantes provenientes de diversos países como El
Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Cuba. Estas personas, por distintas
circunstancias, pero con condiciones compartidas de angustia e incertidumbre,
se encontraban en dos albergues para migrantes en Toluca y Metepec. Además,
esto ha sido parte de las conversaciones con algunas autoridades, expertos en
el tema y miembros de la sociedad civil organizada.
El trabajo de campo y
la estrategia metodológica se enfocaron en recuperar las experiencias vividas
por estas personas y sistematizar el conjunto de emociones, contextos,
situaciones e historias que compartieron de manera fragmentada, preocupada,
expectante y temerosa. Se recopiló y orientó la información para presentar y
analizar las condiciones de vida que enfrentan las mujeres, adolescentes y
niñas migrantes durante la pandemia causada por la Covid-19 y en el periodo
posterior a la misma.
METODOLOGÍA
Técnicas e instrumentos definidos para el
acercamiento a las personas y los temas
Tanto las ciencias
sociales como las ciencias naturales cuentan con un instrumental metodológico
muy amplio para analizar los fenómenos que estudian. De ahí que las técnicas y
las herramientas provenientes de las metodologías cualitativas, cuantitativas,
mixtas y complementarios han sido compañeras inseparables de los procesos de
investigación dentro de las distintas disciplinas científicas. A esto se suma
el reconocimiento de la necesidad de un marco interdisciplinario para la
descripción y el entendimiento de los fenómenos macro, meso y micro sociales,
el cual requiere el uso de herramientas, técnicas y estrategias de indagación
en campo para comprender, interpretar e inferir datos e información que aporten
elementos claves para el reconocimiento de las dinámicas que se estudian e
investigan.
Este estudio es principalmente cualitativo y se basa en los testimonios,
relatos y narrativas de las protagonistas: mujeres, adolescentes y niñas
migrantes centroamericanas. Se utilizó la entrevista en profundidad como
técnica para acercarse y obtener información, la cual fue grabada y
completamente transcrita. La información obtenida a través de las
transcripciones se analizó mediante una revisión detallada (lectura,
identificación de palabras, repeticiones, muletillas, selección de citas
textuales) y se enriqueció con datos contextuales recopilados durante el
trabajo de campo, como la percepción de la comunidad y los vínculos con las
autoridades.
Se llevaron a cabo un total de dieciocho entrevistas aplicando de forma
flexible los instrumentos diseñados, luego de entablar contacto y confianza en
varios encuentros con las mujeres y las adolescentes.
En cada respuesta y en cada recuerdo compartido, se reflejaban elementos
de índole social y cultural. Al ser analizados, estos elementos ayudan a
explicar—o al menos a intentar comprender—los diversos mecanismos y
subjetividades, así como las construcciones simbólicas con las que las mujeres
viven los procesos migratorios que han experimentado.
Estos mecanismos y subjetividades se recuperaron al considerar aspectos
como la toma de decisiones, las negociaciones, el ejercicio del poder, la
capacidad de generar agencia, las relaciones familiares y las desigualdades (de
género y generacionales). En resumen, sus condiciones de vida. Las entrevistas
han permitido recuperar la dimensión subjetiva de estas condiciones de vida,
aunque es crucial reconocer que esta recuperación ha sido parcial, fragmentada
y limitada, no solo por las posibilidades de cada persona entrevistada, sino
también, en el caso de las poblaciones migrantes, por sus escenarios
cambiantes, urgentes y trágicos, que han condicionado las entrevistas a los
tiempos y espacios impuestos por la incertidumbre de la vida migratoria.
Los principales sesgos del trabajo metodológico tuvieron que ver con el
rigor impuesto por la pandemia que le otorgó a los tiempos un ritmo
discontinuo; no siempre las personas entrevistadas estaban en el albergue
(dados los múltiples trámites que debían realizar en pos de la visa
humanitaria), no siempre hubo la confianza y la seguridad de trabajar
presencialmente por las restricciones que la enfermedad imponía.
Con estos paradigmas como puntos de partida, se establecieron las
acciones necesarias para que el equipo se acercara a estas poblaciones durante
el trabajo de campo.
Personas informantes clave; redes, contactos y construcción del universo
de estudio
El equipo de trabajo de campo[3],
considerando las poblaciones objetivo de cada instrumento diseñado, definió una
estrategia de acercamiento teniendo en cuenta dos variables cruciales: los
plazos establecidos para las entregas y las restricciones impuestas por el
semáforo epidemiológico para controlar la movilidad y limitar los contagios[4].
Esta estrategia se desarrolló identificando en cada área a quienes se
considerarían como población muestra, de acuerdo con un muestreo sustantivo o
teórico, es decir, una selección que permitiera incluir las dimensiones
teórico-conceptuales definidas en el marco de referencia.
De este modo los criterios de selección para integrar la muestra de
personas entrevistadas, fueron los siguientes:
• Poblaciones migrantes que pudieran ser localizadas y contactadas para
entablar un diálogo. Si bien desde hace ya al menos unos tres años es frecuente
encontrar poblaciones migrantes en determinadas zonas de Toluca (cercana a las
vías del ferrocarril) y Metepec, para este trabajo de campo no se logró ubicar
mujeres, adolescentes y niñas en estos espacios. Se
observa que, posiblemente como consecuencia de la pandemia, estos flujos en la
vía pública disminuyeron drásticamente durante el período de trabajo de campo,
lo que llevó a la decisión de establecer contacto en los albergues. También se
podría considerar que las dinámicas migratorias de niñas, adolescentes y
mujeres han cambiado en parte debido a los impactos de la pandemia, y en parte,
como se señaló anteriormente, debido a las particularidades propias de la
migración de estas poblaciones. Para asegurar una
representación plural de las voces, se llevó a cabo el trabajo en dos tipos de
albergues: uno de la sociedad civil, "Hermanos en el Camino" en Metepec,
y otro institucional, el albergue para personas migrantes de la Procuraduría de
Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del DIF del Estado de México en
Toluca. El albergue "Hermanos en el Camino" ya era conocido debido a
trabajos previos con su personal, mientras que el albergue del DIFEM surgió
como una opción tras entrevistar a la procuradora, quien actuó como informante
clave.
Características de las personas entrevistadas
En cuanto al perfil de las mujeres entrevistadas, la muestra fue diversa
en sus características. Según el país de origen, ocho proceden de Centroamérica
(Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua) y una adolescente es de Cuba.
Sus edades oscilan entre los 15 y los 50 años; tres son adolescentes (dos de
ellas viajan solas), tienen un nivel de escolaridad máximo de primer año de
bachillerato y cinco de ellas tienen hijas e hijos. El número de descendientes
que tienen va de uno a cinco. Tres de las mujeres entrevistadas viajan con sus
hijas e hijos menores de edad. Todas las entrevistas a las mujeres y
adolescentes migrantes fueron realizadas en el marco espacial de los albergues
en que se ubicaban, ya que estos lugares les proporcionaban seguridad.
RESULTADOS
Condiciones de vida antes de la migración
Identificar, conocer y caracterizar las condiciones y realidades de las
mujeres migrantes antes de viajar tanto como durante el viaje, es nodal para conocer
las condiciones que atraviesan durante el desplazamiento, pero, sobre todo, las
capacidades y recursos con que cuentan para enfrentar la migración; ¿hasta
dónde tienen capacidad de agencia frente al monstruo que la movilidad significa
para ellas?
Las mismas condiciones de pobreza que las obligaron a abandonar sus
países continúan presentes en sus vidas, y esta pobreza está vinculada a
diversas circunstancias sociales. Son mujeres con muy bajos niveles de
escolaridad, que han tenido que ingresar al mercado laboral desde muy jóvenes y
en sectores precarizados de la economía, como la informalidad, el trabajo
doméstico, la maquila y las actividades temporales con bajos salarios.
“Yo desde joven, desde joven ya trabajaba en fábricas, yo trabajaba
como de catorce quince años yo ya trabajaba en fábrica de coser, en el café,
trabajaba de noche entraba a las cinco de la tarde y salía a las cinco de la
mañana (…) Ya cuando no podía vender nada yo lavaba ropa yo buscaba ropa pa´
lavar ropa ajena así me ganaba mis pesitos yo. Allá la misma vida de uno le da
la vuelta a uno, como dicen” (Esperanza, Honduras).
La migración no parece haber mejorado esta condición; de hecho, parece
generar obstáculos significativos para la inserción en México, debido a la
falta de documentos, lo que restringe las posibilidades de acceder a un empleo
digno y decente. La continuidad laboral antes y después de la migración muestra
un empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres entrevistadas. Esta
irregularidad, junto con la necesidad imperiosa de trabajar en cualquier empleo
para mantenerse y mantener a sus familias, el desconocimiento del idioma y del
entorno social y legal al que han llegado, y las condiciones laborales en las
que se insertan, limitan su acceso a derechos humanos fundamentales, como el
derecho a la salud, a un trabajo digno, a una vida libre de violencia y a la
justicia (Monteros, 2021, p. 21).
El conocimiento y ejercicio de estos derechos inherentes por ser humanas
no depende únicamente de la existencia de normativas que regulen el mercado
laboral y la movilidad de las personas, sino también de la capacidad del Estado
para asegurar su pleno ejercicio. Ni el mercado laboral en México permite una
ciudadanía plena, ni las políticas migratorias garantizan y protegen el derecho
al trabajo en condiciones de documentación irregular.
Antes de la migración las condiciones materiales de vida de estas
mujeres eran precarias, y ese es el argumento central para construirse como
migrantes:
“Los problemas que teníamos allá es que no teníamos casa propia pues,
no teníamos casa propia, y eso era un martirio, todos los meses (…) a veces con
mi esposo compramos treinta pesos así de carnita, ya comemos entre los dos y
allá en Honduras no venden nada de eso” (Esperanza, Honduras).
“Pues la situación económica en la familia no estaba tan bien y ella
sabía de que si yo emigraba para otro país todo iba mejorar, al principio no lo
tomó de buena manera, pero terminé convenciéndola porque yo le decía que quería
cumplir mis sueños y un mejor futuro para ella y para mí también” (Cesia,
El Salvador).
Se han documentado ya las precariedades y vulnerabilidades que se
produce en las distintas etapas del proceso migratorio de mujeres
centroamericanas que llegan a México. En este trabajo se recogen los
testimonios de las mujeres migrantes que de acuerdo a sus condiciones de vida
en los distintos lugares de origen, han contribuido a profundizar esa
precariedad que ahora viven como migrantes, al mismo tiempo que esa
vulnerabilidad económica y esa precaria de vida en sus países las ha obligado a
migrar. De este modo, se entiende que la precariedad ahora para ellas se define
en función de su estatus migratorio irregular, pero también por la inseguridad,
por la incertidumbre, la violencia y la indefensión que está viviendo en los
territorios que atraviesan (Rosas, 2019). Sin lugar a
dudas, esta precariedad representa, por un lado, una característica distintiva
de la migración femenina y, por otro, un factor determinante en el proceso
migratorio de estas mujeres. Además, constituye un elemento esencial que debe
ser abordado en las políticas migratorias, las cuales deben incorporar una
perspectiva de género para comprender y combatir adecuadamente esta situación.
De manera aberrante, también se presentan situaciones de violencia
sexual y de género que configuran condiciones de vida adversas y complejas.
Estas circunstancias no solo agravan la precariedad, sino que también influyen
en la construcción de un proyecto migratorio orientado a escapar del entorno
que las victimiza y vulnera.
“Yo a los 11 años fui abusada, abusaron de mí, entonces yo tenía ese
miedo que fueran a abusar de mis hijas, o sea, entonces, más que todo pensé en
eso y darles una nueva vida, que ellas estuvieran bien, que no estuvieran mal,
por eso más que todo decidí viajar” (Elmy, Guatemala).
Diversas son las razones que motivan a una mujer para migrar, “ya sea
después del viaje de sus parejas, como pioneras de los proyectos migratorios
familiares o como migrantes independientes” (Herrera, 2013, p. 39), por las
características sociales, económicas y demográficas de los países de destino,
para cambiar relaciones «opresoras» con sus esposos y consumar así procesos de
separación o divorcio que les permitan evitar tener que afrontar un conflicto
directo” (Parella, 2012, p. 671).
Aparte de los retos, las causas o razones que orillan a las mujeres a
migrar, es posible advertir transformaciones y resignificaciones en torno a la
capacidad de agencia y autonomía de las mujeres, hecho sin duda importante en
contextos caracterizados por la violencia hacia ellas (Quecha, 2015). Si bien se concuerda con este planteamiento, también se reconocen
las enormes restricciones que enfrentan las mujeres para desarrollarse como
sujetas activas, con incidencia, participación y decisión en sus propias vidas.
Más bien, lo que se observa es un aluvión de violencia, pobreza y abandono que
parece abrumarlas sin que tengan posibilidad alguna de luchar contra ello.
Apenas logran sobrevivir. Su lucha se reduce a resistir y persistir en su
supervivencia.
Las mujeres migrantes entrevistadas destacan como
principales razones para su migración la búsqueda de mejores condiciones de
vida, el escape de situaciones de violencia comunitaria y la necesidad urgente
de encontrar empleo. Un factor común y recurrente en sus relatos es el intento
de escapar de la pobreza en sus países de origen, una pobreza que se
intensifica y que se refleja en cada aspecto de su vida cotidiana.
“Sufríamos (…) estuvimos como unos cuatro meses durmiendo en el
suelo, no teníamos donde dormir, si nos fue muy mal, entonces de ver todo eso
yo tomé la decisión de mejor viajar acá pues, de viajar a Estados Unidos y
darles una vida digna a mis hijos, pero lastimosamente no se pudo (…) me vi
como acorralada (…) todo mi sueldo se va en la comida, mis hijos no tienen
zapatos, no tienen vestuario (…) mis hijos no estudian este año porque no me
alcanzo ni para los uniformes ni para nada, entonces como que me siento
acorralada” (Elmy, Guatemala).
“Económicamente solo alcanzaba para comida, para la leche del bebé,
pero ya para comprar otras cosas como ropa, zapatos, algo de vestir o cosas de,
de casa, ya no (…) para un buen futuro de mis hijos o que no pasaran la pobreza
que yo pasé en mi época y entonces por eso decidí, por todas las pobrezas pues
que hay, simplemente tenemos que trabajar duro solo para la comida y solo para
eso, no teníamos dónde vivir, teníamos que estar rentando, en veces podíamos
pagar y en veces no, y así, por eso decidimos buscar el país para, venir,
bueno, para mis hijos y para pasar los años que nos faltan” (Jenifer,
Nicaragua).
“Allá en Honduras el que come carne es por que tiene dinero”
(Esperanza, Honduras).
“No nos daba, solamente podíamos pagar la renta y un poco de comida”
(Jennifer, Cuba).
“La pobreza de Nicaragua es demasiado, es peor que El Salvador y en
El Salvador ganábamos para comer, pero no ganábamos para otras cosas como
comprar tan siquiera un solarcito, una casita, entonces por eso decidimos
venirnos para acá” (Jenifer, Nicaragua).
Asi mismo, la pobreza, la inseguridad alimentaria, la ausencia de
oportunidades de empleo, han sido históricamente causas que han llevado a las
mujeres a migrar. Una más se ha colado con insistencia en esta lista trágica de
razones que obligan a la gente a salir con desesperación de sus países, la
creciente violencia.
“Solo nosotros sabemos realmente porque salimos de nuestro país,
porque a nadie le gustaría que le quitaran la vida” (Raquel, Honduras).
“Allá para todo para todo piden cuota, para todo. Y allá pues, ahí
matan, diario, diario, cinco o seis matan diario” (Esperanza, Honduras).
En algunos testimonios persiste una profunda nostalgia por lo que quedó
atrás. Aunque era necesario abandonar esos lugares para salvar la vida, migrar
no siempre representa una opción, sino que en muchos casos, para estas mujeres,
es la única alternativa disponible. México, por lo tanto, no es un destino
elegido, sino el lugar al que el destino las ha llevado.
“Que nosotros queramos andar aquí, a veces nosotros tenemos nuestros,
nuestras culturas y nuestros lugares donde queremos estar, donde “¡creemos!”
que estamos seguros y no estamos seguros y a veces son cosas que nos obligan
salir de nuestro país” (Vilma, El Salvador).
La violencia de género que enfrentan las mujeres
migrantes ha sido documentada extensamente por la academia, la sociedad civil y
grupos activistas desde hace tiempo. Sin embargo, esta violencia persiste sin
cesar, al igual que la violencia institucional, la cual se manifiesta en el
maltrato proveniente de los espacios e instancias gubernamentales que deberían
apoyar a quienes migran. Los testimonios de las mujeres entrevistadas son
especialmente contundentes al respecto; relatan casos de omisión, malos tratos
y vulneración de derechos.
“¡Ay, feo!, se siente feo porque, uno se siente como preso pues,
aunque ellos dicen que uno no está preso, pero sí es lo mismo casi, como estar
preso, uno no puede salir, no, no mira pues nada y encerrado, uno se deprime”
(Elmy, Guatemala).
“Nos pidieron los pasaportes, nos dijeron que apagáramos los
teléfonos, que dejáramos, que diéramos la mochila que iba aparte, y nos
montaron a esos camionetica o huevita, no sé cómo se diga” (Jennifer,
Cuba).
“No sé de COMAR, o sea yo no hecho trámites con COMAR, no me he
metido más a fondo a averiguar, o sea ahorita yo no tengo ayuda de nadie” (Raquel,
Honduras).
“Es que el consulado no contesta y nunca va contestar porque el
consulado no contesta y nosotros pedimos queríamos firmar un papel para
desalojar el país por propia cuenta y no sé, no me lo quisieron dar, porque si
nosotros llegamos a Nicaragua el gobierno lo mete preso, no sé si sabe uste’,
por desalojar la patria, entonces nosotros queríamos llegar a nuestro país como
lo salimos, porque él no se da cuenta que nos salimos, entonces cómo nos
salimos así nos queríamos entrar, de escondidas” (Jenifer, Nicaragua).
“Parece que la comida le cayó mal, no sé que tiene en el estómago,
digo yo que tal vez yendo a mi casa lo limpio del estómago y ya va a comer
mejor, pero aquí no se puede hacer nada porque no puedes mandar a traer, pero
ni una galletita ni un jugo, nada” (Jenifer, Nicaragua).
“Cuando entramos a México, nosotros nos pusimos a… nosotros llegamos
a una casa de migrantes Tenosique, Tabasco. Ahí estuvimos como dos meses, la
72, ahí llegamos nosotros, tuvimos dos meses ahí. Como ahí no se puede… hay
mucha migración, mucha migración” (Esperanza, Honduras).
Frente a las retóricas de la movilidad que predominan
en la contemporaneidad, en los últimos años se han erigido numerosos
obstáculos. Estos incluyen restricciones en las políticas migratorias,
contextos económicos adversos, barreras socioculturales y, más recientemente,
bloqueos sanitarios vinculados a la pandemia. En este
contexto, la violencia institucional de género se manifiesta con particular
insistencia e impertinencia. Se refleja en la persistencia de prejuicios y
estereotipos asociados con la migración femenina, así como en la discriminación
y exclusión dentro de la práctica institucional. Por ejemplo, no se disponen de
espacios adecuados en albergues y centros del INM para el amamantamiento,
faltan materiales para la atención de la menstruación y no se brinda el
acompañamiento necesario en casos de violencia sexual. De ninguna forma la
inercia institucional, la debilidad estructural de las instituciones y las
limitaciones presupuestales, pueden justificar que, en apego al cumplimiento de
funciones de control y vigilancia señaladas en la ley, se prescinda de la atención
con perspectiva de género que la migración femenina requiere.
A esta violencia se suma la violencia de siempre, la que ya parece
ligada a la migración, los asaltos, los retenes de parte de grupos civiles, la
violencia que se abusa del temor y del desconocimiento de quienes migran.
Por otra parte, aunque está no es el área de
competencia ni de intervención de las investigadores,
ni formaba parte de los objetivos del trabajo de campo, se considera importante
destacar que las mujeres y adolescentes migrantes entrevistadas experimentan
niveles significativos de afectación emocional y física. Esta afectación no se
debe únicamente al viaje, sino también a las condiciones violentas e inciertas
que lo originaron. Estas condiciones le imponen fragilidad a sus
capacidades para evaluar y valorar los acontecimientos, los sucesos en los que
se encuentran, las posibilidades de actuar que puedan tener y las alternativas
de decisiones que puedan tomar. A través de sus narrativas en incontables
ocasiones se encontró dificultades para relatar y explicar lo que estaban
viviendo y lo que habían experimentado. La tristeza y el llanto estuvieron
presentes entre varias de las mujeres con quienes se dialogó.
Una tristeza vinculada con la soledad, con el aislamiento, con la falta
de interlocutores para buscar formas de gestionar sus terribles condiciones de
vida.
CONCLUSIONES
Las narrativas de las mujeres invitan a reflexionar,
cuestionar y repensar las categorías teóricas, conceptuales, analíticas y
jurídicas que han sido utilizadas para analizar la migración. Es fundamental
construir categorías como "fronteras" y "nación" desde
paradigmas de justicia social que coloquen a las personas migrantes en el
centro de la discusión y de la generación de políticas públicas incluyentes,
con objetivos claros de bienestar.
En este sentido, se entiende que es necesario que la política
migratoria incorpore una perspectiva de derechos humanos y de género que se
construya desde cuatro pilares:
-
La hospitalidad como país con las
mujeres, las adolescentes y las niñas migrantes.
-
La ampliación de las políticas de
asilo, refugio y protección.
-
La salvaguarda por encima de cualquier
normatividad, de los derechos de la niñez migrante.
-
La protección frente a la contención.
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[1] Dra. en Estudios de Población, Centro de
Investigación Aplicada para el Desarrollo Social de la Universidad Autónoma del
Estado de México, Toluca, rpromanr@uaemex.mx,
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5874-9207
[2] Dra. en Estudios de Población, Centro de
Investigación Aplicada para el Desarrollo Social de la Universidad Autónoma del
Estado de México, Toluca, rmsosav@uaemex.mx,
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0532-2220
[3] Integrado por el Lic. en Antropología Social Temoatzín
Gómez Cambrón, el Lic. en Ciencia Política José Manuel Gutiérrez Becerra y las
Dras. en Estudio de Población María Viridiana Sosa Márquez y Rosa Patricia
Román Reyes.
[4] El semáforo de riesgo epidemiológico fue un
sistema de monitoreo para la regulación del uso del espacio público de acuerdo
con el riesgo de contagio de Covid-19 y la cantidad de casos registrados. Es
estatal y está compuesto por cuatro colores: rojo (de ser posible quedarse en
casa), naranja (reducción de movilidad comunitaria), amarilla (disminución
ligera en espacio público) y verde (sin restricciones de movilidad) (Gobierno
de México, 2022). Durante el trabajo de campo el semáforo epidemiológico osciló
del amarillo al naranja en tres ocasiones, lo que obligó a realizar algunas
entrevistas (a informantes clave) en modalidad virtual. La información se
detalla en la Tabla 1. Personas entrevistadas.