Tejiendo juntos el camino hacia la justicia social
inclusiva de las mujeres a través del enfoque de las capacidades
Weaving together the path towards women-inclusive social justice through
a capabilities approach
Jesús Alfredo MORALES CARRERO[1]
Recibido
Aprobado |
: : |
16.09.2024 11.03.2025 |
Publicado |
: |
18.03.2025 |
RESUMEN: Enfrentar
los desafíos inherentes a la inclusión social de la mujer en condiciones justas
y equitativas constituye no solo un cometido de los derechos fundamentales,
sino el objetivo de los programas globales en materia de dignificación de este
actor social. Esta investigación como resultado de una revisión documental con
enfoque cualitativo se propuso en primera instancia analizar los aportes
prácticos, teóricos y epistémicos de la justicia social inclusiva que en su
relación con el enfoque de las capacidades fortalezcan el desempeño efectivo de
la mujer en el contexto social, político, económico y cultural; precisando
líneas de acción estratégica que redunden en la construcción de políticas
públicas enfocadas en la integración plena y en el ejercicio de las libertades
individuales. Los resultados indican que impulsar cambios trascendentales que
potencien el desempeño coherente y efectivo de la supra-complejidad de la
mujer, exige la ampliación de las posibilidades para actuar, decidir y
participar en la adopción de su curso de vida; proceso que depende
significativamente de la operación sinérgica tanto del aparato institucional,
como de la sociedad y la mujer en torno al desarrollo de su personalidad y
reiteren el compromiso recíproco con su reconocimiento y la protección de su
integridad moral por encima de cualquier condicionamiento histórico, social y
cultural. En conclusión, el desarrollo humano integral y sostenible de la mujer
exige la promoción de la conciencia crítica que aunado a movilizar voluntades
procure reivindicar su capacidad de agencia y la búsqueda el estado de
realización plena.
PALABRAS
CLAVE: existencia digna, derechos humanos, reconocimiento digno, libertades
individuales, compromiso social.
ABSTRACT: Addressing the challenges inherent to the social inclusion of women in
fair and equitable conditions is not only a task of fundamental rights, but
also the objective of global programs for the dignification of this social
actor. This research, as a result of a documentary review with a qualitative
approach, first proposed to analyze the axiological, practical and theoretical
elements of inclusive social justice for women and, subsequently, to establish
a relationship with the capabilities approach; in an attempt to specify
strategic lines of action that result in the construction of public policies
that favor full integration and the exercise of individual freedoms. The
results indicate that promoting transcendental changes that enhance the coherent
and effective performance of the supra-complexity of women requires the
expansion of the possibilities to act, decide and participate in the adoption
of their life course; a process that depends significantly on the synergistic
operation of both the institutional apparatus, as well as society and women,
from which arises the weaving of horizons that dignify, lifestyles that
safeguard the development of their personality and reiterate the reciprocal
commitment to their recognition and the protection of their moral integrity
above any historical, social and cultural conditioning. In conclusion, the
integral and sustainable human development of women requires the promotion of
critical awareness that, together with mobilizing wills, seeks to vindicate
their capacity for agency and the search for a state of full realization.
KEYWORDS: dignified existence, human rights, dignified recognition, individual
freedoms, social commitment.
COMO CITAR:
HOW TO CITE:
Morales Carrero, J. A. (2025). Tejiendo juntos el camino hacia la justicia social
inclusiva de las mujeres a través del enfoque de las capacidades. Mujer y
Políticas Públicas, 4(1), 111-134. https://doi.org/10.31381/mpp.v4i1.7306
INTRODUCCIÓN
Orientar a la mujer en
la búsqueda de su realización plena como ser humano constituye uno de los
cometidos de las agendas globales y de las convenciones internacionales en
contra de la discriminación. En tal sentido, los esfuerzos por lograr su
integración en los asuntos políticos de los que depende la consolidación de su
supra-complejidad se han enfocado en potenciar no solo el hacer sino el ser,
dimensiones que suponen la trascendencia hacia esquemas de bienestar pleno, sin
restricciones y cónsonos con los requerimientos propios de un mundo globalizado
e inserto en el dinamismo que trae consigo cambios recurrentes.
Este énfasis en la
potenciación del desempeño social de la mujer deja ver según el enfoque de las
capacidades una posibilidad para redimensionar su actuación a través de su
acceso a mecanismos educativos y procesos de formación tanto permanentes así como a lo largo de la vida, en un intento
por sustanciar oportunidades que ayuden en su integración de posibilidades de
empleabilidad; que aunado a ampliar y diversificar la actuación social de la
mujer, coadyuven con su quehacer competente y el ejercicio de sus capacidades humanas
(Rey, 2021; Morales, 2023a).
Direccionar la
realización de la mujer sugiere entonces, acercarla al goce de sus libertades y
empoderarla para que desde su capacidad de agencia alcance a superar las
limitaciones socio-históricas, a las que se le ha atribuido no solo la
reducción de su valía personal sino su participación en condiciones justas en
cualquier escenario de la vida social (Deneulin, 2019). Estos propósitos, como
parte del enfoque para abordar la profunda desigualdad, implican también el
establecimiento de principios éticos que fortalezcan el desempeño socialmente
efectivo de la mujer en todos los ámbitos (Crespo, 2011).
Esto implica promover
el ejercicio de las libertades individuales y la capacidad de agencia, como
herramientas para fortalecer el desarrollo de una vida plena (Nussbaum, 2012a),
como el antídoto desde el que es posible reducir los embates de la desigualdad
y, en consecuencia impulsar la reivindicación de las oportunidades necesarias
para construir nuevos logros que potencien su funcionamiento pleno, protagónico
y autónomo dentro de las diversas dimensiones de la vida social (Morales, 2023b;
Sen, 2023). En otras palabras, se trata de superar los esquemas de
discriminación mediante la creación de condiciones justas que impulsen el
desarrollo multidimensional de la mujer, garantizando así la construcción de su
proyecto de vida personal en el que se reivindique su dignidad (Nussbaum,
1999).
Lo planteado como
parte de los propósitos del enfoque de las capacidades, propone la búsqueda
sistemática del trato igualitario y equitativo que le permita a la mujer gozar
de las mismas oportunidades dentro de cualquier contexto; garantizando así la
escogencia de modos de vida que eleven su desempeño digno que conjugado con el
apoyo institucional amplíe posibilidades concretas de su actuación individual y
colectiva que, como aristas asociadas con el desarrollo humano abran nuevos
horizontes de participación protagónica en la vida pública.
Desde la perspectiva
de Nussbaum (2005), estos propósitos tienen como intencionalidad ampliar la
capacidad de agencia que faculte a la mujer para obrar de manera plena, gozando
así del acceso justo a la distribución de recursos que además de impulsar
oportunidades reales de realización personal y social, permitan la organización
y el enriquecimiento de las condiciones sostenibles de vida.
Estos cometidos
ampliamente compartidos por las convenciones internacionales en materia de
derechos humanos de la mujer, no son más que una reiterativa invitación a la
construcción de un mundo más justo e inclusivo, en el que el ejercicio de las
libertades individuales amplíe el camino hacia un nuevo esquema de bienestar
sostenido en la dignificación permanente (Ferrajoli, 2006), así como en la
potenciación de las capacidades sociales, que le aporten a la mujer los medios
necesarios para la edificación de su propio destino, la estructuración de una
vida sin limitaciones ni asimetrías y la diversificación de su desempeño
(Martínez, 2009).
Lograr estos cometidos
exige tanto de la sociedad como el aparato institucional, la disposición para
construir espacios inclusivos, en los que el reconocimiento recíproco al
pluralismo le permitan a la mujer ampliar las posibilidades para actuar en el
marco de la justicia social; como el valor universal que procura establecer los
parámetros desde los cuales definir cursos de acción conscientes que aporten al
bienestar de este actor social (Migliore, 2019). Esta investigación como
resultado de una revisión documental con enfoque cualitativo, se propuso en
primera instancia, analizar los aportes prácticos, teóricos y epistémicos de la
justicia social inclusiva que en su relación con el enfoque de las capacidades
fortalezcan el desempeño efectivo de la mujer en el contexto social, político,
económico y cultural; precisando líneas de acción estratégica que redunden en
la construcción de políticas públicas enfocadas en la integración plena y en el
ejercicio de las libertades individuales.
METODOLOGÍA
Esta investigación documental con enfoque cualitativo asumió las fuentes
de información esenciales que abordan los propósitos de la justicia social
inclusiva, las libertades individuales y los derechos humanos, así como el
enfoque de las capacidades como elementos que conjugados sinérgicamente
favorezcan la integración socialmente efectiva y el desarrollo humano
sostenible de la mujer (textos pioneros); de los cuales se tomaron los
referentes teóricos, conceptuales y epistémicos, en función de los cuales construir
una serie de planteamientos que se aproximen a una visión integral y holística
sobre el empoderamiento y desarrollo humano de la mujer como sujeto de derecho;
procesos que toman especial importancia en el presente siglo, dados los
requerimientos sociales globales que giran en torno a los derechos de la mujer.
Del mismo modo, se revisaron fuentes secundarias (revistas científicas y
especializadas) para precisar posiciones renovadas que aportaran al proceso de
sustanciar la discusión.
Se utilizó la técnica de análisis de contenido, con la finalidad de
precisar las aportaciones teóricas, los elementos conceptuales y prácticos, en
función de los cuales realizar un acercamiento a la construcción de argumentos
consistentes que definan, no solo la pertinencia de las posiciones teóricas del
autor, sino los desafíos que enfrenta el aparato institucional y los Estados en
la tarea de consolidar operativamente los constructos objeto de estudio.
Como criterios de análisis se consideraron sus referentes directos,
afirmaciones y posiciones que enfatizan en la importancia, relevancia y
pertinencia del objeto de estudio en la actualidad; los aspectos comunes que
aportan soluciones a los requerimiento de inclusión, de justicia social, de
equidad y bien común, así como de participación activa en los asuntos públicos
y en los procesos decisorios de los que depende la trascendencia a estilos de
vida dignos. Con respecto al criterio axiológico se procuró determinar la
responsabilidad ética de la mujer en lo referente a la corresponsabilidad
social y política, reiterando así lo planteado por los autores a lo largo de
sus obras.
RESULTADOS
Análisis de la información
Construir oportunidades para la inclusión socialmente efectiva de la
mujer como sujeto de derecho y agente social exige desde el enfoque de las
capacidades la unificación sinérgica de esfuerzos asociados con la potenciación
de las facultades tanto del ser como del hacer (Nussbaum, 1999). Esto implica
desde el proceder institucional la creación de condiciones de realización
personal y social; en otras palabras, se trata de redimensionar la esperanza de
coexistir en un clima de respeto, en el que la bandera del respeto y el
reconocimiento igualitario de este agente social, se erija como el imperativo
categórico desde el cual configurar un esquema sociocultural sensiblemente
incluyente y justo (Sen, 2021).
En razón de lo expuesto, hilvanar posibilidades de realización personal
de la mujer debe entenderse como el resultado de su inserción en los esquemas
políticos y sociales, en los que su hacer, actuar y proceder constituyan modos
de reivindicar el reposicionamiento de la mujer en el lugar que corresponde, es
decir, en el sitial en el que los derechos fundamentales pautan como una
respuesta a los requerimientos asociados con el resguardo de la integridad
moral, la dignidad humana y el alcance del máximo desarrollo de las capacidades
individuales de las que depende tanto el bienestar como la calidad de vida (Morales,
2024; UNESCO, 2015).
Emprender actuaciones institucionales en esta dirección supone la
búsqueda de posibilidades reales y contextualizadas que aunado a responder a
las circunstancias de un mundo permeado por la exclusión, la discriminación y
el individualismo, reitera el compromiso con la vida en la que el respeto mutuo
y la superposición de la igualdad configuren las condiciones para el buen
vivir, en el que el énfasis de las acciones estratégicas aporten respuestas
concretas a los problemas medulares que enfrenta la mujer, ampliando así su
participación autónoma y efectiva en las diversas dimensiones de la
sociedad.
En este sentido, la construcción de políticas
públicas inclusivas requiere la participación activa de las mujeres en la toma
de decisiones políticas. Este enfoque debe ser el punto de partida para
fortalecer dos aspectos clave en su desempeño. Por un lado, es fundamental situarlas
en contextos que favorezcan el desarrollo de sus capacidades individuales,
permitiéndoles acceder a estatus dignos. Por otro lado, es necesario ampliar
los mecanismos sociales que les brinden las herramientas para generar cambios profundos,
que mejoren su calidad de vida, su bienestar integral y contribuyan al
desarrollo humano sostenible
De este modo, el ejercicio de las libertades individuales toma especial
importancia por contener no solo la forma de operativizar estilos de vida
saludables, sino cómo garantizar que las competencias y habilidades existentes
afloren, redimensionando la maximización tanto de la realización personal como
de la elevación del nivel de satisfacción (Morales, 2020; Sen, 2010).
Esto en palabras de Lafarga (2016), no es más que el resultado de la
precisión de cometidos asociados con el proyecto de vida individual, el cual
como proceso en construcción, ajuste y reformulación permanente debe involucrar
el descubrimiento de respuestas asociadas con la existencia humana plena; esto
implica disponerse con flexibilidad crítica para valorar su contexto, las
oportunidades que este le ofrece y precisión genuina de los recursos necesarios
para consolidar intereses particulares así como estilos de vida sostenibles.
En este sentido, este apartado analiza dos aspectos
clave: por un lado, la justicia social inclusiva de la mujer en el marco de las
libertades individuales y los derechos humanos; y por otro, el enfoque de las
capacidades y la dignificación de la mujer. Por lo que, se proponen algunos
elementos fundamentales para la construcción de políticas públicas que
potencien el desarrollo humano de la mujer.
La justicia social inclusiva de la mujer en el marco de las libertades
individuales y los derechos humanos
Garantizar la mayor suma de felicidad y el goce de las libertades
individuales como parte de los derechos humanos que le asistente tanto a la
mujer como a cualquier sujeto de derecho (Nussbaum, 2010; Sen, 2010). Esto
implícitamente refiere a la configuración de cambios cualitativos que le
permitan a la mujer direccionar su proceder hacia satisfacción de sus
requerimientos, valiéndose para ello del goce y disfrute de los recursos
necesarios que aportados por el aparato institucional y por las leyes, le faculten
para consolidar las preferencias e intereses asociados con su proyecto de vida
personal.
Esto como parte de los derechos fundamentales, involucra la creación de
condiciones que le permitan a la mujer organizar su vida, establecer
prioridades y darle curso a la visión personal, como dimensiones en función de
elevar su calidad de vida de manera no solo progresiva, sino también sistemática,
con la intencionalidad de garantizar que sus requerimientos alcancen tanto la gestión oportuna como su reivindicación
(Ibáñez, 2016; Sen, 2000), garantizando así la superación de la pobreza, la
exclusión y la discriminación histórica, evitando de este modo su reproducción
en el futuro.
Lo planteado supone para efectos de la liberación de la mujer su
inserción en esquemas proactivos o de participación social inclusiva, en los
que se superponga el acceso a nuevas posibilidades para construir su propio
desarrollo humano en el marco de la sostenibilidad, como ideal, según Nussbaum (2012a), es
necesario operativizar la participación política de la mujer y sus libertades
individuales, con el fin de consolidar cursos de acción que impulsen su
desempeño efectivo y fomenten la diversificación de sus capacidades.
Para concretar las actuaciones institucionales y
sociales dirigidas al logro de estos objetivos, es fundamental referirse a la
educación permanente a lo largo de la vida. Este proceso no solo potencia la
dimensión cognitiva de la mujer, sino que también abre mayores posibilidades de
movilidad. En este contexto, la mujer, al acceder a oportunidades tanto
inmediatas como futuras, puede construir los cimientos de una vida digna,
contribuir a una sociedad justa y participar en la creación de un mundo con las
condiciones necesarias para el desarrollo de las capacidades humanas, que son
requisitos esenciales para una existencia plena (Russo,
2011).
Como parte de los objetivos de la justicia social inclusiva,
esto implica romper con los lastres socio-históricos que han perpetuado no solo
la sumisión de la mujer, sino también han limitado su campo de acción,
impidiendo que el ejercicio de los derechos fundamentales cumpla con sus
verdaderos objetivos. En consecuencia,
impulsar los propósitos relacionados con el logro de una vida plenamente humana
implica ofrecer a la mujer acceso a redes de apoyo material y asesoramiento
especializado, que contribuyan a potenciar una vida digna.
Lo referido como parte de los derechos fundamentales exige involucrar a
la mujer en el uso apropiado de los medios y mecanismos necesarios para
empoderarla a través de la asignación de roles que aunado a dinamizar su
funcionamiento, coadyuven en la tarea compleja de elevar la productividad,
hacer uso de la libertad para elegir, manifestar voluntad y definir los
parámetros de desempeño individual cónsonos con los requerimientos personales.
Es así, que garantizar la actuación de la mujer sin restricciones, exige
enriquecer el andamiaje de posibilidades de realización, que definan el trazado
de diferencias cualitativas en función de motivar la sensación de disfrute,
satisfacción y plenitud.
En palabras de Lafarga (2016), la dignificación de la existencia del ser
humano no solo corresponde a un propósito generalizado de los programas de
inclusión, sino además, el eslabón a través del cual es posible construir
ciudadanos conscientes de su propio proyecto de vida personal, de la
construcción de respuestas coherentes con sus intereses y preferencias, hasta
configurar los medios para superar la desigualdad; esto sugiere la concreción
del crecimiento saludable, del acceso a recursos y mecanismos que enriquezcan
la interacción competente con el mundo.
Esto significa desde el punto de vista institucional el despliegue de
acciones que redunden en mejoras significativas tanto en el hacer como en el
ser, permitiendo así la emergencia de posibilidades tanto de existencia como de
bienestar gratificantes para la vida de las mujeres. En otras palabras, se
trata de promover el desarrollo humano justo y equitativamente sostenible, en
el que la superación de las disfuncionalidades comience por la edificación de
redes de cooperación, que sustentadas en el énfasis de la voluntad colectiva
gire en torno a la búsqueda de la felicidad y el buen vivir, como imperativo
categórico del que depende la trascendencia hacia esquemas de existencia libres
de privaciones.
Desde la perspectiva de Nussbaum (2010), el desarrollo de la mujer en el
marco de la justicia social tiene su asidero en la ampliación de las libertades
personales, no solo para asumir el propio desempeño como sujeto consciente,
sino de emprender actuaciones que redunden en la construcción de espacios en
los que además de primar la autonomía también se operativice la participación
en los asuntos políticos; permitiéndolo a la mujer mayores posibilidades de
empoderamiento para ejercer sin condicionamientos su agencia y sus capacidades,
así como liberar su potencial en pro de la consolidación de su bienestar.
Este entramado de requerimientos, posicionan al aparato institucional
como el articulador de cambios efectivos, en cuyo hacer se estima con especial
énfasis la creación de oportunidades que propicien condiciones de vida
enmarcadas en la libertad y trato equitativo, como elementos sine qua non a
través de los cuales asegurar el acceso a “posibilidades de elección en las
esferas más relevantes de la sociedad” (Nussbaum, 1999, p. 257). Esto implica
reposicionar la valía de la mujer hasta lograr que en la dimensión social su
estatus logre asumirse como el imperativo categórico que insta al trato justo,
equitativo y sustentado sobre el bien común.
En estos términos, emprender acciones desde la dignificación de la
existencia que procura la justicia social inclusiva y de los derechos humanos,
exige el viraje hacia la concreción de propósitos trascendentales que le ayuden
a la mujer en la tarea de entrelazar sus libertades individuales, sus derechos
políticos y sociales con las preferencias e intereses personales; con la
finalidad de buscar alternativas de bienestar humano que no solo minimicen los
efectos del sometimiento a la denominada discriminación histórica; sino que
además, amplíen los horizontes que reivindiquen el rol protagónico que le
corresponde a la mujer en la sociedad (Nussbaum, 1999).
El enfoque de las capacidades y la dignificación de la mujer
La dignificación de la mujer como sujeto de derecho comporta una serie
de desafíos multidimensionales que procuran, entre otros aspectos, superar los
esquemas socio-históricos y culturales que han condicionado su discriminación,
exclusión y sometimiento a tratos injustos. De allí, que el enfoque de las
capacidades emerja como una posibilidad para ampliar y diversificar las
oportunidades para transformar la vida, mediante el acceso a posibilidades no
solo educativas, sino de empleabilidad que le ayuden a convertirse en agente
protagónico de la construcción de su propio futuro (Colmenarejo, 2016; Nussbaum,
1997).
Capacitar a la mujer es entonces, conducirla hacia la edificación de los
cimientos de su plan de vida, aportándole los mecanismos para que explore su
cualidades y preferencias vocacionales que redimensionen su actuación oportuna
frente a los desafíos. Además, coadyuvar en la tarea de emprender nuevos
horizontes que profundicen su independencia al dotarla de los medios necesarios
para gestionar, desde el reconocimiento de su valía personal, las áreas y
escenarios en los que pueda acceder para otorgarle mayor sostenibilidad a sus
iniciativas.
Este énfasis en la formación de la mujer para la vida activa involucra
hacerla coparticipe de la transformación de su propia realidad, asumiendo desde
el sentido de corresponsabilidad la elección de modos de vida razonables, cuya
trascendencia permita crear espacios para su desempeño integral. Esto implica potenciar su capacidad para enfrentar los desafíos de
manera competitiva, abordándolos con una actitud de apertura y flexibilidad, y
reconociendo en estas respuestas potenciales las soluciones a los problemas
cotidianos
Según Nussbaum (2012a) y Sen (2000), las capacidades humanas como
eslabones de cambios trascendentales en la existencia humana, supone la
operativización de una serie de dimensiones asociadas con la consolidación de
los siguientes cometidos: fortalecer el entorno político y social a través de prácticas
conscientes que involucren al otro en igualdad de condiciones, impulsar
esfuerzos comunes que conduzcan al emprendimiento liberador, al ejercicio de la
creatividad como cualidad de la que depende el desarrollo de innovaciones, así
como la disposición de la imaginación, el pensamiento divergente y el
razonamiento crítico como operaciones cognitivas de las que depende el alcance
de oportunidades enmarcada en la denominada justicia social inclusiva.
En este sentido, el enfoque de las capacidades garantiza
la integración de la mujer en un desempeño efectivo que involucra las
dimensiones colectiva, institucional y social, con el fin de redimensionar su
vivir dignamente. Esto implica reforzar cualidades y virtudes que, de manera
cualitativa, facilitan el intercambio de la mujer con su contexto inmediato y
mediato, permitiéndole involucrarse de manera proactiva y generando una
elevación de los beneficios. En consecuencia,
Nussbaum (2010) señala que solo a través de la inclusión política de la mujer
se logran establecer las conexiones necesarias para acceder a recursos y
mecanismos que permitan alcanzar una vida plenamente humana
Por ende, movilizar las capacidades humanas de la mujer hacia la
consolidación de su propio bienestar exige orientarla en la tarea de descubrir
los mecanismos ideales para afrontar los problemas, para determinar soluciones
y precisar alternativas novedosas; en las que el énfasis sea impulsar el
desenvolvimiento pleno que por estar fundado en el afloramiento de ventajas
especiales, diversifiquen las oportunidades para alcanzar los ideales de la
dignificación humana, entre los que se precisa: edificación de posibilidades
reales asociadas con el ser, hacer, actuar y decidir; asumir con autonomía el
proyecto de vida personal así como la apropiación de los medios necesarios para
impulsar su desarrollo humano sostenible y, definir objetivos políticos y
sociales que tengan como meta elevar el funcionamiento humano.
En otras palabras, el enfoque de las capacidades debe entenderse como un
proceso dinamizador de las cualidades humanas, que procura conducir a la mujer
hacia el descubrimiento de los medios necesarios para superar el umbral de su
potencial, despertando en este actor social el deseo motivador de cambios; que
invita al despliegue de la voluntad personal y sostenida que, aunado a
fortalecer las capacidades existentes ayudan a la maximización de la calidad de
vida.
La construcción de políticas públicas potenciadoras del desarrollo
humano de la mujer
Generar las condiciones necesarias para lograr la inclusión social
efectiva de la mujer en los asuntos públicos constituye uno de los desafíos
complejos a los que se enfrentan los procesos políticos a nivel global; entre
otras razones, por la necesidad de atender la supra-complejidad de
requerimientos que este sujeto social amerita para alcanzar su realización
plena y justa (Martínez, 2009). En tal sentido, insertar a la mujer en
experiencias fructíferas que redunden en su bienestar inicia con elevar las posibilidades
de existencia, hasta lograr que su independencia y autonomía alcancen su
concreción en todos los contextos.
Desde la perspectiva de Nussbaum (1999), la construcción de políticas
públicas con enfoque de género debe considerar el acuerdo sinérgico entre el
aparato institucional y la sociedad, en un intento por reducir las condiciones
adversas a su desarrollo humano integral entre las que se precisa “la violencia
contra las mujeres, el hambre de las mujeres, la educación injusta de las
mujeres” (p. 199).
Esto significa impulsar acciones políticas que redunden en el ejercicio
y goce de sus derechos humanos y libertades individuales, hasta minimizar los
efectos de la exclusión histórica y la desigualdad sistemática como factores de
riesgo, cuyas repercusiones le han reducido, imposibilitando su actuación
oportuna y protagónica en los procesos inherentes a su calidad de vida (Nussbaum
y Sen, 1998). De allí, que la construcción de políticas públicas en materia de
género suponga entre otros aspectos la búsqueda del desarrollo humano integral
de la mujer, en el que el énfasis se encuentre en la potenciación de sus
competencias y actitudes para actuar, decidir y asumir con responsabilidad la
superación de los lastres socio-históricos y culturales que han condicionado su
crecimiento.
En estos términos, las políticas públicas se
conciben como mecanismos que no solo operativizan los esquemas de inclusión
para insertar a la mujer en una vida digna, sino también como
respuestas específicas y contextualizadas, cuya capacidad transformadora
permita alcanzar con eficacia la vida buena; en la que se reivindique la
dignidad humana, la integridad moral y el desempeño coherente con las
particularidades propias de un mundo en cambio recurrente (Lafarga, 2016).
Se trata, entonces, de promover desde la actuación
institucional la ampliación de oportunidades que favorezcan un crecimiento
multidimensional continuo. Este proceso comienza con la construcción de un
nuevo ciudadano, cuya conciencia crítica lo impulse a asumir, desde su valía
personal, la tarea de enfrentar los desafíos propios de una participación
proactiva. No basta solo con exigir ser escuchada, sino también con generar
aportes que, convertidos en acciones, contribuyan a la elevación de los índices
de longevidad. Estos, enmarcados en los principios de la justicia social
inclusiva, propiciarán condiciones para un trato equitativo (Nussbaum,
2012a).
Lo referido involucra el acceso a mecanismos que operativicen
oportunidades reales, situadas y contextualizadas, cuyas implicaciones redunden
en el mejoramiento sistemático y sostenible de la sensación de bienestar
integral; es decir, que redimensionen las condiciones de estabilidad plena en
la que el crecimiento constante posibiliten la creación de expectativas no solo
alcanzables sino definitorias de un futuro prometedor en el que alcanzar la
libertad sin cuestionamientos coadyuve a materializar metas trascendentales.
Orientar acciones que materialicen la calidad de vida en la mujer, exige
de los programas de gobierno la promoción de esquemas de seguridad social que
comporten, entre otros aspectos, la satisfacción de requerimientos vinculados
con la salud preventiva e integral, que aunado a elevar las posibilidades de
longevidad también faciliten el adecuado funcionamiento. Esto significa,
orquestar esfuerzos desde diversas direcciones hasta configurar capacidades
relacionadas, en las que el operar de la mujer sobre su propia realidad le
permita afiliarse a iniciativas de manera competente.
En tal sentido, la construcción de políticas públicas en materia de
atención integral a la mujer debe comenzar con la definición de metas,
propósitos e iniciativas que favorezcan la determinación del denominado
proyecto de vida personal que le ayuden a robustecer sus intenciones de
empoderamiento; el cual debe contener como aristas fundamentales el acceso a
procesos educativos que potencien la dimensión cognitiva, su competencia
crítica para decidir sobre su propio futuro, definir cursos de acción y actuación
tanto estratégicos como sostenibles que reivindiquen su calidad de vida
(Morales, 2023a; Sen, 1997).
En razón de lo expuesto, la participación de la mujer en los asuntos
políticos propios de su contexto también se entiende como un modo estratégico
de reivindicar el derecho a la inclusión en el marco de la justicia social, en
el que dejar que su voz sea escuchada y disponerse a escuchar los
requerimientos asociados con las responsabilidades que permean su rol como
sujeto de derecho, se consideran requisitos sine qua non para consolidar
afiliaciones en los múltiples contextos en los que puede desempeñar una vida
activa y protagónica.
En palabras de Nussbaum (2010), la inserción de la mujer en los procesos
públicos no solo constituye una invitación a la superación de las barreras
sociales, culturales e históricas, sino también, la disposición tanto social
como institucional para admitir que su condición de sujeto de derecho le hace
portadora de las garantías, así como de los dispositivos normativos que
procuran entre otros aspectos la protección de su integridad física, el resguardo
de su dignidad humana así como el goce y disfrute de un ambiente pacífico.
Esto sugiere construir ambientes democratizadores de la existencia, en
los que el proceder común se encuentre entretejido por el respeto reciproco, el
reconocimiento de la valía personal y la tolerancia crítica; como elementos que
conjugados de manera sinérgica posibiliten la actuación en el marco de la
libertad positiva, en la que no solo exista la conciencia plena sobre el vivir
bien sino sobre la corresponsabilidad en la tarea de unificar esfuerzos
solidarios que reiteren la lucha por la igualdad, la justicia y el bien común
(Rodríguez, 2009).
Entonces, es a través de actuaciones institucionales tanto estratégicas
como sinérgicas que es posible conducir a la mujer hacia el descubrimiento de
su potencial para aumentar no solo su estatus, sino tambieén para fortalecer su
capacidad operativa, para actuar con eficacia en el ejercicio de roles fértiles
(Sen, 2020); esto refiere a la escalada permanente y sistemática a nuevos
esquemas de actuación, en los que el propósito no sea más que la definición
coherente de su autonomía y libertad, como requerimientos que conjugados dan
espacio a la emergencia de la realización plena.
Construir políticas públicas tranversalizadas por estos cometidos
implica promover el respeto y el reconocimiento de la mujer hacia sí misma,
pero además, motivar la estimación social que garanticen su reconocimiento como
sujeto de derecho, cuyas competencias redunden en el goce de condiciones de
igualdad en cualquier contexto, en cualquier actividad y desafío social;
logrando de este modo dos propósitos tangenciales para la existencia humana
digna y plena, por un lado el ejercicio de acciones conscientes que coadyuven
con la superación de las vulnerabilidades y, por el otro, alcanzar niveles de
seguridad, estabilidad y equilibrio que redunden en la concreción de su
independencia.
En estos términos, es posible afirmar que la reivindicación de la
existencia de la mujer dentro de los parámetros de la justicia social inclusiva
implica instarla a asumir el rol de motorizar sus facultades y capacidades
personales, como el medio para crear horizontes de dignificación humana
permanente (Nussbaum, 1999); este proceder supone ubicar a la mujer en el
ejercicio pleno de sus derechos logrando así que desde su propia posición
protagónica enfrente con responsabilidad a las exigencias propias de un
contexto permeado por la discriminación y la exclusión; frente al que es
posible actuar desde el compromiso que coadyuva en la tarea de superar las
barreras hasta alcanzar posiciones que garanticen el resguardo sostenido de la
integridad moral, emocional, física y social (Sen, 1981).
Es así, que la conquista de posibilidades para el alcance de una vida
enmarcada en los cánones de la calidad de vida y el bienestar integral, exige
de la sociedad así como del aparato institucional, la disposición para edificar
el proyecto de vida común, en el que los valores universales y la
operativización de los derechos humanos se erijan como ejes a través de los
cuales hilvanar condiciones de relacionamiento que hagan de la vida política y
social una oportunidad para enfrentar la desigualdad histórica, las condiciones
adversas y los lastres que han estrechado el horizontes hacia una existencia tanto
plena como viable.
Visto lo anterior, en palabras de Pizarro y Méndez (2006), supone la
construcción de condiciones reivindicativas de la seguridad y la confianza,
como requerimientos para lograr que la mujer desarrolle la sensación de valía
personal que le asista en el proceso de hilvanar oportunidades reales que
maximicen su calidad de vida y el desempeño equilibrado de su ser y hacer.
Esto en palabras de Lafarga (2016), la unificación de esfuerzos
institucionales debe centrarse en las siguientes aristas de la
supra-complejidad humana: ampliar los esquemas de participación a través de
mecanismos normativos que sustenten la inserción participativa y protagónica de
la mujer en el contexto social y político; maximizar los canales de acceso,
goce y disfrute de recursos para impulsar su crecimiento multidimensional y,
finalmente, motivar la creación de redes de apoyo social e institucional que
conduzcan a la operativización efectiva de soluciones a los requerimientos de
la mujer.
DISCUSIÓN
El enfoque de las capacidades como un proceso reforzador del potencial
humano constituye una alternativa esperanzadora que procura conducir la
existencia hacia la maximización del desempeño personal, que le permita al
individuo no solo fortalecer su disposición para enfrentar los desafíos propios
de su contexto, sino también, mejorar las condiciones inherentes a su hacer
competitivo; el cual entraña como intencionalidad la consolidación de logros
trascendentales que reivindiquen tanto el bienestar integral como la calidad de
vida (Sen, 1999).
En estos términos, el énfasis en la construcción de mejoras sustanciales
en las dimensiones, hacer, pensar y decidir, posicionan al enfoque de las
capacidades como el procesos transformador integral, holístico y sostenible,
que pretende ampliar en la mujer el proceder flexible frente a los
requerimientos de un mundo en cambio recurrente; cuyo dinamismo no es más que
una invitación al afloramiento de las más elevadas virtudes y cualidades
personales de las que depende su realización.
Visto de este modo, la potenciación de la dimensión cognitiva en la
mujer persigue como intencionalidad consolidar su capacidad para asumir los
desafíos emergentes con disposición proactiva; lo cual debe entenderse como el
resultado de la operativización del reflexionar crítico permanente sobre sus
propias condiciones, es decir, sobre su estatus presente y sobre el que debería
gozar como sujeto de derecho, a quien le asisten una serie de garantías que
sugieren el vivir bien como una alternativa sine qua non de la que se desprende
su desarrollo humano pleno (Griffin, 2001; Sen, 2006).
Dignificar la existencia de la mujer precisa en el enfoque de las
capacidades, la fuerza revitalizadora de cambios medulares en los estilos de
vida, los cuales comienzan por la consideración del respeto propio, por el
reconocimiento de su valía personal y la recuperación de sentido crítico; como
elementos que conjugados sinérgicamente no solo representan posibilidades para
empoderar a la mujer, sino como requisitos indispensables para impulsar su
posicionamiento social, su inserción en los esquemas productivos y los procesos
políticos, como dimensiones para consolidar la trascendencia hacia el vivir
operativo y funcional.
Desde esta perspectiva, aprender a vivir a través del descubrimiento del
potencial propio se entiende como una manera de insertarse en la multiplicidad
de funciones y roles existentes en la dimensión social y colectiva (Morales,
2021); en la que actuar competitivamente no solo sugiere disponer facultades
adaptativas, sino también, desplegar actitudes asociadas con la objeción
permanente, con la revisión de las condiciones actuales y la determinación de
sus aporte reales al rompimiento de los esquemas de dominación que procuran
reproducir sistemáticamente la sumisión destructiva tanto de la voluntad propia
como de la libertad personal.
En consecuencia, el enfoque de las capacidades como proceso liberador
con profundas implicaciones en las dimensiones cognitiva, moral, ética,
política y social suponen la búsqueda del trato equitativo, paritario y justo
en el que la mujer concibiéndose como sujeto de derecho, asuma el rol activo e
hilvanar de las condiciones necesarias para llevar adelante las metas de las
que depende entre otros aspectos la construcción de un proyecto de vida
personal cónsono con las exigencias de un contexto cada vez más demandante
(Nussbaum, 2012a).
Es así, que la lucha enfática por el goce de la autodeterminación de la
mujer y disfrute de las bondades inherentes a las libertades personales,
comportan eslabones de procesos transformadores que procuran atender la
pluridiversidad de la mujer y la complejidad de sus requerimientos
particulares, como punto de partida para redimensionar su estatus social. Esto
en sentido estricto no es más que una respuesta a las demandas institucionales
que entrañan entre otros aspectos la ampliación de las oportunidades para gozar
de experiencias de alfabetización permanente, acceder a procesos de atención
vocacional que redunden en la definición de actitudes y aptitudes, así como a
la configuración de los medios necesarios para elegir racionalmente modos de
vida sostenibles.
Alfabetizar a la mujer como parte de los cometidos propios del enfoque
de las capacidades, sugiere acercarla al manejo significativo y efectivo de
datos informativos de diversa índole, que procesos desde el sentido crítico
amplía el tránsito hacia prácticas personales y colectivas que redunden en la
gestión de problemas propios de su contexto. Esto se precisa como una exigencia
de las agendas globales que procuran empoderar a la mujer, insertándola en el
compromiso de utilizar coherente y pertinentemente el conocimiento, precisando
respuestas estratégicas que impulsen una visión más optimista del mundo, de su realidad
(Villarroel, 2019).
Este acceso a la información y a los grandes cúmulos de contenidos que
ofrecen los diversos medios, constituye una salida estratégica en función de
diversificar las oportunidades que, como parte de las libertades individuales
procuran impulsar a la mujer hacia la determinación que le posibilite la
conexión con un mundo que requiere cada vez con mayor énfasis la superación de
la brecha de desigualdad que históricamente ha excluido a este actor social (Morales,
2022; Nussbaum, 2010; Sen, 2011). En tal sentido, ampliar el esquema de
actuación de la mujer sugiere la unificación sinérgica de esfuerzos
institucionales y sociales que permitan redimensionar el funcionamiento humano
a través de la transformación de las condiciones políticas así como materiales.
Implícitamente, esto deja por sentado el compromiso institucional con el
resguardo de la integridad moral y la dignidad humana a través de la inserción
de la mujer en la vida pública, es decir, en los asuntos en los que desempeñar
funciones valiosas le proporcionen las cualidades para afiliarse a objetivos
ambiciosos de los que depende significativamente la construcción de ciudadanas
cuyas capacidades le asistan en la tarea de gestionar las necesidades
personales, así como llevar a cumplimiento el alcance de los intereses
asociados con el proyecto de vida propio.
Visto lo anterior, garantizar el bienestar de la mujer a través de su
empoderamiento implica entre otros aspectos la supresión del pensamiento
esclavizante (Nussbaum, 2012a), que ha condicionado el desempeño y la actuación
plena, en la que sus efectos inmediatos se precisan la dificultad para
afiliarse a la libertad personal que aunado a favorecer el acceso a
oportunidades y recursos, también propician el darle continuidad a la
organización de una sociedad sustentada en la equidad sostenible. Este nivel de
sensibilidad colectiva representa un modo de dignificar a la mujer al
permitirle que su participación en los asuntos no solo personales, sino en los
que vinculados con la asociación le ayude a edificar una vida digna.
Esto implica para los procesos de intervención en materia de inclusión
social efectiva de la mujer, propiciar que la dignificación como ideal
universal se materialice en un ascenso permanente aportándole a este agente
social las oportunidades de crecimiento necesarias para llevar una vida
placentera. En otras palabras, se trata de asegurarle a la mujer que los
derechos igualitarios le asistan hasta consolidar posibilidades de realización
que aseguren el ascenso de su estatus, el cumplimiento de su proyecto de vida
personal y el goce de los recursos necesarios para construir un futuro
prometedor.
De acuerdo a lo anterior, la vida digna que le redunde en la superación
de la discriminación y la exclusión destructiva de la integridad moral de la
mujer, exige impulsar acciones que consideren las capacidades para atender,
desde una mirada holística e integral, los requerimientos sobre los cuales
cimentar una existencia libre de privaciones inmediatas, mediatas y futuras;
coadyuvando de este modo al desarrollo humano sostenible, en el que no solo se
logre potenciar las competencias y destrezas existentes, sino además, propiciar
el afloramiento de nuevas habilidades que le impulsen hacia una vida humana plena
(Nussbaum, 2012b).
Este cúmulo de fines, deja por sentada la necesidad de redimensionar el
funcionamiento de la mujer en las múltiples dimensiones de la vida social,
proceso que tiene su asidero en la fusión de esfuerzos entre el aparato
institucional y la sociedad, como una manera de patrocinar como parte de los
programas e inclusión el posicionamiento sin restricciones; es decir, en el que
se conjuguen una serie de libertades asociadas con: la manifestación de
voluntad propia, de decisión autónoma y sin condicionamientos, la libertad para
asociarse, unirse desde el esfuerzo colectivo en la construcción de iniciativas
viables que mejoren su condición no solo presente sino futura (Sen, 2000).
Es así, que la dignificación de la mujer como cometido de las políticas
públicas en materia de género implica la implementación de principios jurídicos
globales, que conduzcan hacia la apropiación de derechos y garantías asociadas
con la igualdad en lo referente al acceso a los programas educativos y de salud
integral, el goce de una vida libre de violencia, de maltratos y vejaciones, y
además, la posibilidad de alcanzar una existencia consciente, en la que el
objetivo medular sea maximizar el funcionamiento requerido para vivir en sociedad
(Ferrajoli, 2016).
En otras palabras, se trata de insertar a la mujer en la
corresponsabilidad de hilvanar esfuerzos comunes que adheridos a los cometidos
de los programas de inclusión en materia de empoderamiento y alcance de la
autonomía plena, le aseguren las condiciones para aprovechar las oportunidades
con éxito; asegurando de este modo que sus capacidades individuales le asistan
en el afrontamiento de los problemas, así como de los desafíos globales
emergentes de los que depende el alcance de la autorrealización (Nussbaum, 2006;
Sen, 1985).
Esto implica transitar hacia la apropiación de la justicia social
inclusiva, a través del aprovechamiento de los mecanismos educativos
liberadores, los cuales aunado a redimensionar su capacidad para actuar en la
vida pública, económica y productiva, también conducen hacia la reorientación y
ajuste de cometidos asociados con el bienestar integral y la calidad de vida.
Esto supone potenciar la afiliación de la mujer a iniciativas de crecimiento
multidimensional para lograr que la asignación de recursos y el acceso a
mecanismos de acompañamiento le posicionen en un nuevo estatus social digno y
justo
CONCLUSIONES
Dignificar la existencia de la mujer como uno de los desafíos más
complejos a los que se enfrentan las agendas globales en materia de atención
inclusiva y reivindicación de la vida humana, comportan posibilidades reales en
razón de alcanzar la mayor suma de felicidad para este actor social. Esto
involucra no solo orientar a la mujer hacia la precisión de los mecanismos para
alcanzar una vida plena, autónoma e independiente, sino también conducirla a
descubrir con fundamento en sus intereses y preferencias cómo hilvanar su
proyecto de vida personal.
En tal sentido, lograr la inserción de la mujer en los esquemas de
bienestar y calidad de vida, exigen del aparato institucional y de la sociedad
en general la adopción de actitudes integradoras y sinérgicas, capaces de
orquestar soluciones tanto oportunas como contextualizadas que ayuden en la
tarea de ejercer competitivamente funciones y roles de manera virtuosa dentro
de la vida colectiva. Esto como parte de los objetivos de la justicia social
inclusiva no son más que la respuesta esperanzadora a los requerimientos
particulares de la mujer, entre los que se precisa principalmente: su actuación
dentro de los contextos político y social en igualdad de condiciones.
Para ello, es indispensable potenciar en la mujer la
disposición adaptativa para enfrentar tanto los cambios como las
transformaciones en su entorno inmediato, y en los cuales puede participar con
una actitud proactiva para cuestionar los lastres socio-históricos y culturales
que han limitado su actuación efectiva como sujeto de derecho;
a quien le asisten una serie de garantías y dispositivos que aunado a procurar
la elevación del su estatus y el reconocimiento a su dignificación permanente,
también delinean su autodeterminación, el ejercicio de sus libertades básicas y
los mecanismos necesarios para alcanzar una vida plena.
Es así, que empoderar a la mujer como una alternativa para su
dignificación sugiere insertarla en procesos de formación y educación
permanente, que no solo redunden en el desarrollo de la conciencia crítica,
sino del espíritu emprender, innovador e inventivo que aunado a impulsar su
liberta plena, también haga viable el acceso a nuevas oportunidades asociadas
con la ocupación de espacios dentro del escenario social. Visto de este modo,
la búsqueda de la libertad plena de la mujer como agente social transformador
inicia con la alfabetización sobre el uso de datos, de información y contenidos
que le aporten no solo a la ampliación de su propia visión del mundo, sino al
ejercicio de su ciudadanía consciente.
Entonces, emprender los desafíos inherentes a la inclusión de la
mujer en los múltiples espacios de la vida colectiva, se precisa como un modo
de reivindicar su desempeño, su capacidad de agencia y la manifestación de su
potencial, como elementos que puestos en relación operativa comportan los
medios para revitalizar su libertad para decidir sobre su destino, sobre los
asuntos personales y las metas que mayor aporte pueden hacer a su proyecto de
vida individual. Esto implica reconocer su diversidad y respetar su pluralidad,
como aspectos consustanciales con el empoderamiento de ciudadanas capaces de autopercibirse dignas y competentes para afiliarse a la
convicción de igualdad que le asiste.
En otras palabras, construir espacios para el ejercicio de la
voluntad y la actuación protagónica de la mujer inicia con el despertar de la
conciencia ciudadana, en la que se superponga la protección de la dignidad por
encima de cualquier condicionamiento social y cultural; lo cual supone elevar
las virtudes morales de la sociedad que sensibilice a cada miembro en torno al
vivir bien, en armonía y con un compromiso hacia un trato paritario y digno que
reivindique el bienestar común de todos: el resguardo de las libertades
individuales y los derechos fundamentales como parte del patrimonio común de la
humanidad.
Asumir estos cometidos como ejes tangenciales para la construcción
de políticas públicas en materia de inclusión social efectiva de la mujer,
entrañan salidas esperanzadoras en razón de las cuales desdibujar las
asimetrías, las brechas de desigualdad y condiciones excluyentes que por
transmitirse de generación en generación han reducido el afloramiento del
potencial de la mujer para participar de la estructura social, económica y
política. Esto implica ampliar las oportunidades para acceder a los recursos que
impulsen la consolidación de objetivos diversos y ambiciosos que la posicionen
en el plano de la igualdad, de la equidad y la justicia.
Este accionar institucional debe entenderse como una posibilidad
sine qua non para edificar los cimientos de una existencia sostenible que ayude
a la mujer en la tarea de vivir en condiciones esperanzadoras, saludables y en
cuya búsqueda personal se estime el crecimiento permanente; es decir, la
superación de las incongruencias sociales a través de la apropiación de
mecanismos políticos y jurídicos que empoderen a la mujer para enfrentar la
desafiante realidad desde el compromiso consciente de procurar su desarrollo
humano.
En síntesis, dignificar la existencia de le mujer en el marco de
la justicia social inclusiva exige del aparato institucional y de los procesos
de reivindicación de su desempeño como sujeto de derecho, en quien no solo
potenciar sus cualidades individuales sino la elevación de las condiciones de
longevidad operativamente funcionales y dignas; las cuales tienen su sustento
en la participación en los esquemas de crecimiento económico, en el acceso a
las actividades productivas, en la construcción de políticas públicas
transversalizadas tanto por la conciencia crítica que aunado a redimensionar el
disfrute del bienestar integral, redunden en el goce de oportunidades asociadas
con la consolidación del ser, del hacer y el coexistir.
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[1] Politólogo y Doctor en Antropología,
Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela, lectoescrituraula@gmail.com, ORCID https://orcid.org/0000-0002-8379-2482